CRISTO ES EL TEMPLO, Y POR ÉL, NOSOTROS
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
5 minutos de nuestro "día a día"
DÍA 24 ENERO CICLO -B
Los creyentes cuando estamos bien, como David, queremos hacer cosas por Dios. Nuestra vida no es participación de la Vida de Dios. Nuestra alma ha sido creada de la nada, a imagen y semejanza de Dios.
“Te he sacado del cercado del rebaño, de guardar ovejas,
para hacerte cabeza de mi Pueblo Israel…,
y te dejaré en
paz de todos tus enemigos”
“Natán, dile a David:
¿tú me has de hacer un templo donde resida?”
Dios nunca ha residido en
palacios; ha estado siempre en medio de
su Pueblo.
Ahora no está en
nuestros templos. Resucitado nos espera en ellos.
“Yo te daré un descendiente…, que consolidará el Reino…,
Él construirá un Templo dedicado a mi Nombre…,
Yo le seré padre y él será para mí un hijo”
Cristo levantó el
verdadero Templo al resucitar al tercer
día de los muertos y crear la inmortalidad de
cuantos crean en Él, que es no morir
jamás.
La muerte no es. Para los que viven de su
Espíritu es el paso a lo eterno.
Dios no necesita de
nuestra nada, pero sí que nos ama a todos como Padre.
Es más fácil ofrecerle algo que darnos a Él. Olvidamos que todo es suyo, menos tú y yo que nos ha creado libres, a su imagen, y espera nuestra libre opción.
Dios consiente el ofrecimiento de
nuestros ídolos y de nuestras subjetividades religiosas. Es paciente esperándonos.
Siendo templos suyos, desde
su Amor gratuito, podemos pasar la vida en nuestras
cuevas, a las que invitamos a
Dios a residir.
¡Qué irracional es a veces nuestra sola razón!
Parábola del sembradora 1 Otra vez comenzó Jesús a enseñar a la orilla del lago. Como se reunió una gran multitud, subió a una barca que había en el lago y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. 2 Y se puso a enseñarles muchas cosas por medio de parábolas. En su enseñanza les decía: 3 “Oíd esto: Un sembrador salió a sembrar. 4 Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. 5 Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; 6 pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó.7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, de modo que la semilla no produjo grano. 8 Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció y dio una buena cosecha: unas espigas dieron treinta granos por semilla, otras dieron sesenta granos y otras cien.” 9 Y añadió Jesús: –Los que tienen oídos, oigan. El porqué de las parábolas 10 Después, cuando Jesús se quedó a solas, los que estaban cerca de él y los doce discípulos le preguntaron qué significaba aquella parábola. 11 Les contestó: “A vosotros, Dios os dag a conocer el secreto de su reino; pero a los que están fuera se les dice todo por medio de parábolas, 12 para que por mucho que miren no vean, y por mucho que oigan no entiendan; a no ser que se vuelvan a Dios y él los perdone.” Jesús explica la parábola del sembrador 13 Les dijo: “¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, vais a entender todas las demás? 14 El que siembra la semilla representa al que anuncia el mensaje. 15 Hay quienes son como la semilla que cayó en el camino: oyen el mensaje, pero después de haberlo escuchado viene Satanás y les quita ese mensaje sembrado en su corazón. 16 Otros son comparables a la semilla sembrada entre las piedras: oyen el mensaje, y al pronto lo reciben con gusto, 17 pero como no tienen bastante raíz no pueden permanecer firmes; por eso, cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, pierden la fe. 18 Otros son como la semilla sembrada entre espinos: oyen el mensaje, 19 pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado, el amor a las riquezas los engaña y su deseo es poseer todas las cosas. Todo eso entra en ellos, ahoga el mensaje y no le deja dar fruto. 20 Pero hay otros que oyen el mensaje y lo aceptan y dan una buena cosecha, lo mismo que la semilla sembrada en buena tierra: algunos de estos son como las espigas que dieron treinta granos por semilla, otros son como las que dieron sesenta y otros como las que dieron cien.” |
Podemos pensar que el texto de la parábola de hoy ya la
sabemos.
Los discípulos de Jesús, cuando se quedaron solos con Él,
le pidieron que se la explicara.
Es bueno meditar personalmente sobre ella y, mejor que
sea Dios quien nos hable al corazón para saber
que parte de tierra somos.
Quiero fijarme en la respuesta
de Jesús:
“Dios os hace a vosotros el don de revelaros los secretos
de su Reino,
pero a los que han quedado fuera se lo tengo que decir
todo en parábolas”
El secreto del Reino
no es la parábola, sino Cristo.
Hagamos nuestro
examen:
Si estamos en camino pidiendo la fe, deseando conocer a Cristo, somos de los que Dios nos revela su secreto.
Si permanecemos en
nuestra manera de creer o de negar, somos de los que, aun viendo, no vemos, y aun sintiendo, no entendemos, porque “no
nos queremos convertir”. Los publicanos y pecadores oían, pero no escuchaban, por esto no quisieron optar por entender. Son los que optan por quedar fuera. Lo dice el texto, no lo digo yo.
Por si fuera poco, añade
Jesús:
“Si no entendéis el sentido de esta parábola, ¿cómo podréis entender
todas las otras?”
El sembrador siembra predicando la
Palabra…
F. Allara
SANTO DEL DÍA (Haz clic aquí)
S. Francisco de Sales, Obispo y doctor de la Iglesia.
Fundador de la Orden de la Visitación, Patrón de la prensa Católica
VIVIER EN VERDAD
QUIERO VIVIR
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