¡SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS!
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
5 así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a otros como miembros de un mismo cuerpo.
La
frase se la dijo Jesús a la samaritana :
Los
que llegan a recibir la Gracia de conocer a Dios, se asombran del Don
de saber de Él. Y cuanto más le conocen menos saben de Él. Su sabiduría,
que no procede de su propio conocer, les da la experiencia de que Dios es
inconcebible en su Ser divino.
S.
Pablo no está exigiendo actitudes morales deducidas de la Fe, sino que expresa
lo que conoce de Dios en Cristo.
Enamorarse del bien,
ser diligentes y no perezosos,
esperanzados,
soportar los sufrimientos,
ser constantes en orar,
bendecir a los que nos persiguen,
estar alegres con los que ríen
y llorar con los que lloran,
vivir en
comunión,
ponerse de parte de los humildes,
ha sido la vida
de Dios-con-nosotros.
A
este banquete
de felicidad y de libertad nos invita Dios; pero, aun siendo buenos
cristianos, falta la determinante disposición para vivir este banquete.
Estamos
demasiado pegados a nuestras seguridades y a veces al orgullo disimulado, o no
tanto, para aceptar el mandamiento del
amor y del perdón como Dios hace con nosotros permanente e incondicionalmente;
porque el Amor divino no tiene medida;
nos ama con Amor desbordante sin merecerlo y a veces sin reconocerlo ni
agradecerlo a nuestra medida.
Gran
banquete es la Eucaristía, y lo inimaginable es tener el Don de poder hacer
presente a Cristo muerto y resucitado, en su Memorial mandado.
(Mt 22.1-10)
Parábola de la gran cena 15 Al oir esto, uno de los que estaban sentados a la mesa dijo a Jesús: –¡Dichoso el que tenga parte en el banquete del reino de Dios! 16 Jesús le dijo: –Un hombre dio una gran cena e invitó a muchos. 17 A la hora de la cena envió a su criado a decir a los invitados: ‘Venid, que ya está todo preparado.’ 18 Pero ellos comenzaron a una a excusarse. El primero dijo: ‘Acabo de comprar un campo y tengo que ir a verlo. Te ruego que me disculpes.’ 19 Otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes y he de probarlas. Te ruego que me disculpes.’ 20 Y otro dijo: ‘No puedo ir, porque acabo de casarme.’ 21 El criado regresó y se lo contó todo a su amo. Entonces el amo, indignado, dijo a su criado: ‘Sal en seguida a las calles y callejas de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los inválidos, a los ciegos y a los cojos.’ 22 Volvió el criado, diciendo: ‘Señor, he hecho lo que me mandaste y aún queda sitio.’ 23 Y el amo le contestó: ‘Ve por los caminos y cercados y obliga a otros a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque os digo que ninguno de aquellos primeros invitados comerá de mi cena.’ |
El
Evangelio habla de los que se excusaban.
Hoy
nos tenemos demasiada confianza, menos
la de confiar sólo en Él que,
creyentes, cristianos y muchos católicos, pasan de Dios sin excusarse.
Cualquier motivo es suficiente para tratar a Dios como igual, olvidando que
Jesús es el Señor.
Tratamos
a Dios, a veces, en el templo y fuera de
él, con menos educación que ante cualquier otro ser humano.
Al
Don de la Eucaristía no llegan muchos de los creyentes provenientes de Abraham,
Isaac y Jacob, ni todos los cristianos, incluidos muchos católicos. Unos y
otros pasamos de excusarnos, como si
de Dios no se tratara.
Pero
la parábola se cumple, a pesar de la negación a la fe de celebrarlo en el Banquete
eucarístico, aun creyendo en el mismo Dios y también en
Cristo.
Dios
sigue invitando a los que parecen pobres,
inválidos, ciegos y cojos, que andan por
las plazas y las calles por carecer de hogar.
Dios
invita a buenos o malos, porque ante
Él nadie es justo. Lo que espera es
que respondamos a su invitación, siendo
sólo Él quien va modelando el corazón de los que escuchan y experimentan su
Amor.
La
frase final del Evangelio es clara y contundente:
“Os aseguro que ni uno solo de los que Yo
había invitado gustará mi comida”.
Su
comida es haber conocido el Amor divino desde
el libro de la Cruz, y su relación con el Memorial que celebramos los católicos
hasta que vuelva.
F. Allara
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