lunes, 30 de diciembre de 2024

VIVIR DESDE LA ESPERANZA

 Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M

PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Clic en los textos para leer)

Lucas 2,36-40

36 También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu de Aser. Era muy anciana. Se había casado siendo muy joven y vivió con su marido siete años; 37 pero hacía ya ochenta y cuatro que había quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al Señor, con ayunos y oraciones. 38 Ana se presentó en aquel mismo momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
El regreso a Nazaret
39 Cuando ya habían cumplido con todo lo que dispone la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su pueblo de Nazaret. 40 Y el niño crecía y se hacía más fuerte y más sabio, y gozaba del favor de Dios"

DIA 30 DICIEMBRE  CICLO  -C

Acabamos de estrenar el Jubileo de la Esperanza.

Me mueve hablar de ella, desde el Evangelio de hoy, viendo a la profetisa Ana en el Templo.

La virtud de esperanza es fruto de las virtudes de la fe y del amor.

La Fe es la Luz del alma trascendiendo el tiempo, a la vez que ilumina la vida con sentido; por esto lo natural de aceptar con gratitud su Don es amar de corazón a Dios por la gratuidad del suyo.

El amor, así contemplado desde Dios, no es un mandato, aunque lo conocemos como el mandamiento del amor.

Fruto de esta fe y de este amor, antes que nada, experimentado desde Dios, nace el por qué de vivir esperanzados; y a su vez, es la esperanza la que aumenta la gratitud de la fe que mueve al amor a Dios y al próji

“Había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser.

Dentro de la narración de la Presentación de Jesús al Templo, el texto se divide en:

·       La parte que es protagonista Simeón, por sus palabras proféticas sobre Jesús y María, que con José son los verdaderos protagonistas,

·       Y el texto que nos presenta a Ana, dando importancia a su presencia.

“Era anciana, pero no se apartaba del Templo día y noche”

El Templo era la Presencia de Dios para el Pueblo elegido, quiere decir que en su tiempo la vida del espíritu era igual que la nuestra hoy, en el sentido de que es siempre nuestro espíritu el que vive en verdad la vida de su Presencia; pero desde la Resurrección de Cristo el Templo es Él, y su Espíritu habita en el nuestro. Vemos en Ana un signo desde su vida espiritual; estaba siempre en el Templo, es decir, en la Presencia de Dios.

En ella veo la virtud de la esperanza, como en el profeta Simeón.

No sólo vivían de la fe amando al Señor, sino con esperanza cierta aguardaban, como las doncellas prudentes de la parábola, la llegada del Mesías salvador. Ana pasaba el día y la noche en el Templo, con el espíritu y con las lámparas encendidas, para abrir su corazón al llegar el Esposo.

Dios premió su fe, su amor y su esperanza, el día en que María y José entraron en el Templo a presentar a su hijo, el Hijo de Dios, verdadero Templo, que nos lo daría nuevo al tercer día de su muerte.

¿Nos cabe pensar el gozo de Ana, recibiendo de manos de Simeón a Jesús?

Su esperanza estaba cumplida. La recompensa de vivir en la presencia de Dios, en el Templo, día y noche, daba también sentido a su fe.

Por esto desde su amor

“Daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos”

Advirtamos que hablaba a los que aguardaban la liberación de Jerusalén; el Evangelio habla a los que esperan con fe y amor.             

F. Allara

SANTORAL DEL DÍA

s. Félix I, papa



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