jueves, 2 de noviembre de 2023

LOS QUE AMAN ESPERAN PORQUE 
EL AMOR NO MUERE



Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS 
desde la experiencia de Fray F. Allara O.F.M 


PALABRA DE DIOS


Libro de las lamentaciones 3, 17-26 

17 De mí se ha alejado la paz  y he olvidado ya lo que es la dicha.
18 Hasta he llegado a pensar que ha muerto mi firme esperanza en el Señor.
19 Recuerdo mi tristeza y soledad, mi amargura y sufrimiento;
20 me pongo a pensar en ello y el ánimo se me viene abajo.
21 Pero una cosa quiero tener presente y poner en ella mi esperanza:
22 El amor del Señor no tiene fin ni se han agotado sus bondades.
23 Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad!
24 Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí; por eso en él confío!
25 El Señor es bueno con los que en él confían, con los que a él recurren.
26 Es mejor esperar en silencio que el Señor nos ayude.

Juan 14, 1-6                                            

Jesús, el camino al Padre
“No os angustiéis: creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchos lugares donde vivir; si no fuera así, no os habría dicho que voy a prepararos un lugar. Y después de ir y prepararos un lugar, vendré otra vez para llevaros conmigo, para que vosotros también estéis donde yo voy a estar. Ya sabéis el camino que lleva a donde yo voy.”
Tomás dijo a Jesús:
–Señor, no sabemos a dónde vas: ¿Cómo vamos a saber el camino?
Jesús le contestó:
–Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre.



No siempre se ve mejor la vida en pleno día. 

La noche, con su oscuridad, guarda el tesoro del silencio, que abre la puerta a la visión de dentro.

La noche despierta el dolor; como abre la rendija de la esperanza. 

La noche acerca a la realidad interior más que la luz del pleno día. 

En la noche no hay más que silencio y vida; el día tiene la vida con demasiadas cosas entretenida. 

Mientras hay vida se puede hasta negar el sol; cuando se acerca la noche de la vida, se sueña con el Sol negado durante muchos días.

Muchos son los que repiten en vida el texto de Lamentaciones 3,17s.:

Mi alma vive lejos del bienestar, ya no recuerdo la felicidad
y pienso que he perdido toda esperanza;
no puedo confiar en el Señor…”

Ante el sufrimiento, respetemos la palabra de duda sobre Dios, demos la mano amiga y caminemos juntos en silencio…, para que el alma no se cierre sobre sí y pueda seguir soñando que el Sol no es capaz de negarlo la niebla.

No nos cansemos de caminar juntos en silencio con quien sufre.

¡Cuántas palabras escucha su alma en silencio, al sentir latir en su mano el corazón, en la mano amiga que lo acompaña!

Dios es paciente; seámoslo nosotros también.

Fácil es acompañar al que la vida le sonríe, pero pronto se cansa el que camina con quien el dolor le oprime. El silencio sólo lo aguanta quien ama.

Acompañando a quien su alma no recuerda la felicidad, llega un momento en que puede escuchar:

Que vuestros corazones se serenen; fiaros de Dios y fiaros de Mí



Ha empezado a entrar la luz en el alma que soñaba de noche con la Luz del Sol, y brota como grano de mostaza la esperanza, que no es esperar morir para gozar de un lugar prometido, sino ver cómo crece cada día el espacio de luz en el alma, hasta reconocer que Jesús es el Camino para andar en el tiempo, que es la Verdad de paz, en medio de la tribulación y que es la Vida, que ha experimentado la resurrección de alma dormida, devolviéndole la felicidad perdida.

Un Dios que no sirve para vivir la realidad de cada momento, no es Dios verdadero, ni de él hay que esperar un mejor tiempo venidero. Son dioses que iluminan un instante, pero que apagan su luz cuando entra la noche, dejando en soledad el alma de estos dioses enamorada.

El único Dios verdadero no engaña. Su Luz viene del Amor de la Cruz. Muchos no lo creen; piensan que un Crucificado sólo puede invitar a sufrir, sin llegar a la sabiduría de entender que el dolor sólo lo salva el amor.

¿Quién en silencio acompaña hasta que el alma ve la luz, si no es el amor?

¿Quién acompaña nuestra vida, sino Jesús, el Amor Crucificado?   

Entendido el Amor divino, conocemos a Dios como Comunidad de Amor, de la que nunca hubiéramos sabido si no se nos hubiera revelado.

Esta Comunidad de Amor, llena en la plenitud de su Amor, se abrió para crear el Universo y al hombre creados a su imagen y se volvió a abrir para descender Dios en la Persona del Hijo y decirnos:

En la casa de mi Padre hay lugar para todos…
y cuando haya ido a prepararos el lugar,
Volveré y tomaré a mi casa,
para que también vosotros viváis donde Yo vivo

Esta es la esperanza cierta que nos dice la fe, sabiendo que, a la casa del Padre, se llega por el Camino, caminando con Jesús, viviendo la Verdad de su Vida, con caridad perfecta, a nuestra medida.

La Comunidad divina de Amor se ha convertido en el hogar de los que viven.

Nadie llega al Padre si no es por Mí

No sólo llegar a este “lugar”, sino que llegamos en vida a conocer y creer en Dios, en el Dios único y verdadero, por Jesús, ungido para ser el Sacerdote mediador que uno lo divino con lo humano, dando a conocer la Verdad, que tanto ansía el alma, en la medida en que se confía y se ama.

Si ayer veíamos el favor de los Santos que lo tienen todo en Dios, hoy vivimos en comunión de oración con los que están a la puerta del Amor trinitario donde les espera el buen Padre, para el abrazo eterno.

Con ellos nos unimos, sabiendo que recibimos de ellos más que lo que les podamos dar, porque ellos viven en su purificación el gozo de saber que les espera la eternidad de Amor, mientras nosotros vamos de camino.

Unamos las manos, desde la vida del espíritu, con los Santos, las almas que llegan al cielo y las que están purificando sus vidas, para llegar también Santos junto al Santo de los Santos que les diviniza entregándolos al Padre, y también nosotros, vivamos unidas las manos, como decía, para que, cada uno sienta en las suyas el latir del corazón de fe y de amor del otro con quien caminamos peregrinos hacia la misma casa de Dios, que nos ha preparado Jesús.

Que el silencio del alma recoja la Luz y la guarde con amor, para escuchar por dentro la voz de la Palabra, que pronuncia el Espíritu Santo, para ser escuchada, entendida, creída y amada, por los que se fían del Amor que han conocido en Cristo Jesús, porque, como le dijo a Felipe:

Quien me ve a Mí, está viendo al Padre…
porque Yo estoy con el Padre y el Padre está en Mí”

Oh Santo y glorioso Dios, dame Fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta; sentido y conocimiento para cumplir tu veraz mandamiento”. 

Así rezaba Francisco, con su corazón abierto, para no caer nunca en lamento, aunque cunda el desaliento.

¡Qué grande es el Amor conocido!                                                

F. Allara

 

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