viernes, 17 de mayo de 2024

 FIJAR LA MIRADA EN JESÚS PARA NO DISTRAERNOS 

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M


Animación a la lectura PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Clic en los textos para leer)


Hechos 28, 16-20.30-31

Salmos 10

Juan 21, 20-25

El discípulo a quien Jesús quería mucho
20 Pedro se volvió y vio que detrás de él venía el discípulo a quien Jesús quería mucho, el mismo que en la cena había estado junto a él y le había preguntado: “Señor, ¿Quién es el que va a traicionarte?” 21 Cuando Pedro le vio, preguntó a Jesús:
–Señor, ¿y qué hay de este?
22 Jesús le contestó:
–Si yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿Qué te importa a ti? Tú sígueme.
23 Por esto corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho que no moriría, sino: “Si yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿Qué te importa a ti?”
24 Este es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito. Y sabemos que dice la verdad.
25 Jesús hizo otras muchas cosas. Tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse"

DÍA 18 MAYO   CICLO   -B

 

Terminaba el Evangelio de ayer con la frase de Jesús a Pedro:

“Tú, sígueme”

En el diálogo de ayer se nos decía, con claridad, que sólo Jesús nos reconcilia con nosotros mismos.

Pedro le traiciona y Jesús, sin llevar cuentas del mal, le deja en paz.

No terminamos de creer lo que sigue haciendo Jesús por todos y cada uno de nosotros.

Nadie puede ni debería creer en reconciliarse consigo mismo.

Es al prójimo a quien le hacemos mal de palabra o de obra. Es de ellos de quienes hemos de recibir el perdón para recuperar la paz interior; Recibirlo de todos los prójimos heridos.

Sólo Dios, en Cristo, no lleva cuentas del mal, ni retira sus promesas de amor.

Reconciliarse uno mismo es cómodo y no cambia las actitudes de relación.

Reconciliarse uno mismo revela más bien no tener conciencia del mal.

Sabernos amados y perdonados por Jesús es experimentar una paz que sólo la puede expresar quien la vive. El hombre del mundo hoy no la puede conocer.

Pedro ha visto en Jesús el olvido de la traición; también él pronto olvida su pasado negativo y

“Se gira al ver acercarse al discípulo que Jesús amaba”


Dejar de mirar a Jesús es olvidarnos pronto el bien recibido y distraernos con la vida de los demás sin poner la debida atención en la propia.


“Señor, ¿y éste qué?

“Si quiero que se quede hasta que Yo vuelva, ¿qué tienes que decir?

Tú ven conmigo”


La experiencia de los discípulos de Cristo resucitado es la de haber resucitado con Él.

Han perdido el miedo porque saben que viven para no morir; lo cual no son palabras, sino experiencia que deberíamos conocer los que hemos resucitado por el bautismo.

Vivir a Cristo es vivir de Cristo y, significa tener otro concepto de la vida y de la muerte. En este sentido hay que entender las palabras de Jesús.

Creer en Cristo resucitado es confiar que hemos vencido la muerte, aunque para llegar al Padre tengamos que pasar por la experiencia del adiós de esta vida terrena.

Lo que dice Jesús es que, cada uno de nosotros llegaremos al término de nuestra vida de diferente manera:

·         Juan siendo vida en la Iglesia y acompañando a su Madre hasta su asunción, y

·         Pedro dando su vida siendo crucificado como Él.

-          Jesús no le dijo que no moriría, sino “si quiero que se quede hasta que Yo vuelva, ¿qué tienes que decir?”.

-          Tengamos nuestra mirada puesta en Jesús para no distraernos.                 


  F. Allara




SANTORAL DEL DÍA

S. JUAN I, PAPA Y MÁRTIR



RESPIRA EN MI ESPÍRITU SANTO

(ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN)

 
Respira en mí, oh Espíritu Santo,
Que todos mis pensamientos sean santos.
Actúa en mí, oh Espíritu Santo,
Para que también mi trabajo sea santo.
Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo,
Que no amo sino lo que es santo.
Fortaléceme, oh Espíritu Santo,
Defender todo lo que es sagrado.
Guárdame, pues, oh Espíritu Santo,
Para que siempre sea santo. 

En Oración para acoger 

El Espíritu Santo en PENTECOSTÉS


(Clic en la imagen)


EL ESPÍRITU SANTO 


Es Luz que penetra las almas


El Espíritu Santo 

Es fuego.

Es viento

Es Luz


¿Quién puede contemplar su propia alma?

¿Quién puede entrar en su propia alma?


El Espíritu Santo es la luz que ilumina el alma 

porque es Dios quien penetra en ella. 


La vida, iluminada por el Espíritu, 

puede ser  vivida en paz, 

y puede entender lo que en ella pasa. 


Lo entiende desde los Dones del Espíritu, 

que le permiten tomar opciones y 

tener entendimientos jamás imaginados 

por la sola inteligencia y por el corazón 

mejor dispuesto para amar.


La luz del Espíritu Santo 

no es luz permanente.


El espíritu humano es 

el que guarda la presencia del alma 

que ha sido iluminada, 

aunque quede luego 

en la oscuridad de la noche, llena y herida.


                                                                                     F. Allara









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