NO SIEMPRE LO QUE VEN LOS OJOS
ES LA ÚLTIMA PALABRAPALABRA DE DIOS
Como misionero de la PALABRA DE DIOS
nos la comparte Fray Federico Allara O.F.M. desde su Meditación-Oración
REFLEXIÓN-MEDITACIÓN-ORACIÓN
Todos
los años, me gusta contemplar la Naturaleza, y no deja de llamarme la atención
ver la repetida acción de caer las hojas de los árboles, hasta llegar a pensar,
desde lo que contemplan mis ojos, que los árboles son madera muerta, por el
esqueleto del árbol que parece que fue, en su aspecto sin aprecio de vida
aparente; sin embargo, llega la primavera y aparecen los primeros vestigios de
resurrección de la creída muerte. La Naturaleza nos enseña que para nacer y
crecer hay que morir.
Se
siembra algo vivo y muere sepultado, para abrirse paso con fuerza entre la
tierra y aparecer con gesto de resucitado; pues, la tierra es más madre que
engendra, que materia que sepulta.
También Jesús nos sorprende con enseñanzas sencillas de mucha trascendencia.
Hoy nos
habla del grano de mostaza. Es la semilla más pequeña pero luego, hasta los
pájaros encuentran en sus ramas de gran árbol el lugar para anidar y tener su
hogar.
¿Qué
es un ser humano en su singular soledad solitaria?
Un
pobre ser que va dejando de ser humano, por no ser imagen de nada; al
contrario, la soledad del ser solitario se convierte en un ser necesitado, que,
como árbol seco, ningún pájaro acude a anidar en sus ramas, porque les quema el
sol por falta de vida y de flor verde en sus ramas.
Desde
la fe Dios en Cristo nos dice que para vivir hay que morir; no como escuchamos
decir que nacemos para morir, sino que hemos sido creados para hallar el
sentido a la vida y no ser el absurdo de existir sin razón.
La
razón de ser nos la da Dios al decir que somos imagen suya, que es Vida de Amor
en Comunidad. Así entendemos que somos una soledad singular, creada por Amor,
que halla el sentido de la vida amando.
¿Cómo?
Siendo
humildes para conocer la Sabiduría de quien nos ha creado por Amor para ser
como el grano de mostaza: aprender a morir con esperanza de que la sepultura
del amor no es la muerte definitiva, sino capacidad de resurrección, con el
gran sentido de darle a la vida la oportunidad de ser árbol frondoso, donde los
pájaros no tengan miedo en hacer sus nidos, bajo el cobijo de las ramas verdes
que les dan color y protección.
Con
esta sencilla palabra Jesús, no sólo nos enseña qué somos y cómo hemos de vivir
para ser humanos y divinos, sino que nos advierte que nuestro trabajo es
sembrar.
Sembrar humildemente, como quien sabe que deja bajo tierra una semilla de mostaza, sin más pretensión que la fe y la esperanza, regadas con amor, sin esperar tan siquiera verla florecer, porque, lo nuestro es sembrar; como hacéis los padres y los que han aprendido a amar: sembrar con amor, esperando que, cuándo sea y cómo sea, Dios lo haga florecer.
F. Allara
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