jueves, 15 de febrero de 2024

EL PUEBLO ELEGIDO TUVO QUE DECIDIR

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M



Animación a la lectura PALABRA DE DIOS

5 minutos de nuestro "día a día"

Deuteronomio 30,15-20


15 “Mirad, hoy os doy a elegir entre la vida y el bien, por un lado, y la muerte y el mal por el otro. 16 Si obedecéis lo que hoy os ordeno, y amáis al Señor vuestro Dios, seguís sus caminos y cumplís sus mandamientos, leyes y decretos, viviréis y tendréis muchos hijos, y el Señor vuestro Dios os bendecirá en el país que vais a ocupar. 17 Pero si no hacéis caso de todo esto, sino que os dejáis arrastrar por otros dioses para rendirles culto y arrodillaros ante ellos, 18 en este mismo momento os advierto que moriréis sin remedio, y que no estaréis mucho tiempo en el país que vais a conquistar después de haber cruzado el Jordán. 19 En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra vosotros, de que os he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escoged, pues, la vida, para que viváis vosotros y vuestros descendientes; 20 amad al Señor vuestro Dios, obedecedle y sedle fieles, porque de ello depende vuestra vida y el que viváis muchos años en el país que el Señor juró dar a Abraham, Isaac y Jacob, vuestros antepasados.”


DIA 15 FEBRERO  CICLO  B


Moisés se dirigió al Pueblo: 

Hoy te toca elegir entre la vida y la muerte


Después les manda 

amar al Señor, su Dios, y a seguir sus caminos”


Si lo haces vivirás y Dios te bendecirá.

¡Bueno es sentirse miembro de una Comunidad, hijos de un Pueblo!

No nos realiza la soledad, ni vivir alejados de las necesidades del prójimo.

Esta elección, que le propuso Moisés a su Pueblo, tuvo una consecuencia negativa, fue pensar que Dios era solo para ellos.

Es el peligro de no entender bien el significado de ser fiel a las raíces que sostienen nuestra vida temporal, porque la vida no es solo la que vivimos en el tiempo, la huella de la inmortalidad exige más opciones que las de la sola temporalidad.

Tengamos claro el realismo de Dios en nuestra vida.

Sólo Él le da un sentido más alto, ancho y profundo que las solas raíces propias y necesarias.

El único Dios, que puede existir, no es sólo para nuestra Comunidad, y menos para nuestra individualidad, singular y única dada por Dios, que está destinada a creer siendo parte de la Humanidad.

La inmortalidad, como realidad después de la muerte, sólo es posible si existe Dios.

El amor es el medio humano que conduce a ella; pero el amor sólo queda si Dios lo recoge y nos lo devuelve en vida eterna.

La frase de Moisés no es vieja. En cada momento optamos y decidimos libremente por la vida hasta la muerte o por la vida con esperanza eterna.

La vida no es una indefinición definida desde la subjetividad personal con esperanza cierta de un futuro eterno. Sería una contradicción. 


Lucas 9,22-25

Jesús anuncia su muerte
(Mt 16.20-28; Mc 8.30–9.1)
22 Les decía Jesús:
–El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.
23 Después dijo a todos:
–El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía, la salvará. 25 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo?


Cristo, además de merecer ser conocido, debe ser creído y amado por un cristiano, como se ama a una persona en su totalidad.

Hoy abunda un sincretismo en el que todo sirve, sin una presencia que marque la diferencia.

En nuestras relaciones humanas no todo vale, ni es suficiente la subjetividad pensante que excluya las presencias. Deseamos la relación presencial.

Jesús, ser humano histórico, dijo a sus discípulos:


“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho;

los senadores, los grandes sacerdotes y los maestros de la Ley 

lo rechazarán, lo matarán, y resucitará al tercer día”


Creer no es aceptar la fe subjetiva en “dios o dioses”, sino creer en el enviado de Dios.

Esta es la diferencia entre creer religiosamente en Jesús, como Hombre y como Profeta, que lo cree también el islam -después de Mahoma-, a creerle como Hijo de Dios, Dios y Hombre verdadero, en quien ha sido realidad su palabra anunciada de rechazo, muerte y resurrección.

Nuestra vida es una definición ante Cristo. Aceptar la fe es definirse en propio bien.

No es Dios el que nos necesita, sino nosotros a Él.       

 F. Allara


SANTOS DEL DÍA

S. ONÉSIMO, discípulo de S. Pablo


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