domingo, 10 de diciembre de 2023

“CONSOLAR Y HABLAR AMOROSAMENTE” 

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M

Animación a la lectura PALABRA DE DIOS

5 minutos de nuestro "día a día"

DÍA 10 Diciembre  II DOMINGO ADVIENTO -CICLO -B


Is 40,1-5.9-11

El Señor consuela a Jerusalén
Vuestro Dios dice: “Consolad, consolad a mi pueblo; hablad con cariño a Jerusalén
y decidle que su esclavitud ha terminado, que ya ha pagado por sus faltas, que ya ha recibido de mi mano el doble del castigo por todos sus pecados.” Una voz grita: “Preparad al Señor un camino en el desierto, trazad para nuestro Dios una calzada recta en la región estéril. Rellenad todas las cañadas, allanad los cerros y las colinas, convertid la región quebrada y montañosa
en llanura totalmente lisa. Entonces mostrará el Señor su gloria, y todos los hombres juntos la verán. El Señor mismo lo ha dicho.”

Súbete, Sion, a la cumbre de un monte; levanta con fuerza tu voz para anunciar una buena noticia. Levanta sin miedo la voz, Jerusalén, y anuncia a las ciudades de Judá: “¡Aquí está vuestro Dios!”  10 Llega ya el Señor con poder, sometiéndolo todo con la fuerza de su brazo.
Trae a su pueblo después de haberlo rescatado. 11 Viene como un pastor que cuida su rebaño; levanta los corderos en sus brazos, los lleva junto al pecho
y atiende con cuidado a las recién paridas


    Poca esperanza podía tener el Pueblo elegido después de muchos años desterrado a Babilonia.

Dios es el mismo siempre, porque su Misericordia es eterna como lo es su Ser inmutable. Somos nosotros, siendo seres humanos de condición mudable según tiempo y lugar, quienes lo manifestamos como si Él fuera mudable. 

Dios habló a Isaías para que fuera fuente de esperanza para su Pueblo.

El Profeta nos dice dos palabras muy importantes que no deberíamos olvidar nunca y que las debemos practicar, aunque sangre el propio corazón herido: consolar y hablar amorosamente.

Es gran don de Gracia saberse necesitado, sobre todo de Dios y también de los demás, reconociendo nuestra condición humana y nuestra pobreza, que aún es mayor cuando piensa que es suficiente y no necesitada.

Es la pobreza que aísla e incapacita para amar y a agradecer ser amado.

No hay corazón que no necesite ser consolado y ser tratado amorosamente, bien sea por su sufrimiento o por la inconsciencia de no saber amar, que en este caso nos convierte en seres más necesitados.

Consolar y hablar amorosamente es abrir rutas en el desierto de la vida.

Practicarlo, como estado de vida permanente, exige bajar “las montañas de vanidad y orgullo, para que el terreno pedregoso se convierta en valle”.

Necesaria conversión, no sólo para la relación humana, para consolar y hablar amorosamente, sino para abrir caminos al espíritu para que pueda experimentar el consuelo y el hablar amoroso de Dios al alma.


Mc 1,1-8

Juan el Bautista en el desierto
(Mt 3.1-12; Lc 3.1-9,15-17; Jn 1.19-28)
Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios. El profeta Isaías había escrito:
“Envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino.Una voz grita en el desierto:
‘¡Preparad el camino del Señor, abridle un camino recto!’ ” Sucedió que Juan el Bautista se presentó en el desierto bautizando a la gente. Les decía que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonase sus pecados. De toda la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén salían a oírle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.Juan iba vestido de ropa hecha de pelo de camello, que se sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; y comía langostas y miel del monte. En su proclamación decía: “Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo.”


Aprendamos de Jesús

Su brazo de poder y de dominio consintió ser clavado en un madero, para evidenciar que el Amor es más fuerte cuando es capaz de amar desde sufrimientos de muerte, que vence para siempre.

Juan Bautista nos enseña, con su vida y con su muerte, que consolar y hablar amorosamente exige, muchas veces, gritar en el desierto de las vidas para que despierten del letargo de vivir fuera del Camino. 

También esto es amar y consolar

Nos enseña saber ocupar el lugar propio que nos corresponde:


“Después de mí viene el que es más poderoso que yo 

Jesús, que consuela sin gritar.


“Tan poderoso 

que no soy digno 

de desligar la correa de su calzado”


El hombre más grande nacido de mujer, ante Jesús, sabe que no es digno de ser su esclavo. (Yo no soy digno es de más fe que recibirle por Gracia).

Ayer hablaba del Bautismo

El de Juan era de conversión, el que hemos recibido es de convertidos por pura gratuidad divina

Sin mérito y siendo enemigos de Dios, Cristo asumió nuestro mal creando un ser nuevo.

El grito de Juan era para convertir el corazón con el fin de poder advertir el paso de Jesús por la vida.

¿No hace falta otro Juan que le grite al mundo de hoy que despierte de su suficiencia y de la satisfacción de vivir apoyado en la seguridad de una roca sin fundamento, para que sea capaz de alcanzar la mano que Dios nos da a todos en Jesús, como se la dio a Pedro suficiente cuando se hundía?

El silencio de Dios, que ha pasado haciendo el Bien, reconciliándonos con el Padre, es fuente de consuelo que llega amorosamente al alma.

Es la Palabra que oyen los que pasan de vivir la vida abierta sólo hacia fuera, a entrar en su aposento y cerrar la puerta, para escucharla en su alma como voz amiga. No para refugiarse alejada, sino para que la Luz salga fuera desde dentro, aunque sea desde el silencio.

Dios habla en el silencio, por esto no la oye el mundo, aunque lo contemple en el Calvario. 

El mundo no lo entiende ni sabe escuchar.

Cuesta entender y creer que lo propio del amor es amar y perdonar libremente, aun pendiendo de la Cruz.


 2Pd 3, 8,14 

Además, queridos hermanos, no olvidéis que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. No es que el Señor se demore en cumplir su promesa, como algunos suponen. Lo que sucede es que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que nadie muera, sino que todos se vuelvan a Dios.

10 Pero el día del Señorj vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con un ruido espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, quedará sometida al juicio de Dios.l
11 Puesto que todo va a ser destruido de esa manera, ¡con cuánta santidad y devoción debéis vivir! 12 Esperad la llegada del día de Dios, y haced lo posible por apresurarla. Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán entre las llamas; 13 pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, en los que todo será justo y bueno.
14 Por eso, queridos hermanos, mientras esperáis estas cosas, haced todo lo posible para que Dios os encuentre en paz, sin mancha ni culpa.

Con Pedro agradecemos saber que para Dios un día son mil años y mil años como un día, no para diferir sus promesas, como algunos suponen, sino para decirnos que su paciencia y su misericordia nos salvan.

Los sabios del mundo se contradicen cuando afirman su increencia, a la vez que la justifican con que Dios calla y consiente tanto mal.

Dios “no quiere que nadie se pierda, sino que todos lleguen a convertirse”.

“Considerad que la paciencia de Dios es nuestra salvación”. (2 Pd. 3,15).

¡Dios nos espera!  

 F. Allara


MARÍA DIJISTE SÍ


"El grito de Juan era para convertir 

el corazón con el fin 

de poder advertir el paso de Jesús por la vida"







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