martes, 7 de noviembre de 2023

¡SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS!

Reflexión, Meditación, Oración 

Fray F. Allara O.F.M

 


PALABRA DE DIOS

 

Rom 12,5-16


así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a otros como miembros de un mismo cuerpo.

Dios nos ha concedido diferentes dones, conforme a lo que quiso conceder a cada uno. Y si Dios nos ha concedido el don de profecía, hablemos según la fe que tenemos; si nos ha concedido el don de servir a otros, sirvámosles bien. El que haya recibido el don de enseñar, dedíquese a la enseñanza; el que haya recibido el don de animar a otros, dedíquese a animarlos. El que da, hágalo con sencillez; el que ocupa un puesto de responsabilidad, desempeñe su cargo con todo esmero; el que ayuda a los necesitados, hágalo con alegría.
Deberes de la vida cristiana
Amaos con toda sinceridad. Aborreced lo malo y seguid lo bueno.10 Amaos como hermanos los unos a los otros, dándoos mutuamente preferencia y respeto.
11 Esforzaos, no seáis perezosos y servid al Señor con corazón ferviente.
12 Vivid alegres por la esperanza que tenéis; soportad con valor los sufrimientos; no dejéis nunca de orar.
13 Ayudad en sus necesidades a los que pertenecen al pueblo santo; recibid bien a los que os visitan.
14 Bendecid a los que os persiguen; bendecidlos y no los maldigáis.
15 Alegraos con los que están alegres y llorad con los que lloran.
16 Vivid en armonía unos con otros. No seáis orgullosos, sino poneos al nivel de los humildes.t No os tengáis por sabios.


La frase se la dijo Jesús a la samaritana : ¡SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS!

Los que llegan a recibir la Gracia de conocer a Dios, se asombran del Don de saber de Él. Y cuanto más le conocen menos saben de Él. Su sabiduría, que no procede de su propio conocer, les da la experiencia de que Dios es inconcebible en su Ser divino.

S. Pablo no está exigiendo actitudes morales deducidas de la Fe, sino que expresa lo que conoce de Dios en Cristo.

Enamorarse del bien,

ser diligentes y no perezosos,

esperanzados,

soportar los sufrimientos,

ser constantes en orar,

bendecir a los que nos persiguen,

estar alegres con los que ríen

y llorar con los que lloran,

 vivir en comunión,

ponerse de parte de los humildes,

ha sido la vida de Dios-con-nosotros.

A este banquete de felicidad y de libertad nos invita Dios; pero, aun siendo buenos cristianos, falta la determinante disposición para vivir este banquete.

Estamos demasiado pegados a nuestras seguridades y a veces al orgullo disimulado, o no tanto, para aceptar el mandamiento del amor y del perdón como Dios hace con nosotros permanente e incondicionalmente; porque el Amor divino no tiene medida; nos ama con Amor desbordante sin merecerlo y a veces sin reconocerlo ni agradecerlo a nuestra medida.

Gran banquete es la Eucaristía, y lo inimaginable es tener el Don de poder hacer presente a Cristo muerto y resucitado, en su Memorial mandado.

 

Lc 14.15-24 

(Mt 22.1-10)

Parábola de la gran cena

15 Al oir esto, uno de los que estaban sentados a la mesa dijo a Jesús:
–¡Dichoso el que tenga parte en el banquete del reino de Dios!
16 Jesús le dijo:
–Un hombre dio una gran cena e invitó a muchos. 17 A la hora de la cena envió a su criado a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado.’ 18 Pero ellos comenzaron a una a excusarse. El primero dijo: ‘Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego que me disculpes.’ 19 Otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y he de probarlas. Te ruego que me disculpes.’ 20 Y otro dijo: ‘No puedo ir, porque acabo de casarme.’ 21 El criado regresó y se lo contó todo a su amo. Entonces el amo, indignado, dijo a su criado: ‘Sal en seguida a las calles y callejas de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los inválidos, a los ciegos y a los cojos.’ 22 Volvió el criado, diciendo: ‘Señor, he hecho lo que me mandaste y aún queda sitio.’ 23 Y el amo le contestó: ‘Ve por los caminos y cercados y obliga a otros a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque os digo que ninguno de aquellos primeros invitados comerá de mi cena.’

El Evangelio habla de los que se excusaban.

Hoy nos tenemos demasiada confianza, menos la de confiar sólo en Él que, creyentes, cristianos y muchos católicos, pasan de Dios sin excusarse. Cualquier motivo es suficiente para tratar a Dios como igual, olvidando que Jesús es el Señor.

Tratamos a Dios, a veces,  en el templo y fuera de él, con menos educación que ante cualquier otro ser humano.

Al Don de la Eucaristía no llegan muchos de los creyentes provenientes de Abraham, Isaac y Jacob, ni todos los cristianos, incluidos muchos católicos. Unos y otros pasamos de excusarnos, como si de Dios no se tratara.

Pero la parábola se cumple, a pesar de la negación a la fe de celebrarlo en el Banquete eucarístico, aun creyendo en el mismo Dios y también en Cristo.

Dios sigue invitando a los que parecen pobres, inválidos, ciegos y cojos, que andan por las plazas y las calles por carecer de hogar.

Dios invita a buenos o malos, porque ante Él nadie es justo. Lo que espera es que respondamos a su invitación, siendo sólo Él quien va modelando el corazón de los que escuchan y experimentan su Amor.

La frase final del Evangelio es clara y contundente:

Os aseguro que ni uno solo de los que Yo había invitado gustará mi comida”.

Su comida es haber conocido el Amor divino desde el libro de la Cruz, y su relación con el Memorial que celebramos los católicos hasta que vuelva.

 F. Allara

 

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