LA ALEGRÍA ES UN ESTADO DE VIDA DEL ESPÍRITU
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos de nuestro "día a día"
6 Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió 7 como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. 8 Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz.
LA REVELACIÓN DEL HIJO DE DIOS (1.19–3.36)
Es el domingo que la Palabra del Señor
invita a la Iglesia a manifestar su alegría, como en su día lo pedía S. Pablo estando en la cárcel.
La alegría es un estado de vida del
espíritu en la medida en que vive de la
seguridad que la fe le da a la razón y al corazón. No depende de la situación
externa de la vida, ni es un sentimiento irracional, o fruto de un
acontecimiento momentáneo.
La fe es el centro más íntimo que da estabilidad
íntegra, racional y afectiva.
Tenemos que dar razones de nuestra alegría, que no es ser indiferentes ante la realidad de un mundo que sufre y llora. La
fe y su alegría crean compromiso ante el mundo.
Esta alegría sólo puede proceder de la
contemplación de Dios en Cristo crucificado.
Cristo en la Cruz revela el Amor y también la
paz interior que vive
por la unción del Espíritu Santo y la seguridad del Amor del Padre.
Este contraste de Cruz y de Paz, reflejo de un gozo interior, es la
alegría que se manifiesta aun en el
dolor; es una alegría íntima, inmutable
y visible, fruto de la fe del ser humano que confía en Dios.
En Isaías vemos la oración
del Jesús que se anticipa al Magníficat
de María.
“Dios reposa sobre mí, Porque el Señor
me ha ungido. Aclamo al Señor lleno de alegría, mi alma celebra a mi Dios, que
ha cambiado mis vestidos de vitoria y me ha cubierto con el mantel de felicidad…”.
Dios vino a traer la Buena Noticia del amor, de la liberación, de la salvación.
¿Quién puede alegrarse de esta Buena
Noticia?
El pobre que no conoce el amor hacia
sí, el que vive esclavo de su condición, el que ansía ser salvado de su situación.
Juan no era la Luz, que lo es sólo Dios. Fue enviado como testigo de la Luz.
En lugar de contemplar el cielo azul, hemos de entrar en nuestro interior donde la Luz puede ser contemplada por cada uno a su medida.
Quien sólo razona pretende escalar el cielo para contemplar la Luz,
que es razonable desde el interior humano abierto al conocimiento del Misterio divino.
La fe es luz en el alma; no lo es la razón, ni nuestra religiosidad.
La fe nos une en comunión con Dios a
todos como hermanos.
La razón interpreta y divide y la pura religiosidad, como fe
personal y colectiva, separa y hasta puede crear enemistad y odio…sin medida, que jamás lo causa la Luz de la fe en el alma, como Gracia del
Dios único, uno y trino.
Juan respondió: “Soy una voz que grita en el
desierto”.
El mundo
es el desierto. Evangelizar es ser voz que grita
en el desierto.
Se necesita mucha fe y la fuerza del Espíritu para ser testigo y voz en el desierto.
Hemos recibido el Bautismo de Gracia que nos llena de Espíritu Santo para
ser testigos en medio del mundo desde la
Iglesia católica una.
Un mismo Dios y Señor, una misma Fe, un
mismo Bautismo.
“Dios que nos llama es digno de toda confianza; Él lo hará así”.
F. Allara
523 San Juan Bautista es el precursor (cf. Hch 13, 24) inmediato del Señor, enviado para prepararle el camino (cf. Mt 3, 3). "Profeta del Altísimo" (Lc 1, 76), sobrepasa a todos los profetas (cf. Lc 7, 26), de los que es el último (cf. Mt 11, 13), e inaugura el Evangelio (cf. Hch 1, 22; Lc 16,16); desde el seno de su madre ( cf. Lc 1,41) saluda la venida de Cristo y encuentra su alegría en ser "el amigo del esposo" (Jn 3, 29) a quien señala como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1, 29). Precediendo a Jesús "con el espíritu y el poder de Elías" (Lc 1, 17), da testimonio de él mediante su predicación, su bautismo de conversión y finalmente con su martirio (cf. Mc 6, 17-29).
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