LA FE ES LA SANACIÓN DEL ALMA Y DEL CUERPO HUMANO
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos de nuestro "día a día"
Yendo Jesús hacia
Jerusalén, salió
al encuentro de
diez leprosos.
No
somos nosotros los que vamos a Él, aunque nos lo pueda parecer.
Llama
la atención que sean diez para resaltar que sólo uno, y extranjero, vuelve
a dar gracias por el don de la salud recuperada.
Sabían
que no podían acercarse y de lejos le gritan a Jesús; sin embargo, estos
leprosos estuvieron más cerca que muchos de los que le seguían.
Seguir,
puede ser para ver qué pasa o qué dice, para
luego aceptar según el juicio que hace cada uno desde su seguimiento.
Unos
le seguían por el pan que comían sin apreciar sus signos; otros, más que seguir, le perseguían.
Los necesitados son los que gritan y piden; no los que piensan que tienen salud, aunque sean leprosos y ciegos, acostumbrados a no verse por dentro.
Y
obedecieron, porque entendieron que ya estaban curados, si no, ¿a qué iban al sacerdote
si no podían acercarse ni recibir el certificado de estar curados?
Jesús resalta que sólo uno,
y extranjero, vuelve a darle gracias.
Hace
notar que los que no son de su Pueblo o son marginados por la Ley, le
aprecian más que los que deberían de su Pueblo. Lo dice como advertencia ante el desengaño de los que
no aprecian ni reconocen su Presencia ni sus palabras; desde la confianza de pensar que saben de Dios y son su Pueblo.
Dios es Misericordioso,
da la salud a los enfermos y colma de bienes espirituales a quienes le aman y
le dan gracias.
Uno
volvió y Jesús le dice:
“Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.
La fe sana el cuerpo y
salva el alma,
es decir, salva al ser humano.
No
siempre el cuerpo experimenta la
curación y algún día no podrá resistir su condición humana y tendrá que decir
adiós, dejando el alma en la espera del
reencuentro; pero la fe es la luz
que da sentido al sufrimiento y a la misma muerte, porque el amor es más fuerte.
Ésta es la verdad de la fe
sanando el cuerpo, mientras el alma vive del espíritu, que permite que todo
el ser conozca la paz que da la
luz y alas para volar por el camino peregrino, aunque sea penoso el caminar.
¡Bienaventurados los que
abren su alma a Dios!, porque es todo su ser el que recibe el saber
del pobre, que clama a quien le puede
sanar y salvar.
Que la Gracia de Dios nos
permita ver que la fe no es sólo
el don que nos permite esperar con esperanza
cierta un futuro eterno, sino que es la experiencia de la libertad y de la felicidad de lo eterno en el tiempo.
Con
la Luz que ilumina el camino, el ser humano sabe
vivir en paz, aunque su cuerpo y su alma sientan los efectos de su andar
peregrino.
F. Allara
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