VIVIR LA EXPERIENCIA DE LA FE
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos de nuestro "día a día"
Jeremías 31,31-34 |
En
la vida humana
lo esencial es la experiencia de cada dicho y hecho.
Jeremías con su
profecía se adelanta a nuestros tiempos.
Hoy vemos que lo
que no queda en lo íntimo del ser humano casi de nada le sirve.
Nos habla que la Antigua Alianza será renovada por una que quedará grabada en el corazón del ser humano, que no tendrá que vivir de “leyes externas”, sino de lo creído en su corazón de carne. Lo cual exige que la fe no sea “practicada” con superficialidad ni con el cumplimiento de lo externo, sino desde la intimidad creyente que vive de lo que experimenta como Verdad de Dios en su alma, y por tanto, en todo su ser.
Hebreos 5,7-9"Cristo, mientras vivía en este mundo, con voz fuerte y muchas lágrimas oró y suplicó a Dios, que tenía poder para librarle de la muerte; y por su obediencia, Dios le escuchó. 8 Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, por lo que sufrió aprendió a obedecer; 9 y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que le obedecen" |
Juan 12, 20-33
¿Qué
vemos en la vida de Jesús?
La
experiencia del Padre que nos la revela el Hijo en la Humanidad de Jesús de
Nazaret, y la experiencia de Jesús siendo entre nosotros “uno de tantos”,
que le lleva hasta Getsemaní, donde lo vemos orando al Padre “con lágrimas y gritos,
y con sudor de sangre”, al vivir en presente la Pasión y Muerte que le
espera.
Jesús
no revela con ideas la Realidad idéntica del Dios trinitario, sino desde la
experiencia que “trae” del cielo y la que vive en el mundo con su Pueblo
elegido.
El
Padre guarda silencio ante la oración de su Hijo porque,
en la Sabiduría trinitaria, que nosotros sólo podemos comprender con fe, el
Dios uno y trino, por tanto, también el
Hijo, ha querido revelar su
omnipotencia de Amor en la necedad y el escándalo para
griegos y judíos lo que ha supuesto para nuestra liberación y salvación la
muerte de Dios en Cristo crucificado.
El
silencio del Padre no es la nada como respuesta a las lágrimas,
sino la luz en el alma de Cristo de que el
final no es la muerte, sino la resurrección, que sólo le corresponde a Cristo.
Ninguna
religión habla de resucitar. Es el eje de nuestra FE.
Si nuestra fe no se detiene ante la realidad de Cristo muerto y resucitado, seguirá viviendo de
“practicas rituales y normas morales”, que son fáciles de vivir y de no
cumplir, sin experiencia propia de la fe.
Todos deseamos ver a
Jesús -lo querían estos griegos del texto y lo quería también Herodes.
Hoy
se desea ver y tocar
pensando que lo pragmático es el modo absoluto de conocer, cuando es el espíritu
el mejor medio-.
De
poco sirve ver si en el corazón no hay amor.
Desde
la experiencia de Jesús vemos que la liberación, la
salvación y la gloria no llegan sólo por lo que se hace en la vida,
sino por el libre abandono a la voluntad divina, que es dar la vida,
entendido como dar amor por creer
en el Crucificado-resucitado.
F.
Allara
SANTO DEL DÍA
S. PATRICIO, OBISPO, APÓSTOL DE IRLANDA
PARA ACOGER EL DOLOR
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