EL MAL OFUSCA LA RAZÓN
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
Juan 11,45-56 |
DÍA 23 MARZO CICLO -B
La
fe es un don gratuito
que podemos aceptar, pero la luz de la
Verdad, que ilumina el espíritu humano, puede quedar sin efecto cuando la vida no es conforme a la verdad que
Dios nos comunica, y si se opone al amor que Dios nos pide.
Esto
es esencial en la vida de la fe de un creyente.
Los
grandes sacerdotes y los fariseos tenían
fe en el Dios de Abraham, pero sus vidas no habían aprendido a amar; con la grave
contradicción de defender a Dios sin tener consideración del prójimo al
que podían separar o condenar.
Aceptaban,
incluso, los demasiados milagros de
Jesús, pero se preguntaban qué podían hacer, contra Jesús,
por temor a que el Pueblo creyera en Él y los romanos llegaran a
destruir los lugares santos.
· Es
el temor humano de perder el poder cuando no se
entiende éste como don para servir
al Pueblo.
· Es el temor humano de seguir siempre a
Jesús cuando se depende del “yo”, escondido bajo el manto
de un bien y de una fe que, desdicen de Jesús.
Es
la sutil contradicción de poner por delante de Jesús nuestra fe y
nuestro bien.
Caifás
sentencia, y Dios realiza su plan, que revela al
espíritu de algunos lo que creen que es propio, siendo lo previsto por Dios y ejecutado hasta con sus enemigos.
Lo
vimos en Pedro diciendo a Jesús que era el Hijo de Dios y Mesías, y lo vemos en
Caifás:
“No entendéis nada.
Es mejor que muera un solo hombre por todos
antes
que desaparezca todo el Pueblo”
El
Hijo de Dios vino al mundo para dar sentido a la vida,
para salvarnos y ofrecernos una vida inmortal.
Cuando
vivimos cómodamente,
cuando no nos preguntamos de dónde procedemos, ni tampoco el porqué de la
libertad, soñando, además, en un futuro sin ser dueños del presente, pueden resultar extrañas las palabras liberar la libertad,
salvar, e incluso la inmortalidad y, la necesidad de tener que creer en
Jesús de Nazaret y sus consecuencias.
“No había llegado su Hora y
se
fue a una región cercana al desierto,
al
Pueblo de Efraím, donde estaba con sus discípulos”
Descendamos
de una fe subjetiva que no valora que Dios haya venido a visitarnos.
La
fe subjetiva
no es mala, pero no tiene la capacidad
del asombro, ni de admirarse de
que Dios, el único Dios que puede
existir, con su omnipotencia divina, se haya dignado ser hombre entre nosotros.
Tal
vez lo más difícil de entender para la
misma razón es que, su grandeza
no es poseer el don de la inteligencia para poder pensar, sino el don de ser más que ella cuando
es capaz de asombrarse contemplando a Dios desde la fe.
El
mismo Descartes que dijo: “Pienso, luego existo”, dijo que
el hombre sin Dios es un absurdo, por
existir sin razón de ser.
¡Feliz don de la fe!
F. Allara
SANTO DEL DÍA
S. TORIBIO DE MOGROVEJO, OBISPO DE LIMA
AL SAGRADO CORAZÓN
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