“HAZ TÚ LO MISMO”
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
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Deuteronomio 30,10-14
Colosenses 1,15-20
Lucas 10, 25-37
XV DOMINGO T. ORDINARIO
CICLO -C
Dt 30,10-14
La
fe en Jesús
no nace del momento de su presencia entre nosotros. De ser así podíamos pensar en un mito; aunque la Vida
de Cristo, para quien se abre a ella de todo corazón, impacta a
cualquier persona imparcial de mente y corazón. ¡Cristo no es
solo hombre!
Dios
viene dialogando con el ser humano desde la
Creación.
·
La
Biblia es una relación de
acontecimientos, palabras, relaciones y profecías, que hacen del Misterio
divino un gozo del alma llegar
a poder creerlo desde su Revelación,
hasta llegar a poder conocerlo como Dios Padre. “Decir
que toda la Biblia es un mito” no lo afirma quién tiene una mínima
cultura religiosa y buena voluntad.
No
hay inteligencia humana que, desde su religiosidad, haya sido capaz de
construir la poesía abierta del Misterio
del Amor Trinitario, tan maravillosamente vivido de Dios con
el hombre, a través de la Historia.
“Lo que hoy te mando no excede a tus fuerzas, ni es
inalcanzable.
“El mandamiento está cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas"
Nos
sobra “mente” y nos falta “humildad” para aceptar lo que Dios ha puesto
en el corazón.
Col 1,15-20
La Humanidad de Cristo es “imagen de Dios invisible”. Dios se ha dejado ver y tocar.
“Él es anterior a todo”
Desde la Creación, pura gratuidad del Amor Trinitario, podemos ver, y así lo vemos
desde la fe, la Presencia activa del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo.
El Antiguo Testamento nos habla por medio de
muchas acciones divinas, proyectadas hacia la plenitud de los tiempos, de modo que no se puede entender la presencia de Cristo sin
conocer y aceptar los modos, medios y personas del A.T. debidamente
interpretados; ni tendría su propia
veracidad si no se cumpliera en
Cristo Jesús que, a su vez, es
Luz del A.T.
“En Él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por Él y
para Él quiso reconciliar todas las cosas…, haciendo la Paz por la Sangre de la Cruz”
Lc 10, 25-37
Bueno es interesarnos por la eternidad.
-
Lo habitual de una persona normal es desear
trascender la realidad de la muerte desde
cualquier idea de inmortalidad.
-
Es la huella del alma inmortal la que habla, pero no hay eternidad sin Dios.
Por esto es normal aceptar el concepto de inmortalidad, pero no el de la eternidad.
“¿Qué tengo que hacer
para heredar la vida eterna?”
Siempre nos preocupa el “hacer”. Para heredar la vida eterna, fácil o
difícil, es creer en Dios y amarle con todo el corazón.
Si es una herencia quiere decir que, la
eternidad es una gratuidad, y se gana con CREER Y AMAR
y no con nuestro hacer.
El problema, a la vez que nos abre el camino de la aclaración, es que Dios nos propone que el “hacer” está en función del
prójimo.
Muchos son los que quedan tranquilos pensando
que hacen mucho por el prójimo; incluso llegan a pensar y juzgar que,
hacen más que muchos creyentes.
Una espiritualidad solamente vertical no
complace a Dios si olvidamos al prójimo y, una acción solidaria anulando a
Dios ignora
que, el primer prójimo es Cristo
Jesús.
·
El
Evangelio nos expone la parábola del samaritano;
esta nos lleva a plantearnos la realidad
del prójimo que hallamos en nuestro camino.
No
pasemos de largo de nosotros mismos porque, el primer prójimo, que me plantea Jesús, si soy samaritano,
es nuestra realidad personal, “tú y yo”.
Tú
y yo somos los heridos por la vida; estamos
tendidos en la sola realidad de nuestro camino para ser samaritanos, que cuidamos de nuestra
propia salud física y espiritual.
No
es egoísmo.
En la medida que no reconocamos
nuestras heridas y soledad, y no
aceptemos los bienes que tenemos como valores para curarnos, no pensemos que sabremos ver y
detenernos ante el prójimo herido.
“Lo
que somos”
es como habitualmente nos manifestamos
en el “hacer” por el prójimo. Desde
aquí sí que podemos manifestar “puro egoísmo”.
Si
no somos capaces de aceptar la
curación desde nuestros propios
valores trascendentes, no sabremos apreciar las heridas del prójimo
y, si las sabemos ver y nos detenemos, no sabremos qué hacer en su favor.
El
samaritano del camino "supo ver”
al herido porque él tenía un espíritu sano.
No
es fácil “saber ver y hacer” cuando no hay disposición
en ver al herido del camino.
Muchas
veces sólo vemos a quien queremos ver demostrando una sutil acepción de
personas; sin capacidad de “querer ver” al próximo herido que, en
realidad no amamos.
Somos
capaces de “salir de casa”, para hacer el bien a los de fuera, quedando inadvertidos
del prójimo-próximo que dejamos herido.
Cuando
hacemos juicio de la herida del prójimo podemos pasar de largo.
¡Cuánta
sensibilidad nos falta dentro de nuestras vidas de familia, dentro de nuestras
relaciones como obreros de la mies!
Nos sorprende la muerte de un prójimo, como
nos ha sorprendido la muerte de Mateo, pero tal vez no nos preocupamos de saber
cómo era realmente su vida.
¡Demasiado
prójimo muere en la soledad de su vida herida,
viendo cómo pasan sin advertirlo los
prójimos, tal vez de camino en hacer el bien, como el sacerdote y el
levita del texto!
Jesús fue el hombre de
la Misericordia, que se detuvo
ante toda persona herida, aunque fuera enemiga.
No
fue un hombre solidario que advierte las heridas de unos y deja en
la cuneta a quien cree que es la causa de la herida de su prójimo.
Si
lo hemos entendido todo y bien,
Jesús nos dice: “Anda
y haz tú lo mismo”.
Federico Allara
SANTORAL DEL DÍA
LA AMISTAD CON LOS POBRES
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