lunes, 4 de agosto de 2025

"SE LES ACERCÓ JESÚS 

CAMINANDO SOBRE EL MAR"

 Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M

PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Haz Clic en los textos para leer y orar

Números 12, 1-13

Mateo 14,22-36
Jesús anda sobre el agua
(Mc 6.45-52; Jn 6.16-21)
22 Después de esto, Jesús hizo subir a sus discípulos a la barca, para que llegasen antes que él a la otra orilla del lago, mientras él despedía a la gente. 23 Cuando ya la hubo despedido, subió Jesús al monte para orar a solas, y al llegar la noche aún seguía allí él solo. 24 Entre tanto, la barca se había alejado mucho de tierra firme y era azotada por las olas, porque tenía el viento en contra. 25 De madrugada, Jesús fue hacia ellos andando sobre el agua. 26 Los discípulos, al verle andar sobre el agua, se asustaron y gritaron llenos de miedo:
–¡Es un fantasma!
27 Pero Jesús les habló, diciéndoles:
–¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!
28 Pedro le respondió:
–Señor, si eres tú, mándame ir a ti andando sobre el agua.
29 –Ven –dijo Jesús.
Bajó Pedro de la barca y comenzó a andar sobre el agua en dirección a Jesús, 30 pero al notar la fuerza del viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, gritó:
–¡Sálvame, Señor!
31 Al momento, Jesús le tomó de la mano y le dijo:
–¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
32 En cuanto subieron a la barca, se calmó el viento.
33 Entonces los que estaban en la barca se pusieron de rodillas delante de Jesús y dijeron:
–¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!
Jesús sana enfermos en Genesaret
(Mc 6.53-56)
34 Atravesaron el lago y llegaron a tierra, en Genesaret. 35 La gente del lugar reconoció a Jesús, y la noticia se extendió por toda aquella región. Le llevaban los enfermos 36 y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de su capa. Y todos los que la tocaban quedaban sanados.

DÍA 5 AGOSTO  CICLO  -C

Jesús, el que había vivido desde niño en Nazaret, salió de casa cuando Dios lo tenía previsto, para empezar su camino mesiánico. Pasando por el lago de Galilea había llamado a cuatro pescadores y, de entre sus seguidores, al amanecer de un día, llamó por su nombre a Doce, haciéndoles apóstoles para ir con Él y ser sus testigos hasta el día de su Ascensión.

Estos hombres iban escuchando sus palabras y viendo sus actitudes, acostumbrados a su forma humana de comportarse como lo más natural.

La naturalidad con que vivía Jesús, como Hombre, era debido a que, habitualmente, “subía al monte a orar, llegada la noche, estando allí solo”.

Un día, “a la cuarta vela”, se les acercó caminando sobre el mar.

“Sus discípulos, viéndole andar sobre el agua, 

se asustaron y gritaron de miedo, 

diciendo que era un fantasma”

¡Cuidado con acostumbrarnos a rebajar a Jesús a nuestro nivel!

Se hizo Hombre para acercarse a nosotros; pero una cosa es aceptar su cercanía para vivir la experiencia de Dios-con-nosotros, y otra, aprovechar su cercanía para quedarnos  viéndole sólo humano.

Vivir la experiencia de Dios es admirarnos de poder caminar sobre el agua; verle sólo como hombre es “no valorar ni creer en su poder de salvación”; sus actitudes y sus milagros, hechos para mostrar su poder divino, no nos importan.

“Ánimo, Soy Yo, ¡no tengáis miedo!”

De nuevo, aunque en el texto esté en minúscula, resalto el SOY YO” por ser frase reveladora, de la divinidad de Jesús, recordando a Dios en el pasado.

Los hechos que nos narran los Evangelios no ocurren porque sí; Dios los permite; son ejemplos de nuestra propia realidad en nuestro tiempo.

“Pedro” somos todos; lo que ocurre es que no vivimos los hechos como nuestros y, hasta nos pueden parecer inventos para la debilidad de la fe.

·   Tener fe es creer que Jesús, Dios y Hombre verdadero, puede decir y hacer lo que contemplamos en los Evangelios.

Vivir el hecho es “vernos en una barca sacudida por el viento y ver venir caminando sobre el agua a un hombre”.

¿Quién no se asusta, por ver hundirse la barca y por ver que acude hacia ella un hombre caminando?

Cuando nuestra vida vive momentos de adversidad y de inseguridad, cuando nos vemos dependiendo, porque no tenemos fuerzas para superar estos momentos, nuestros sentimientos son de pedir ayuda ¡hasta a Dios! en lo más hondo de nuestro ser.

Es entonces cuando hemos de reconocer que, no nos salva cualquier ídolo, ni dioses de madera o de oro, sino el único DIOS VERDADERO, HUMANO Y CERCANO, JESÚS, que le dio la mano a Pedro cuando “se hundía” en el mar.

Si todos somos Pedro, en algunas de sus expresiones o acciones, es para que todos también escuchemos la frase que le dijo a él:

“¡Hombre de poca fe! 

¿Por qué has dudado?”  

Federico Allara

SANTORAL DEL DÍA

San Osvaldo



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