sábado, 14 de septiembre de 2024

EL AMOR QUE PROCEDE DE CRISTO

 CREA UNIDAD

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M

Animación a la lectura 

PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Clic en los textos para leer) 

Isaías 50,5-9

Santiago 2,14-18

Marcos 8, 27-35

Pedro declara que Jesús es el Mesíaso
(Mt 16.13-20; Lc 9.18-21)
27 Después de esto, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino preguntó a sus discípulos:
–¿Quién dice la gente que soy yo?
28 Ellos contestaron:
–Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías, y otros, que eres uno de los profetas.
29 –Y vosotros, ¿quién decís que soy? –les preguntó.
Pedro le respondió:
–Tú eres el Mesías.
30 Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.t
Jesús instruye a sus discípulos
(Mt 16.21-28; Lc 9.22-27)
31 Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. 32 Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle. 33 Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:
–¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.
34 Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo:
–El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. 35 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará"

DOMINGO XXIV T. Ordinario   CICLO  -B

El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eche atrás”

Estos días pasados proclamamos a Jesús curando a un sordomudo.

Es preferible no hablar de Dios a decir lo que cabe en nuestra mente; el corazón puede decir algo que se le asemeje. 

El grito de Jesús en la Cruz, entregando su espíritu al Padre, significa que su voluntad es que lo oigamos todos.

Cristo crucificado es Palabra para que no haya sordos que dejen de escucharla.

Tras su Muerte lo contemplamos resucitado y glorificado.

¡Bienaventurados si acogemos su Palabra y no nos echamos atrás!

·         Fue Jesús quien dejó que el Padre le diera a entender el paso por la Cruz.

·         Fue Jesús quien no resistió ni se echó atrás, y en Getsemaní dijo: “¡Levantaos, vamos!” (Mt. 26,46)

“El Señor, Dios, me ayuda, ¿quién me condenará?”

Cristo ha venido a salvarnos, que significa vencer la vida y la muerte, para no morir jamás.

No hay ningún otro dios que nos pueda ofrecer lo que Dios en Cristo Jesús nos da, no solo  sin mérito por nuestra parte, sino siendo enemigos. Así éramos cuando fue crucificado.   

 St 2,14-18

El apóstol Santiago pone el acento en las obras para demostrar la verdad de la fe.

¡Cuánto agradece Dios todo cuanto hagamos con amor por nuestro prójimo!

Pero cuando solo queda nuestro obrar, hasta el buen obrar llega a cansar.

El amor que procede de Cristo crea unidad aun con los enemigos, mientras que, el amor ideológico o simplemente religioso es partidista y espera respuesta y, como el mundo no es agradecido, llega pronto la insatisfacción. 

S. Juan de la Cruz dice que, “el amor ni cansa ni se cansa”. Este amor lleva el sello de lo eterno

Los creyentes nos olvidamos, a veces, de pensar que el primer prójimo que vive entre nosotros es Cristo resucitado.

Es verdad que nos ha dicho que, lo que hacemos a uno de nuestros hermanos, a Él se lo hacemos; pero ¿es que directamente Él no merece nuestro amor en hechos?

¿Qué hacemos o qué tiempo dedicamos realmente a Jesús?

Este es el Bien eficaz para la vida y el espíritu de un creyente suyo.

“¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación”

Mc 8,27-35

“¿Quién dice la gente que soy yo?

¿Nos lo preguntas, Jesús?

Bien sabes tú los que hoy son santos según tu voluntad, porque han escuchado tu grito de Amor y salvación, no han resistido ni se han echado atrás ante tu Palabra única.

Pero dentro de tu Cuerpo resucitado, que somos todos los bautizados siendo Iglesia, también sabes tú cómo estamos y lo que somos ante tu Presencia.

Sabemos qué pensamos y qué decimos de tu Vida; conoces nuestras obras de bien por el prójimo y las que hacemos exclusivamente respondiéndote a Ti por tu Amor gratuito.

En tu tiempo tu Pueblo sabía lo que decía esperando al Mesías.

Eran conscientes de que su llegada era su salvación.

El hecho de no entenderte, cuando Tú les hablabas de Muerte y Resurrección, revelaba lo que su corazón y su mente esperaban del Mesías salvador.

En Egipto les sorprendió Dios enviando a Moisés, un hombre que no sabía hablar para liberarles de su esclavitud.   

Es lógico que, ante tu Presencia, en la medida en que les decías que eras el Mesías, como pasó entre tus coetáneos en Nazaret, que ni tus discípulos te creyeran y tampoco los sabios y entendidos.

“Tú eres el Mesías”, te respondió Pedro.

Tu mismo le dices que esto no ha salido de él, sino de tu Padre, pero aun así, ¡qué lejos estaba Pedro de entender lo que te dijo!

Lo demuestra lo sucedido inmediatamente cuando Tú les afirmas:

“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días”

Incomprensible para la fe de tu Pueblo.

Ser el Mesías y terminar siendo condenado por sus mismas autoridades. Además de no saber qué significaba resucitar.

Por eso Pedro se lo lleva aparte para increparlo

A ti, Jesús, te recuerda el Monte de las tentaciones, por esto le respondes:

“¡Ponte detrás de Mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”

A Dios le creemos o también nosotros pensamos como seres humanos que somos.

Y tú, ¿Quién dices que Soy Yo?”

A mí me suscita tres preguntas:

1.        ¿Me lo creo de verdad? ¿Acepto que me abra el oído, o me resisto y no sigo adelante?

2.      ¿Eres mi salvador?

3.      ¿En qué te dejo que me salves y en qué te privo que seas mi salvador?

Sin Ti no hay capacidad de seguirte.

Tus pasos por nuestra Tierra no van directamente hacia el Padre, sino que, para volver a tu Gloria, la que tenías desde el principio, tus pasos van subiendo hacia el Calvario.

No eres Tú, ni el Padre ni vuestro Espíritu Santo, siendo Dios, quien nos hace sufrir. Jamás la cruz y el sufrimiento descienden de Dios; somos nosotros quienes hemos causado y seguimos causando los sufrimientos a Dios y al prójimo.

Nos gustan las palabras poéticas de los Santos, de Juan de la Cruz y de Teresa de Jesús, como nos admira la estigmatización de muchos Santos, (Francisco, Gemma Galgani, el P. Pio) pero descender de la belleza a lo que fue la realidad de amor en seguirte estos premiados con tu Gracia, no está al alcance de los que seguimos siendo algo sordos a tu Palabra y a los hechos que desean abrir nuestros oídos.

Señor, ayúdanos con tu Gracia para poder creerte y vivir de tu Vida y de tu Amor.

Ayúdanos a reconocer que solo Tú eres el Amor que ha dado la vida por cada uno y por todos, para liberar nuestra esclavitud y nuestra dependencia del mundo y de la muerte.

Ayúdanos a querer ver de dónde proceden nuestros sufrimientos y los de nuestros prójimos.

Sé nuestra Luz para aceptar nuestras adversidades y amar a nuestros perseguidores y a los que nos ayudan a subir hasta el Calvario, para contemplarte en la Realidad de tu Amor, entendiéndolo desde verte crucificado.

¡Sólo los humildes de corazón, por tu Gracia, son capaces de asombrarse de lo que entienden de tu Misterio! Tú abres la puerta de par en par a los que te aman.      

F. Allara   

 

 SANTORAL DEL DÍA

FIESTA DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES

(Clic en el nombre)

STABAT MATER

LA ÚLTIMA VEZ
Al pie de la cruz la madre resiste.
Su hágase de hoy no admite tibieza.
No cabe, en su entrega, farsa o apariencia.
No observa al verdugo que maltrata al débil.
No insulta la ausencia de quienes huyeron.
No busca, para ella, sosiego o respuesta.
No reprocha a un ángel lejanas promesas.
Solo mira al Hijo, en muda palabra
de amor invencible. Hágase, dicen sus ojos,
una vez más. Hágase, asiente el Hijo.
Hasta que todo se cumple, y entonces la muerte,
en su última victoria, lo pierde todo.
 
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)

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