LA PUERTE ESTRECHA ES VER Y ESCUCHAR A A JESUS,
DIOS Y HOMBRE VERDADERO
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Lucas 13,22-30
|
XXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO
CICLO -C
Is 66,18-21 – Heb. 12,5-7.11-13
No
es fácil aceptar la corrección.
“Ninguna corrección
resulta agradable, en el momento, sino que duele”
Somos humanos y sufrimos cuando somos corregidos; pero lo necesitamos para crecer en verdad.
Sufrir, y soportarlo, es propio y único de seres humanos sabios.
Hace
falta educar en humildad para que podamos reconocer que no
somos perfectos. La humildad es el
fundamento de los humanos que han llegado a “ser alguien” en la vida. Los buenos
profesionales han dedicado mucha parte de su vida a crecer en formación y
madurez humana, sacrificando tiempo y vida, para alcanzar el premio
de “ser alguien”.
La
vida de fe se inicia desde la infancia.
-
Educar
en la fe es “acertar en la ayuda a ser humanos”;
si no educamos en valores humanos no podemos edificar la virtud de la fe.
-
Educar
en la fe es crear razones para esperar algo de la vida.
La fe es útil y necesaria,
en su sentido amplio y humano, para optar
por ser humanos; donde no hay “hombre-mujer” no hay posibilidad
de crear un gran profesional, buenos padres, buenos religiosos y seres humanos
capaces de convivir.
- Dios, no
solo nos ha creado,
sino que nos educa y nos corrige para
que lleguemos a ser alguien según su voluntad.
Aceptar
la corrección de Dios sólo es posible desde
la aceptación del don de la fe; nadie
puede reconocer la ayuda correctiva de quien no acepta conocer.
Lo difícil de quien
educa corrigiendo está en que, la
corrección, muchas veces, es a costa
de padecer; el dolor aceptado es gran medio educador natural del ser
humano; el buen educador lo hace siempre
desde el amor al considerar el sufrimiento de la persona que, se desea
ayudar en corrección.
-
Dios
corrige con Amor;
lo reconocemos por la paciencia en saber
esperar.
Donde
hay fe hay esperanza
en la medida que, educamos en amor;
una virtud engendra a la otra, de forma que, sin las tres, fe, esperanza y
amor difícilmente sobrevive una.
Las
tres virtudes están unidas, tanto para educar como para aceptar
la corrección.
“Hijo mío no rechaces la corrección del Señor…, porque el Señor reprende a los que ama y castiga a , por necesitar la corrección, sus hijos preferidos”
Quien ama, corrige; corregir nunca es castigar, sino revelar
el amor de predilección; lo cual significa que, quien ama quiere que su amado llegue a lo que está llamado y
elegido a ser; tanto a nivel humano como de fe. Quien no ama, no corrige; el desamor no puede ser medio para
perfeccionar a nadie, aunque necesite la corrección.
¡Por algo Dios Es Amor!
“¡Qué padre no corrige a
sus hijos!”
Con
amor “fortaleced las manos débiles,
robusteced las rodillas vacilantes”.
“Caminad por una senda llana” es la primera condición para aceptar ser
corregidos.
Del Dios revelado tenemos que aceptar que:
1.
No educa con teorías, ni con
leyes ni moralizando, sino desde su propia vida y,
2.
Su Vida es una permanente subida a Jerusalén; si no nos detenemos a conocer su Vida,
no podremos entender su forma de amar
y educar.
Aceptemos que nuestra vida se encamina
siempre hacia Jerusalén con
la condición natural de caminar hacia
un destino temporal, que
tiene su final; pero no desde el espíritu; la ciencia dice que el cuerpo ha
muerto, pero el alma es inmortal.
El texto que nos propone la Liturgia de este domingo es la forma de corregir Jesús a su
Pueblo; sus palabras las entendían bien los escribas y fariseos,
que rechazaban la corrección; igualmente sucede cuando es rechazada, la corrección, de quien ama anhelando el bien del amado
cuando, no se desea salir de la suficiencia de estar en “la propia verdad”
A Jesús le hacían preguntas que ya las encontramos en
el “Antiguo Testamento”; le preguntaron “si eran pocos los que se salvaban”; lo habían olvidado; somos cada uno los que nos hemos de
preocupar sobre nuestro “destino eterno” y no olvidar a los que amamos
habiendo llegado ya a él.
Después de la venida de Cristo sobran las preguntas y nos
falta concienciarnos de sus palabras, que no respondieron a la pregunta,
sino que les dice y nos dice:
“Esforzaos por entrar por
la puerta estrecha”
Es de fe creer de dónde procedemos y a
dónde llegamos en nuestro destino.
-
La puerta estrecha es aceptar al Dios revelado.
-
La puerta estrecha es creer que Dios
se ha hecho Hombre en el Hijo.
- La puerta estrecha es ver y
escuchar a Jesús, como Dios y Hombre verdadero.
- La puerta estrecha es saber que el
gozo de llegar a la comunión de vida con Dios, en el aquí de la vida en el tiempo y en
su destino final, no
pasa por ser simples cumplidores de leyes, normas y preceptos morales, sino con
configurar la propia Vida en Jesús, amando
a Dios y al prójimo como Él lo ha amado, hasta dar la vida
por todos.
No es una amenaza, sino una fuerte corrección de Amor, decir a los sabios:
“Os quedaréis fuera…, aunque
digáis: “Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Seamos prudentes en afirmar “quien se salva y quién no”. Esto está en manos de
Dios.
Os confieso que, cuando contemplo a Cristo en la Cruz tengo sentimientos de paz; pienso que Dios ha muerto por todos y por
mí; y más fuerte es el sentimiento que
sobrecoge mi alma ante el abismo de su Amor al verle Crucificado.
¡Hemos sido capaces de condenar a Dios! ¡Lo
hemos crucificado los creyentes!
¡¡No entiendo que sea posible negar al Crucificado!!; es la Cruz la que nos plantea la opción de creerle o no en Dios. Su muerte es revelación de toda su ayuda; no creer en su revelación es la causa de todas las negaciones, dudas y subjetivismos sustitutivos de su Verdad. Aceptarle crucificado y no creer que, es Dios “es negarlo”.
Nunca estamos separados de Él. El sentimiento de separación es subjetivo.
Sólo por su Amor, y no por mérito alguno nuestro, no estamos irremisiblemente separados de
Él.
La puerta
es estrecha; la salvación pasa por identificarnos a Él,
por identificarnos con su Amor, no con nuestra parcialidad amorosa.
“Veréis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en
el reino de Dios”
-
Todos los que, sin haberlo conocido,
identificaron sus vidas con la Verdad, que es la del Dios, que nos ha dado a
conocer el Hijo en la Humanidad de Jesús.
“Y vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur y se sentarán
a la mesa del reino de Dios”
-
Estos somos nosotros. Dios, con palabras de amor, intentó
corregir a los satisfechos que habían hecho suya la verdad, rechazando
al mismo Dios ante ellos.
·
Nuestra
responsabilidad es sentarnos hoy a la Mesa del Reino de Dios, como preludio del
Banquete eterno, celebrando la Muerte y Resurrección de Jesús.
¡Dios nos libre de separarnos voluntariamente de su
Verdad divina y de su Amor!
“Mirad: hay últimos que
serán los primeros y primeros que serán los últimos”
Quiera Dios que, los que hoy son últimos por su propia
voluntad, lleguen a reconocer la puerta estrecha; Dios es eterno y, no le pasa el tiempo de esperar con Amor.
Siendo hoy nosotros los primeros, Dios
tenga misericordia para no colocarnos “libremente” en nuestro tiempo en el último
lugar.
Federico Allara
SANTORAL DEL DÍA
No hay comentarios:
Publicar un comentario