ESPÌRITU SANTO, HUESPED DE HONOR EN NUESTRA ALMA
Un
día,
el de nuestro Bautismo, descendió del Padre y del Hijo el
Espíritu Santo para ser el Huésped de honor de nuestra propia y singular alma,
que el Padre creo por medio de su
Palabra, el Hijo, siendo presentes también ellos en ella, por la Naturaleza
divina del Espíritu Santo, Dios; ya que nunca
hay separación de la Trinidad, desde su diferencia real de
Personas y presencias.
El
Espíritu Santo es la Persona divina que vive la experiencia del Amor eterno del
Padre y del Hijo;
por esto decimos que procede del Padre y del Hijo, sin que esta procedencia
signifique tiempo; porque si el
Amor del Padre y el Hijo es eterno, lo
es igualmente el Espíritu Santo en su experiencia de Amor de las Personas
divinas que, con Él, son el único
Dios verdadero, Uno y Trino.
Recibir
el Espíritu Santo es recibir el Amor
del Padre y del Hijo en su Persona divina.
De
igual modo como el Hijo nos comunica todo lo que ha escuchado del Padre, el Espíritu Santo nos conduce al conocimiento
de la Verdad de Jesucristo, por
quien conocemos al Padre, y el Amor con que se aman.
Esta experiencia permanente del Espíritu
en nuestra alma es el fundamento del
mandamiento del Amor y la Luz de quien es Camino, Verdad y Vida, y
el de la esperanza cierta de nuestro
destino eterno; porque en nuestra
alma habita el Espíritu que resucitó a Jesús, por voluntad del Padre.
Paz
y Bien.
Federico
Allara
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