miércoles, 1 de noviembre de 2023

 FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS

REFLEXIÓN-MEDITACIÓN-ORACIÓN 

de Fray Federico Allara O.F.M.




Si siempre hemos de celebrar la Eucaristía con alegría por la gratitud a Dios que nos concede vivir el Memorial de Cristo, preludio del Banquete de Amor que viven los Bienaventurados en el cielo, tal vez más hoy, por la solemnidad de todos los Santos, que no necesitan de nuestros rezos, como haremos mañana por los difuntos porque, como dice

S. Bernardo:

“Ellos viven la medida de plenitud de ser en Dios,

siendo nosotros los que nos beneficiamos de su intercesión”

 

Hoy somos más conscientes que otros años de la realidad del mundo, por vivir la crueldad de las guerras y su perseverancia; digo más conscientes, porque el aire que respiramos nos llega contaminado, y al respirarlo, nos damos cuenta de que falta el aire puro que pensábamos que existía antes, menos conscientes de la gravedad del mundo.

Como decía el pasado domingo, lo que no nos afecta directamente, lo vivimos y rezamos cómodamente, como si no pasara en el mundo.

Siempre ha habido guerras, siempre ha habido millones de seres humanos que han muerto y siguen muriendo de hambre.

Aquellas guerras y los muertos de hambre de siempre, no eran nuestro problema.

Hoy nos preocupa la situación, aunque sólo sea para verlo en los medios de comunicación, porque percibimos que el peligro se ha acercado.

¿Por qué esta introducción?

Por el día que celebramos como Iglesia católica, que cree en la santidad de los seres humanos y los celebra litúrgicamente, no sólo a los canonizados, a los que la misma Iglesia ha probado su santidad y ha aprobado ser testigos para la Humanidad que quiera tener referencias humanas de seguidores del Evangelio de Cristo, sino que celebramos a los que, a los ojos de Dios, han vivido como vivió Jesús y mueren a la manera de cómo murió Jesús aunque, tal vez, muchos no lo hayan conocido.

La santidad es posible en medio del mundo y cada uno la podemos vivir en el tiempo que nos toca, entendiendo que ni los santos han sido perfectos, sino pecadores que han vivido la fe, o han sido buenos en medio de la tribulación, de una manera natural, que no deja de ser Gracia, por la que hoy son celebrados.



EVANGELIO DEL DÍA  

(Haz clic en la imagen o en el texto)




  SERMÓN DEL MONTE 


"1 Al ver la multitud, Jesús subió al monte y se sentó. Sus discípulos se le acercaron, y él comenzó a enseñarles diciendo:
La dicha verdadera: "Bienaventuranzas"


“Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos.e
“Dichosos los que sufren, porque serán consolados.
“Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra que Dios les ha prometido.
“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos.
“Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.
“Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.
“Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.
10 “Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque suyo es el reino de los cielos.
11 “Dichosos vosotros, cuando la gente os insulte y os maltrate, y cuando por causa mía digan contra vosotros toda clase de mentiras.12 ¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa!p Así persiguieron también a los profetas que vivieron antes que vosotros."


Dios se fija en los que viven en verdad las Bienaventuranzas que vivió Cristo y las anunció como su Programa de Mesías en el mundo.

Puede que muchos nunca las hayan escuchado, sin embargo, ante Dios, que nos mira con amor, contempla_

·       A los pobres que lo son y lo viven de múltiples maneras y los llama bienaventurados, aunque como dice la Escritura, parece que son castigados. 

·       A los humildes que no tienen voz ni voto, aceptando la vida sin rebelarse. –

·       A los que tienen hambre, porque no tienen pan, y siguen muriendo cada día.

·       A los que tienen hambre de que haya Justicia en el mundo y dan la vida por conseguirlo

·       A los que, a pesar de vivir en tribulación, son compasivos, por haber conocido a Cristo, o porque lo son de natural, por Gracia que tampoco conocen, pero que para Dios son bienaventurados

·       A los que son limpios de corazón, porque lo es su mente y su vida, para no juzgar, para amar, para perdonar, para justificar; porque sus ojos son la transparencia de almas limpias en medio de un mundo de basura, revestida de oro, como sepulcros blanqueados. –

·       A los que, en medio de todas las guerras, las del mundo y las cercanas, saben tener palabras y hecho que conducen a la paz, porque la llevan dentro.

Personas han entendido que la Paz no se construye con odio, con venganza, con violencia, con “la ley del talión, o triplicada, como antes de ser promulgada”, devolviendo siempre bien por mal.

·       A los que son perseguidos por su fe, por su religión y absurdamente más, por criterios ideológicos y hasta deportivos. ¡Cuánta necedad y cuánta pobreza humana! 

·       A los perseguidos durante dos mil años por ser testigos de Jesús, perseguidos por su Nombre, por su Vida, por su Amor, por ser ¡Dios! Cuántos santos anónimos, hombres, mujeres, niños, familias enteras, de toda clase y condición, de toda raza y lengua, como dice el Apocalipsis; (Ap. 7,2-4.9-14) cuántos mártires, cuántos confesores y vírgenes…

¡Cuántos santos que sólo Dios los conoce y espera como buen Padre, para abrazarlos después de sufrir en el mundo, llegados desde la gran tribulación! Cristo los ha lavado con su Sangre inocente, para presentarlos divinizados ante el Padre.

Muchos son los Santos que la Iglesia católica nos ofrece como seres humanos que han vivido el Evangelio, que han conformado su vida con la de Cristo, de muchas y diversas manera.

El cielo está lleno de santos que ni ellos sabían lo que les esperaba, porque en sus vidas sólo han conocido guerra, mesas vacías, odio y muerte, para tantos de forma inocente.

¡Cuántos se han encontrado con un Banquete de Amor y de felicidad eterna, que jamás habían pensado, porque nadie les había amado, desconociendo la Verdad del Amor que existe, por más que el mundo lo niegue! Alegrémonos de celebrar esta Fiesta.

Emocionémonos por ver eternamente felices llenando el cielo, a millones de seres humanos que, a lo largo de la Historia in[1]humana, sólo conocieron en su vida dolor en todas sus facetas. Alegrémonos al ver el asombro al morir de haberse encontrado como verdaderos hijos en Cristo, (I Jn. 3,1-3), ante el Padre que les esperaba para abrazarlos eternamente.

Que el Banquete Memorial de Cristo que celebramos sea hoy todavía más un Banquete de comunión con Todos los Santos, que han hallado la felicidad no esperada por muchos, porque ¡Dios Es Amor!

Pero, sería pura teoría hablar de la felicidad de todos los Santos que hoy celebramos si nosotros no deseamos y esperamos este cielo abierto y este Banquete eterno.

Deseemos nuestra conversión, que no es otra que, amar el Evangelio de Jesús, que es amar su Vida, y creer en su Muerte y Resurrección, para entender que, dentro de lo imposible que es vivir a Cristo, sin Cristo, es posible abrirnos a la Gracia de Dios para practicar las Bienaventuranzas desde nuestra vida real.

También, tener la humildad, para saber contemplar en medio de la vida, y tal vez dentro de nuestro propio hogar, a muchos seres humanos, conocidos o no, pero que veamos la realidad de las bienaventuranzas vividas en sus palabras y hechos, porque, si celebramos que llenan el cielo millones de seres humanos anónimos, que han sido santos en sus vidas, es porque hay mucha santidad en el mundo.

Dejemos a parte mucha información, no siempre digna de ser atendida, y contemplemos, desde un espíritu que se interroga y busca la Verdad, la santidad de momento anónima que hay entre nosotros.

Empecemos por vivir con amor y verdad el Banquete preludio del que celebran eternamente en el cielo los Todos los Santos en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y también pensar y meditar y desear el cielo prometido, pues, quien vive en espíritu y verdad, salvando las distancias, por lo menos entiende lo de, “Muero porque no muero…, porque alta vida espero”.

 F. Allara

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