"EL QUE QUIERA SER GRANDE ENTRE VOSOTROS
SEA VUESTRO SERVIDOR"
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Isaías 53,10-11
Hebreos 4,14-16
Marcos 10,35-45
XXIX DOMINGO
TIEMPO ORDINARIO CICLO -B
Is. 53,10-11
Es
uno de los cánticos del Siervo de Yahvé.
No
olvidemos que es una profecía de lo que
le va a suceder al Mesías, que va a ser el Hijo unigénito del Padre, nacido
de Santa María Virgen, el Cristo, Dios y Hombre verdadero.
La
Humanidad de Jesús está sostenida por la Persona divina del Hijo,
que permanece anonadado en la Humanidad de Jesús, Hombre verdadero.
Dios
Padre no envió a su propio Hijo para ser triturado con el sufrimiento,
ni tampoco la Humanidad con la que se reviste para ser verdadero Hombre,
Fue
enviado por Amor al vernos, a los seres humanos, perdidos irremisiblemente
al haber optado por el Bien creado por encima de la amistad que Dios ofrece a
la “persona
creada a su imagen y semejanza”.
Hemos
sido nosotros, los humanos de ayer, de hoy y de mañana, quienes sustituimos a Dios por el engaño de
nuestras riquezas materiales o espirituales, como veíamos el pasado domingo.
Ayer, las autoridades de su Pueblo creyeron haber
terminado con quien decía ser Hijo de
Dios, que era Dios.
Hoy,
cuando no se interpreta con fe la Muerte de Cristo en la Cruz, no se
entiende la profecía de que Cristo,
entregando su vida, expiaba nuestra
culpa y nos reconciliaba con Dios.
De
Dios nos llega su Amor; el sufrimiento de Cristo y los
nuestros son creación de nuestra falta de amor a Dios y al prójimo.
La
descendencia que ve Cristo es la de los justos que han creído y
creemos hoy en el Sacrificio de su Amor; su alma ha visto la Luz y su
vida se ha llenado de conocimiento.
“Mi siervo”, entendámoslo
como la frase de María: “He aquí la esclava del Señor”.
La
libertad divina y la nuestra, desde la fe, no conocen la interpretación
negativa de ser siervos, sino el valor de reconocer el Amor del Dios
trinitario y la realidad de nuestra condición humana.
¡Qué
gran don reconocerse
siervos del Señor!
“Mi siervo, mi Hijo amado en quien me complazco”.
Reconociendo a Jesús de Nazaret, la Humanidad con que
aparece la Persona divina del Hijo, el
Cristo, que ha justificado a ellos de sus crímenes; el que ha
justificado a toda la Humanidad.
Mc. 10,35-45
Una
y otra vez nos hemos de preguntar ¿quién
es Jesús?
Él
quiso saber de sus discípulos qué pensaban y quién era para ellos. Es de suma
importancia no quedar con que le conocemos y creemos.
La
pregunta de Jesús debe ser permanente en nuestro interior,
como lo debe ser ante nuestros próximos si no queremos caer en rutina de lo más grande de la vida, como es la relación íntima con Dios y con el
prójimo.
Cristo
Jesús vino a cumplir hasta la última tilde de la Ley, pero su Vida ha
demostrado que no fue un simple cumplidor
de lo que los Profetas habían dicho sobre cómo iba a ser su Vida
como Mesías.
Jesús
es conocido como el "Siervo de Yahvé", pero también como el "Hijo del Hombre". Lo
cual quiere decir que Jesús cumplió como
siervo de Dios las profecías, pero las cumplió siendo Hijo del
Hombre.
Jesús
nació de una Mujer como todo ser humano, para
llevar a su fin la obra de redención según la voluntad del Padre. Lo
cual da una singularidad y una
originalidad al cumplimiento de las profecías, porque Jesús no es un profeta más, sino el Hijo de Dios hecho Hombre, en quien
tienen cumplimiento las profecías, desde la libertad del Hijo de
Hombre que supera la Ley, por ser más que Moisés.
Jesús
es el último revelador de la Verdad de Dios. En
Él hallamos la plenitud de la Palabra
hecha Camino, Verdad y Vida, sin esperar ninguna otra
revelación.
¡Qué
fácil es caer en la tentación del criterio del mundo, de seguir las reglas de
las ideologías y de convertir la fe en una religiosidad de cumplimiento, donde
molestan las palabras de los que hablan sin hipocresía de la realidad del mal,
cuando conociéndolo o viviéndolo gusta verlo disfrazado!
Jesús
había repetido muchas veces a sus discípulos, a los Doce y a todos
los que le seguían, que debía ser
condenado por las autoridades, ser crucificado y resucitar al tercer día.
Ellos
no entendían lo de la resurrección y tampoco querían preguntar, sin aceptar que
este Hombre bueno al que seguían podía ser condenado.
Cuando
la incerteza es referencia de la fe los interrogantes son inoportunos.
“Maestro, queremos que hagas
lo que te vamos a pedir”
Muchas
veces va unido implícitamente este sentimiento al acercarnos a Jesús. Deseamos
vernos complacidos en nuestras peticiones.
Nos
situamos por encima de la fe.
“Concédenos sentarnos en tu Gloria uno a tu derecha y otro a tu
izquierda”
Lo
que se atrevieron a pedir Santiago y Juan era lo que deseaban todos; si no
sentarse a la derecha o la izquierda, sí la pretensión de ser los primeros.
“Cuando los otros diez lo oyeron, se indignaron contra Santiago
y Juan”
Puede
que no hayamos pensado en el “lugar” a ocupar en el cielo.
¿Estamos
seguros de no buscar los primeros puestos, de creernos superiores a otros, o
de actuar con poder desde el lugar que debemos servir?
Meditemos
y agradezcamos la gratuidad de la vida eterna y el regalo que Dios nos
haya pensado y creado.
Nunca
el ser humano debe tratar a Dios como a un igual.
Cuando
vivimos la vida sacramental y la oración como práctica devocional es
fácil no ser conscientes de la forma rutinaria que podemos tener al tratar a Dios.
Por
esto Jesús nos responde:
“No sabéis lo que pedís”
Seamos
agradecidos a lo que Dios nos da y a lo poco que nos pide para ser libres y
felices
en medio de un mundo que nos sumerge en una vida cada vez más inhumana e
insegura.
Creer
en Dios es aceptar
lo que nos dice para vivir en paz, saber convivir y ser libres, pero el precio
que hay que pagar pasa por la prudencia que Jesús nos advierte ante los
poderosos del mundo, que se comportan como si fueran dueños teniendo a los
demás bajo su poder.
“Entre vosotros no ha de ser así: quien quiera ser importante,
ha de ser vuestro servidor, y quien quiera ser el primero, ha de
ser esclavo de todos.
Jesús
no habla demagógicamente, pone su Vida como ejemplo.
“Como el Hijo del Hombre, que no ha venido a ser servido,
sino a servir a los demás, y a dar la vida como precio de
rescate para todos.”
Creer
en Dios y convertir nuestra vida a sus palabras no
es cuestión de sentido común ni de buena voluntad, porque la palabra “esclavitud” entendida como “libertad” solo la podemos
comprender desde la fe en el amor.
La
libertad y la felicidad la han logrado los que se han fiado de Dios, los
que han creído de verdad y se ha
dejado guiar sólo por el Espíritu
Santo.
Leamos
en oración meditada la segunda lectura:
Heb. 4,14-16
“Comparezcamos
confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia
para un auxilio oportuno"
F. Allara
SANTORAL DEL DÍA
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