MUJER ELEGIDA PARA SER MADRE DE DIOS
MARÍA ASUNTA AL CIELO EN CUERPO Y ALMA
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
1 Corintios 15, 20-28
Lucas 1,39-56María visita a Isabel 39 Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, 40 y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. 42 Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel: –¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! 43 ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? 44 Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre. 45 ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho! El cántico de María 46 María dijo: “Mi alma alaba la grandeza del Señor. 47 Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, 48 porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora me llamarán dichosa; 49 porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. ¡Santo es su nombre! 50 Dios tiene siempre misericordia de quienes le honran. 51 Actuó con todo su poder: deshizo los planes de los orgullosos, 52 derribó a los reyes de sus tronos y puso en alto a los humildes. 53 Llenó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. 54 Ayudó al pueblo de Israel, su siervo, y no se olvidó de tratarlo con misericordia. 55 Así lo había prometido a nuestros antepasados, a Abraham y a sus futuros descendientes.” 56 María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa. |
SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE MARÍA
La
fe nos invita a imitar a Jesús; también nos acerca a esta Mujer única, según el
designio divino de ser Madre de Dios.
La
celebramos
durante el año litúrgico casi de forma habitual, y hoy en el hecho único de su Asunción en cuerpo y alma a la casa del
Padre.
La
Iglesia católica
es la que nos la presenta así, creída desde los primeros tiempos, aunque tardara siglos en proclamarla “Madre
de Dios” (Concilio de Éfeso, 431), y mucho más tarde en su “Asunción a los cielos”. (1-XI-1950, por
Pio XII).
Tenemos:
·
A Dios,
visible en la Humanidad de Jesús,
Dios y Hombre verdadero, por ser Hijo de
Dios y haber nacido de Mujer, y
· A María, criatura como nosotros,
no con un título dogmático para creer, sino desde la realidad de vida humana y teológica para ser imitada
en su vida y virtudes.
¡Qué
poco nos dice el evangelio de Ella!, pero lo suficiente para conocer quién
fue esta Mujer elegida desde la
eternidad para ser Madre de Dios.
Tenemos
que aprender de Ella, en su doble condición humana:
1.
La
humildad de
vivir “como si no estuviera” a la vez que, es
real su presencia espiritual como
verdadera Madre en toda la vida de Jesús.
2. Su capacidad de estar, “sin entender”, meditando
en su corazón, desde la fe y la confianza puesta en Dios.
· Fue la Mujer de la escucha, de
la fe y de la esperanza cierta, creyendo
y viviendo el Amor desde su plenitud de Gracia.
“Proclama mi alma la grandeza del señor,
se alegra
mi espíritu en Dios, mi salvador…”
María
conocía las Escrituras y se inspira en el canto de Ana. (I Sam. 2,1-10)
· María
es la Mujer de la Paz; es
signo y figura de la verdad del
Reino de Dios establecido en el mundo, en su presente y en su futuro
eterno.
Así
la hemos de ver, en paz y alegría del
alma, en cada momento de la vida de Jesús; aunque como Madre intuyera los
sentimientos de su alma.
Los
Evangelios no nos dicen cómo estaba María a los pies de su Hijo crucificado.
Nos dice que estaba; es lo que nos importa.
María
es signo del “Yo Soy” de Dios; es la Madre que, al igual
que “DIOS ES” el que no abandona porque siempre está presente, también Ella, como Madre, estaba
presente en el calvario de toda la vida de Jesús; y ahora, desde que nos la dio a todos por Madre, está presente en nuestra vida, porque nos ama como ama a su Hijo;
como nos dice Jesús que, “somos amados por Él como es amado por el Padre”.
Jesús,
resucitado sube al Padre llevándonos a todos en Él; en
su espíritu estábamos todos y, ¡cómo no! su
Madre que, quedaba como
fundamento de la Iglesia que, comenzaba su camino en el mundo después de “convertir”, “en verdad”, a los discípulos traidores y temerosos.
Pedro
fue puesto por Jesús como la Roca, que ha de permanecer
hasta el final de los tiempos; pero la Roca que sostuvo los comienzos de la
Iglesia fue María.
Y,
cuando Dios dispuso, llegó el tiempo a
María de pasar de este mundo al Padre y, aunque la Iglesia haya tardado en dogmatizarlo siempre ha creído que, María, así como estaba en cuerpo y alma como
Madre en la vida de Jesús, está en
cuerpo y alma en la eternidad con Dios.
No
es una cuestión sentimental; ni nosotros lo creemos porque es un dogma. ¡Qué
hijo no quiere lo mejor para su madre!
Nosotros
deseamos que nuestras madres, las que han gustado de la “hermana muerte”, estén
en Dios, esperando la resurrección de la carne; ¿no es de lógica que Jesús, para quien fue su verdadera Madre, llevase
desde su Dormición, a su Madre al cielo en cuerpo y alma?
Usando
la frase de Fray Juan Duns Scoto, en
relación con su Inmaculada concepción, “Dios
lo pudo hacer, lo quiso hacer y lo hizo”.
· Celebramos
en María lo que es signo y figura de lo que ha de
vivir la Iglesia.
No
sólo fuimos creados por Amor a imagen y
semejanza de Dios, sino que, nuestro
destino, por el que fuimos creados, es
un destino eterno de plenitud humana, que nunca se alcanza en la vida, sino al llegar al abrazo eterno
del Padre; “sed perfectos
como lo es mi Padre”; la medida de cada uno la alcanzamos
entrando en lo eterno de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
También María, aun siendo en el mundo “la llena de Gracia”, alcanzó su plenitud cuando fue llevada al cielo en cuerpo y alma, desde donde sigue siendo nuestra Madre,
presente en nuestra vida, esperándonos.
Federico Allara
MARAVILLAS
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