sábado, 4 de noviembre de 2023

 

EL AMOR NO TIENE LÍMITE


Meditación Oración de EVANGELIO DEL DÍA  

F. AllaraO.F.M 



Animación a la lectura PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"


(Clic en los textos para leer)


 

 LA SALVACIÓN DE ISRAEL 

Los privilegios de Israel


Como creyente que soy en Cristo, digo la verdad, no miento. Además, mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que esto es verdad: siento una gran tristeza y en mi corazón tengo un dolor continuo, y hasta querría estar yo mismo bajo maldición, separado de Cristo, si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi propia raza. Son descendientes de Israel y Dios los adoptó como hijos. Dios estuvo entre ellos con su presencia gloriosa y les dio los pactos, la ley de Moisés, el culto y las promesas. Son descendientes de nuestros antepasados; y de su raza, en cuanto a lo humano, vino el Mesías, el cual es Dios sobre todas las cosas, alabado por siempre. Amén.

    Quien posee lo que quiere termina por no ser dueño de sí mismo; lo que se posee de más se adueña de él, quedando esclavizado de lo que considera su riqueza. La medida de lo que pasa de lo necesario va siendo signo de pérdida de libertad.

El examen de conciencia no debería estar sólo relacionado con lo religioso; es bueno conocer lo que se va adueñando de nuestra libertad, de nuestra inteligencia, de nuestra voluntad, porque determina la realidad de la propia vida, de nuestras relaciones humanas, incluida la relación con Dios.

El texto de S. Pablo revela la libertad de su fe y de su amor por sus hermanos, el Pueblo de su linaje.

Manifiesta su gran tristeza y el dolor de su corazón, hasta desear ser proscrito de Cristo, por su conversión.

Su Pueblo lo tenía y lo tiene todo; es desde esta posesión que pone límites al mismo Dios; pues, creyéndose dueño de la Ley, le esclaviza.

Por esto S. Pablo llega a decir que la Ley mata y la Gracia libera.




Lc 14,1-6

 

Jesús sana a un enfermo de hidropesía

Sucedió que un sábado fue Jesús a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos le estaban espiando. Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía.Jesús preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos:
–¿Está permitido sanar a un enfermo en sábado, o no?
Pero ellos se quedaron callados. Entonces Jesús tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió. Y dijo a los fariseos:
–¿Quién de vosotros, si su hijo o su buey cae a un pozo, no lo saca en seguida aunque sea sábado?
Y no pudieron contestarle nada.


Por esto, cuando Dios se presentó a su Pueblo, fueron los esclavos de la Ley los que no le aceptaron y le persiguieron desde el primer momento, cuando hubieran tenido que ser los primeros en reconocer al Mesías, gloriándose de conocer las Escrituras.

Cuando la propia sabiduría es superada por la verdad de la ciencia del amor, la inteligencia se calla, como no contestaban a Jesús cada vez que curaba en sábado superando la Ley por Amor al prójimo.

Como dice la Escritura, la sabiduría de los hombres es necedad para Dios, en el sentido de ser necio el ser humano; porque, antes de aceptar la lección, se calla y se encierra en rebeldía contra Dios y contra el amor.

Dios nos interpela siempre sobre el amor.

La línea horizontal que recorre toda la Historia de salvación, escrita entre reglones de imperfección humana y en la realidad de cada tiempo, es la de Dios-Amor.

La llegada de Jesús revela la omnipotencia del Amor divino, encarnándose en las entrañas de María, para ser uno de tantos, siendo la revelación explícita de lo que es por dentro toda la Historia de Dios con nosotros.

Pienso que, antes de hablar de los misterios divinos, y hasta de nosotros, nos deberíamos preguntar y examinar de dos cosas esenciales:

1.     ¿Cómo es la realidad de nuestro amor?

 Del amor seremos examinados la tarde de la vida, por ser la realidad que determina nuestras relaciones humanas y con Dios, en su verdad, medianía o hipocresía. 

2.     ¿De qué y cuánto somos propietarios de lo no necesario para vivir? 

Estas cuestiones repercuten en la realidad de nuestro diálogo con Dios y con el prójimo, o de nuestra forma de perder el tiempo en divagar o callar, como los perseguidores del amor, en nombre de Dios.

F. Allara


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