SOMOS TEMPLO DE DIOS
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
5 minutos de nuestro "día a día"
1 Samuel 3,3-10.19
3 Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde se encontraba el arca de Dios.c La lámpara del santuario seguía encendida.d 4 Entonces el Señor lo llamó: –¡Samuel!e –¡Aquí estoy! –contestó él. 5 Luego corrió adonde estaba Elí, y le dijo: –Aquí me tienes, ¿para qué me querías? –Yo no te he llamado –contestó Elí–. Vuelve a acostarte. Entonces Samuel fue y se acostó. 6 Pero el Señor lo llamó otra vez: –¡Samuel! Samuel se levantó y fue junto a Elí, diciendo: –Aquí me tienes, ¿para qué me querías? –Yo no te he llamado, hijo mío –respondió Elí–. Vuelve a acostarte. 7 Samuel no conocía al Señor todavía,f pues él aún no le había manifestado nada. 8 Pero por tercera vez llamó el Señor a Samuel, que se levantó y fue a decirle a Elí: –Aquí me tienes, ¿para qué me querías? Elí, comprendiendo entonces que era el Señor quien llamaba al joven, 9 le dijo: –Ve a acostarte, y si el Señor te llama, respóndele: ‘Habla, que tu siervo escucha.’ Entonces Samuel se fue y se acostó en su sitio. 10 Después llegó el Señor, se detuvo y lo llamó igual que antes: –¡Samuel! ¡Samuel! –Habla, que tu siervo escucha –contestó Samuel. |
19 Samuel creció, y el Señor le ayudó y no dejó de cumplir ninguna de sus promesas. |
II DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO B
Nos
admiramos
de que Samuel durmiera en el Santuario donde estaba el Arca.
Nosotros
podemos dos cosas más desde que Jesús ha
venido a reconciliarnos.
1. Nosotros somos el santuario, somos templo de Dios.
2. Tenemos los templos
donde no reside el Arca, sino el mismo Dios en Cristo resucitado.
Estando
Samuel durmiendo Dios le fue
llamando hasta que, con la ayuda de Elí, el Profeta, supo discernir la llamada de Dios.
Dios
da su favor a los que duermen en su propio templo,
es decir, a quienes son conscientes de
la Presencia de Dios en su alma, porque oyen que Alguien les llama.
De igual modo que Samuel necesitó la ayuda de Elí, nosotros necesitamos el discernimiento de la Iglesia para tener la garantía de la llamada de Dios y pasar, de lo que se oye, a la escucha de su Palabra para responder: “Aquí estoy, Señor”, tal como somos y en lo que somos, como respuesta a su llamada.
A
veces nos complicamos la vida en querer
hacer oración o en no saber cómo hacerla; cuando es la vida la que Dios llama a ser relación con Él.
Por
esto nos ha hecho templos, para que
advirtamos que no hay que cruzar los mares o subir a lo alto de las montañas
para estar con Dios.
Pensemos
que es Dios quien está con nosotros en
nuestro propio hogar, para que sea
nuestra vida, en cada momento, la que se relaciona con Dios en amor.
Así
de sencillo es orar,
como así de sencilla debe ser la vida
del hogar; el lugar donde advertir las presencias tal cual somos y estamos.
Lo
que sale fuera de esta sencillez, tanto con Dios como en el
hogar, es complicarnos la vida en
pretender hacer las cosas bien y hacer lo contrario por no acertar; cuando Dios, la familia y el prójimo están allí
para vivir y convivir la sencillez humilde de la vida. Es desde esta sencillez
humilde, Samuel durmiendo en el Santuario o, la nuestra, viviendo en el hogar o, tratándonos como
prójimos.
Jn
1,35-42
Juan
y Andrés eran discípulos de Juan Batista.
El
Evangelio no nos dice que lo fueran Pedro y Santiago.
Juan
Bautista fue testigo del bautizo de Jesús y de lo que experimentó. Es humilde, no se queda en el “prestigio” con que
lo admira la gente.
Dice
de Jesús: “Este es el cordero de Dios”.
A los dos discípulos, Juan y Andrés, les dice: ¿Qué buscáis? . Y su respuesta: ¿Dónde vives?
No
importa el lugar…
somos templo….
lo que importa es el encuentro. No les llena la voz, sino la Palabra. No es
casual el encuentro de Andrés con su hermano Pedro
Nunca llegamos a conocer a Jesús.
“Tanto tiempo Felipe y no me conoces”
Se lo quedó mirando y le dijo: Tú eres Simón…
Porque es el encuentro el que deja huella imborrable en el corazón.
Juan
recuerda a los noventa años que era la hora décima.
Con
Dios, y desde nuestras relaciones humanas, lo que es para siempre son los
verdaderos encuentros.
En
oración,
como templos que viven desde su interior, y
en toda relación humana, no hace
falta memoria cuando son verdaderos los encuentros.
Tampoco es casual que Andrés vea a su hermano Simón el primero.
Simón cree a Andrés y van a Jesús, que se le queda mirando y le
dice una frase que será sentencia para siempre:
“Tú
eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Quefas, que quiere decir Piedra”.
Dios
nos ha elegido a todos para una vocación y misión, y Dios no se desdice de lo
que pronuncia.
Seamos
nosotros fieles a la gratuidad de su Amor.
F.
Allara
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