martes, 7 de noviembre de 2023

 

¿QUÉ ES SER CREYENTE DE DIOS

 

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M



Animación a la lectura PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Clic en los textos para leer)


Ml. 1,14b-PA.-10

14 Yo soy el gran Rey, y soy temido entre las naciones.” Esto dice el Señor todopoderoso.

Habéis de obedecerme y debéis tomar en serio el honrarme. Si no lo hacéis, yo os maldeciré. Y como no habéis tomado en serio el honrarme, yo convertiré en maldición incluso los beneficios que obtenéis de vuestro sacerdocio.” Lo dice el Señor todopoderoso.
“Pero vosotros, sacerdotes, os habéis apartado del buen camino; con vuestras enseñanzas habéis hecho caer a muchos. Así habéis pervertido mi pacto con Leví. Por eso, porque no me habéis obedecido, y porque, además, cuando enseñáis a la gente no tratáis a todos por igual, yo haré que todo el pueblo os tenga por viles y os desprecie.” Lo dice el Señor todopoderoso.
10 ¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre, que es el Dios que a todos nos ha creado? ¿Por qué, pues, nos engañamos unos a otros, violando así el pacto que hizo Dios con nuestros antepasados?


XXXI TIEMPO ORDINARIO -  CICLO -A


Me pregunto: ¿Qué es ser creyente de Dios?

No pretendo una uniformidad de fe y creencia; Dios mismo nos ha creado singulares para que cada uno viva su fe desde su condición humana y a su medida. Lo cual no quiere decir que la fe o la religión que se practique, sea pura subjetividad. Al contrario, cuando más objetiva es la fe, por la creencia en el Dios verdadero, más es la singularidad relacional con Dios, más la posibilidad de diálogo religioso y más la unidad, desde la singularidad con que se vive la fe.

Es la subjetividad en relación con lo divino lo que crea la dificultad de un encuentro; p. e. los encuentros ecuménicos son muy positivos, pero no se deberían quedar en lo maravilloso del encuentro, sino que lo correcto sería proseguir un diálogo desde cada religión hacia un acercamiento al único Dios verdadero.

Sé que es el trabajo ecuménico y que se hace, pero con poca prisa, lo que indica lo arraigados que estamos a nuestra situación histórica, en nuestro tiempo y a la práctica habitual de nuestras creencias, cuando Dios, desde su aparente quietud y estabilidad, es un ser dinámico porque lo es el Amor.

 Diosllega cansado al mediodía” por su trabajo permanente, desde su fidelidad a todo lo que ha creado por Amor.  

 Si un encuentro ecuménico tiene como referencia la creencia en lo divino, aunque haya asistentes no creyentes, todos nos deberíamos plantear caminar desde la diferencia de creencias y también desde la increencia, hacia la objetividad de la fe, abiertos a la posibilidad humana del Dios revelado. Que el respeto no sea quedarse cada uno con lo propio.

   Nosotros, celebrando la Eucaristía, hemos de pensar en el dinamismo divino y no quedarnos en la rutina de una práctica; pues, vivir la Eucaristía es agradecer lo que Dios uno y trino hace en este momento. El Padre entrega a su Hijo, desde la obediencia de Cristo, a la Madre Iglesia, por el Espíritu, siendo nosotros, con nuestra presencia de fe y amor, los que hacemos posible el mandato del Señor de celebrar el Memorial de su Muerte y Resurrección hasta que vuelva. Todo, desde la gratuidad del Amor divino.

 Ser creyentes de cualquier dios, es fácil, aunque muy difícil llegar a un dialogo -lo constatamos dentro del cristianismo, llevando siglos separados-. No existe diálogo cuando la referencia de la que se habla no es objetiva por ambas partes.

 Cualquier forma de diálogo, no sólo cuando se trata de Dios, exige la medida de conformidad objetiva de lo que se habla; de lo contrario es hablar desde idiomas diferentes desconocidos por ambas partes. Así suelen ser muchos de los llamados diálogos religiosos y políticos o de cualquier tema, incluidos a veces los diálogos familiares o de amistad.

 Si somos capaces de admitirlo, ¡qué difícil es cambiar o crecer en algo desde lo que somos cada uno! 

El Pueblo elegido no cambió ante Jesús, por aferrarse a lo que tenían y eran.

Los cristianos estamos separados desde siglos, aferrados cada uno a su Cristo.

¡Lo que son las religiones cuando no son la práctica de nuestras creencias y no la respuesta de fe en el Dios único! 

Los verdaderos creyentes, todos los que viven la fe, crecen hasta una madurez de respuesta al don de la fe. Este crecimiento es el que aproxima, porque se toma conciencia de lo que une y de lo que separa.  

Dos preguntas del final del texto del profeta Malaquías nos dividen a los creyentes.

·       ¿Nos ha creado el mismo Dios?, pregunta del texto.

·       ¿No tenemos todos los seres humanos un mismo padre?

·       ¿Por qué somos desleales los unos con los otros, violando la alianza de nuestros padres?

¡Cuántas familias están rotas por romper la alianza familiar!

¿Se puede hablar de diálogo cuando se rompe lo más íntimo y verdadero que une a la familia, sea ésta como sea?

 Los hijos no hemos de ser la copia de los padres, pero tampoco la desemejanza de lo que ha supuesto para su vida lo más íntimo y verdadero, sea lo que sea.

 El amor une, nunca rompe ni separa; porque el amor es el fundamento para un diálogo que abra caminos diferentes, desde el sentido de la unidad que sólo es posible desde el amor. (Diferentes son las tres Personas divinas, sin embargo, son un solo Dios en su unidad por el Amor).

 Difícil de contestar a estas preguntas desde cualquier de las religiones en diálogo, si hablamos de fe desde una diversidad subjetiva de Dios.

 Se reza conjuntamente con gran respeto, y el único Dios recoge la diversidad de creencias mantenidas pues, no siempre rezar juntos es rezar en comunión.

 A esta dificultad le siguen los problemas de la no fraternidad y de no sentirnos hermanos, quedando en un respeto educado; pues si no coincidimos en Dios, y en cierta creencia en la paternidad divina, no hay hermandad posible.

 Nos hemos de hacer estas preguntas los cristianos y también los mismos católicos. Sigo afirmando que, la conversión que necesitamos todos los católicos -antes de hablar de todos los cristianos-, es la unidad en la fe.

“Un solo Señor, un solo Bautismo y una sola fe” 

Porque tenemos un solo Padre, como nos lo recuerda el Evangelio. Cantamos, pero la realidad no es ésta. 

Mal podemos ser testigos de la Verdad del Dios único y verdadero desde nuestra división interna. 

La unidad, que nunca es uniformidad, es la primera condición exigida en oración por el mismo Jesús al Padre.

  

Mt. 23,1-12

Jesús denuncia a los fariseos y a los maestros de la ley
(Mc 12.38-40; Lc 11.37-54; 20.45-47)
Después de esto, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: “Los maestros de la ley y los fariseos son los encargados de interpretar la ley de Moisés. Por lo tanto, obedecedlos y haced todo lo que os digan. Pero no sigáis su ejemplo, porque dicen una cosa y hacen otra. Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo. Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas.Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros.
“Pero vosotros no os hagáis llamar maestros por la gente, porque todos sois hermanos y uno solo es vuestro Maestro. Y no llaméis padre a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el que está en el cielo. 10 Ni os hagáis llamar jefes, porque vuestro único Jefe es Cristo. 11 El más grande entre vosotros debe servir a los demás. 12 Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.


Después de la unidad, Jesús nos revela la condición propia del cristiano: el amor.

Como dice Pablo, que ha entendido bien a Jesús, en la segunda lectura, que habla de amar “como una madre cuando acaricia a sus hijos”e incluso de un amor que habla “hasta de dar la vida”. I Tes. 2,7b-9.13



·       Amor para la celebración cultual –creer y amar lo que celebramos cultualmente-,

·       Amor para el servir en nombre de Dios.

·     Amar no es hacer limosna con actitudes de superioridad, porque no es tal servicio, sino una manifestación de ser más ante quien es igual ante Dios.

·       El amor no impone cargas a nadie. 

Desde cualquier cargo, sea religioso, familiar, social o político, toda persona que, pudiendo facilitar la solución de cualquier problema o relación, la complica, está revelando que usa el poder que tiene para cargar fardos sobre los demás, pero no manifiesta la actitud que mueve a atraer al otro; al contrario, el mismo gesto de ayuda o servicio, se vuelve en actitud de separación, que es el que produce cualquier servicio cuando no lleva el sello de la verdad del amor. 

Jesús fue perseguido por acusar a los que debían servir con amor de hablar, hacer y decir, “para ser vistos”; por esto decía que se visten con:

Grandes filacterias y borlas largas

y gustan de ocupar los primeros puestos en las sinagogas

y que la gente les salude como sabios y conocedores de la Ley,

y que sean tratados como maestros


 Advierte a los discípulos y nos advierte hoy a todos: obispos, sacerdotes, religiosos, padres, educadores, catequistas…, que nadie nos considere maestros, porque sólo Él es Maestro que educa con el ejemplo de su propia Vida, y todavía más, no digamos a nadie padre, porque uno solo es nuestro Padre.

¿Quién acepta a Jesús que nos exige una vida de valores únicos? 

·       Cuanto más importante, más exige ser servidor de todos.

·       “Todo aquel que se enaltece será humillado, mientras que, todo aquel que se humilla, será enaltecido”. 

Ser servidor de todos es haber entendido lo de ocupar el último lugar. 

El último lugar no es cuestión de espacio, sino de vida interior. Somos lo que vive nuestra intimidad. 

De poco sirve aparentar humildad o sentarse en el último lugar, si nuestro interior está en el primero. 

De poco sirve una apariencia externa, cuando por dentro hay rebeldía o desengaño o angustia por cualquier palabra o situación que toca la verdad de lo que somos. 

De esto es de lo que nos debemos examinar cada día, no teóricamente, sino desde la realidad de la vida y desde el lugar que ocupamos: 

1.     ¿Cómo vivimos la unidad?

2.     ¿Cómo vivimos la verdad del amor desde la realidad de amar?

3.     ¿Cómo practicamos lo del último lugar?

4.     ¿Cuándo somos realmente humildes?

Estas son las referencias objetivas que nos marca Jesús para ser testigos en el mundo, que tiene valores contrarios totalmente a los que hoy nos advierte Jesús.

No pensemos que esto va dicho sólo para los que tienen un cargo religioso, social o político, sino que está dicho para todos, empezando por ver cómo lo vivimos en familia, en la comunidad donde estamos, y de qué manera educamos a los niños en estos valores. 

Pretender ser cristianos y ser personas de oración, si en la práctica vivimos los contravalores del mundo, es imposible hallar la felicidad y crecer en vida espiritual desde la fe en Jesús.  

  F. Allara

 




                                                                                                                                  

 

 

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