VIVIR DESDE LA ESPERANZA
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Lucas 2,36-40
DIA 30 DICIEMBRE CICLO -C
Acabamos
de estrenar el Jubileo de la Esperanza.
Me
mueve hablar de ella, desde el Evangelio de hoy, viendo a la profetisa Ana en
el Templo.
La
virtud de esperanza es fruto de las virtudes de la fe y del amor.
La
Fe es la Luz del alma trascendiendo el tiempo, a la vez que
ilumina la vida con sentido; por esto lo
natural de aceptar con gratitud su Don es amar de corazón a Dios por
la gratuidad del suyo.
El
amor,
así contemplado desde Dios, no es un
mandato, aunque lo conocemos como el mandamiento del amor.
Fruto
de esta fe y de este amor, antes que nada, experimentado desde
Dios, nace el por qué de vivir
esperanzados; y a su vez, es la
esperanza la que aumenta la gratitud de la fe que mueve al amor a Dios y al
próji
“Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de
la tribu de Aser.
Dentro
de la narración de la Presentación de Jesús al Templo, el texto se divide en:
·
La
parte que es protagonista Simeón,
por sus palabras proféticas sobre Jesús y María, que con José son los
verdaderos protagonistas,
·
Y
el texto que nos presenta a Ana, dando
importancia a su presencia.
“Era anciana, pero no se apartaba del Templo día y noche”
El
Templo era la Presencia de Dios para el
Pueblo elegido, quiere decir que en su tiempo la vida del
espíritu era igual que la nuestra hoy, en el sentido de que es siempre nuestro espíritu el que
vive en verdad la vida de su Presencia; pero desde la Resurrección de
Cristo el Templo es Él, y su Espíritu
habita en el nuestro. Vemos en Ana un
signo desde su vida espiritual; estaba
siempre en el Templo, es decir, en la Presencia de Dios.
En
ella veo la virtud de la esperanza, como en el profeta Simeón.
No
sólo vivían de la fe amando al Señor, sino con esperanza cierta aguardaban, como las doncellas
prudentes de la parábola, la llegada
del Mesías salvador. Ana pasaba el día y la noche en el Templo, con el
espíritu y con las lámparas encendidas, para abrir su corazón al llegar
el Esposo.
Dios
premió su fe, su amor y su esperanza, el día en que María y
José entraron en el Templo a presentar a su hijo, el Hijo de Dios,
verdadero Templo, que nos lo daría nuevo al tercer día de su muerte.
¿Nos
cabe pensar el gozo de Ana, recibiendo de manos de Simeón a Jesús?
Su
esperanza estaba cumplida. La recompensa de vivir en la presencia
de Dios, en el Templo, día y noche, daba también sentido a su fe.
Por
esto desde su amor
“Daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos”
Advirtamos
que hablaba a los que aguardaban la liberación de Jerusalén; el
Evangelio habla a los que esperan con fe y amor.
F.
Allara
SANTORAL DEL DÍA
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