sábado, 22 de marzo de 2025

 SOMOS CUIDADOS, POR LA MANO DE DIOS, PARA DAR FRUTOS DE CONVERSIÓN.

 Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M

PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Clic en los textos para leer)

1 Corintios 10,1-6.10-12

El criterio de la prudencia.

Lucas 13, 1-9

Importancia de la conversión
13
Por aquel mismo tiempo fueron unos a ver a Jesús, y le contaron lo que Pilato había hecho: sus soldados mataron a unos galileos cuando estaban ofreciendo sacrificios, y la sangre de esos galileos se mezcló con la sangre de los animales que sacrificaban.
Jesús les dijo: “¿Pensáis que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás galileos? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. ¿O creéis que aquellos dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima, eran más culpables que los demás que vivían en Jerusalén? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis.”
Parábola de la higuera sin fruto
Jesús les contó esta parábola: “Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero cuando fue a ver si tenía higos no encontró ninguno. Así que dijo al hombre que cuidaba la viña: ‘Mira, hace tres años que vengo a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala. ¿Para qué ha de ocupar terreno inútilmente?’ Pero el que cuidaba la viña le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año. Cavaré la tierra a su alrededor y le echaré abono. Con eso, tal vez dé fruto; y si no, ya la cortarás.’"

III DOMINGO DE CUARESMA  
CICLO -C

Leemos poesía, y nos encanta interpretar lo que percibe nuestro interior, y sentir el calor de un fuego inexistente.

Cuando leemos la Palabra de Dios, sea del A.T. o del N.T., si no hay un mejor espíritu que el del lector de poesía, no siente el calor del fuego existente.

Es nuestra actitud interna la que vierte su espíritu a un lado o a otro, para sentir lo que libremente decidimos aceptar de cada lectura poética.

Muchas veces repito que, ser creyente es aceptar la revelación; creer la absoluta necesidad de que Dios lleve la iniciativa para que la fe sea objetiva. Sólo Dios es la garantía de lo que decimos que creemos. La verdad es suya.


Ex. 3,1-8.13-15

La Biblia es uno de los libros más poéticos, sino el mejor; pero de igual modo como necesitamos maestros cuando leemos a un autor, y más si se trata de materias que no están a nuestro alcance, ante la lectura de la Biblia hemos de disponer nuestro espíritu aceptando que, el autor es Dios revelándose desde su iniciativa, haciendo historia con los hombres de cada tiempo, siendo necesario un Magisterio que nos ayude a entender lo histórico, lo metafórico, sus signos y sus símbolos; porque “ninguna predicción de la Escritura está a merced de interpretaciones personales; hombres como eran hablaron de parte de Dios”. (2Pedro 1,20-21).

S. Pablo une el hecho de Moisés con Cristo, la Roca donde todos bebieron. Todo sucedió en figura para nosotros” (I Cor. 10, 1-6.10-12)

Moisés, un hombre humanamente incapaz, fue cuidado por la mano de Dios desde que nació, hasta llegar a ser el liberador del pueblo esclavizado por el Faraón en Egipto, como es cuidada cada una de nuestras vidas si miramos atrás con fe; porque, en el día a día, no siempre somos capaces de ver la mano de Dios protegiéndonos, liberando nuestra esclavitud.

“Voy a acercarme a mirar este espectáculo 

admirable, a ver por qué no se quema la zarza”

El fuego es signo de presencia de Dios. Su Presencia en signos hace sagrado el lugar donde se relaciona con nosotros.

“No te acerques, quítate las sandalias de los pies, 

pues el sitio que pisas es terreno sagrado”

Dios hizo que el Sinaí se convirtiera en lugar sagrado.

·       En el silencio de la oración Dios hace sagrada el alma y el tiempo. 

“He visto la opresión de mi pueblo en Egipto; 

conozco sus sufrimientos. 

He bajado a librarlo, a sacarlo de esta tierra”

·       Dios ve los sufrimientos de hoy, estando ya liberados en Cristo.

Es lo que permite optar, desde la fe, por un sentido de la vida en tribulación.

“Yo soy el que soy. 

“Yo Soy” ha dicho Dios de sí mismo”

·       Dios es el que, siendo eterno, está presente en nuestra historia.

El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob es el que nos envió a su Hijo primogénito. Somos monoteístas creyentes por la revelación que nos ha hecho el Hijo en la Humanidad de Jesús: es el mismo Dios de nuestros padres, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, un solo Dios.


Lc. 13,1-9

Ayer se interpretaban como castigo los hechos ocurridos accidentalmente o por el mal uso de poder de las autoridades; el texto nos narra lo que hizo Pilatos, o lo sucedido por la caída de la torre de Siloé.

Hoy algunos lo utilizan para interrogarse sobre la verdad del amor de Dios.

Jesús aclara que nada ocurre como castigo, pero nos advierte sobre nuestra conducta; no es amenaza de castigo sino de “perecer si no nos convertimos”.

·       ¿De qué nos hemos de convertir y qué significa perecer?

De una vida indefinida ante Dios y ante las injusticias de nuestro mundo.

Esta indefinición, y la falta de sentido de responsabilidad ante tanta injusticia legalizada, es una forma de perecer en un estado de inseguridad personal y social, en formas cada vez más agresivas y violentas de palabra y de obra.

Somos responsables de tanta maldad que ya no es oculta, porque conlleva a justificar el mal, a acostumbrarnos a contemplar, indiferentes, las noticias de muertes inocentes por guerra, hambre, injusticia, venganza.

Es una manera de perecer en un estado de vida infeliz, donde crece la desconfianza humana, la ansiedad física y espiritual y la incerteza de la fe.

Jesús añade una parábola.

“Uno tenía una higuera plantada en su viña, 

fue a buscar fruto en ella y no lo encontró”

·       ¿Qué fruto aportamos cada uno de nosotros en el tiempo que estamos ocupando un espacio en nuestra Historia?

No es progreso legalizar contra la vida y luchar contra el prójimo semejante.

No es progreso establecer días mundiales del niño, la mujer, del síndrome de Down, del agua, para desdecir en la vida lo establecido hipócritamente.

Dios, de igual forma como le dijo a Moisés que conocía el dolor de su Pueblo, es conocedor de toda la maldad consentida y autorizada por quienes ostentan el poder en el mundo.

En lugar de plantearnos si puede existir Dios ante tanto mal accidental, nos hemos de preguntar:

 ¿Quién es  “el paciente” , si no Dios,  cuando este fruto es para cortar la higuera?

F. Allara


SANTORAL DEL DÍA



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