EL AMOR QUE PROCEDE DE CRISTO
CREA UNIDAD
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Isaías 50,5-9
Santiago 2,14-18
Marcos 8, 27-35
“El Señor me abrió el
oído; yo no resistí ni me eche atrás”
Estos
días pasados proclamamos a Jesús curando a un sordomudo.
Es
preferible no hablar de Dios a decir lo
que cabe en nuestra mente; el corazón puede decir algo que se le asemeje.
El
grito de Jesús en la Cruz, entregando su espíritu al Padre, significa que su voluntad es que lo oigamos
todos.
Cristo
crucificado es Palabra para que no haya
sordos que
dejen de escucharla.
Tras
su Muerte lo contemplamos resucitado y glorificado.
¡Bienaventurados
si acogemos su Palabra y no nos
echamos atrás!
·
Fue
Jesús quien dejó que el Padre le diera a entender el paso por la Cruz.
·
Fue
Jesús quien no resistió ni se echó atrás,
y en Getsemaní dijo: “¡Levantaos, vamos!”
(Mt. 26,46)
“El Señor,
Dios, me ayuda, ¿quién me condenará?”
Cristo
ha venido a salvarnos,
que significa vencer la vida y la muerte,
para no morir jamás.
No
hay ningún otro dios
que nos pueda ofrecer lo que Dios en Cristo Jesús nos da, no solo sin
mérito por nuestra parte, sino siendo enemigos.
Así éramos cuando fue crucificado.
St 2,14-18
El
apóstol Santiago pone el acento en las obras para demostrar la verdad de la fe.
¡Cuánto
agradece Dios todo cuanto hagamos con amor por nuestro prójimo!
Pero
cuando solo queda nuestro obrar, hasta el buen
obrar llega a cansar.
El
amor que procede de Cristo crea unidad aun con los enemigos,
mientras que, el amor ideológico o
simplemente religioso es partidista y espera respuesta y, como el mundo no es agradecido, llega pronto la
insatisfacción.
S.
Juan de la Cruz dice
que, “el amor ni cansa ni se cansa”. Este amor lleva el sello
de lo eterno
Los
creyentes nos olvidamos, a veces, de pensar que el primer prójimo que vive entre nosotros es Cristo resucitado.
Es
verdad que nos ha dicho que, lo que hacemos a
uno de nuestros hermanos, a Él se lo hacemos; pero ¿es que
directamente Él no merece nuestro amor en hechos?
¿Qué
hacemos o qué tiempo dedicamos realmente a Jesús?
Este
es el Bien eficaz para la vida y el espíritu de un creyente suyo.
“¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré
la copa de la salvación”
Mc 8,27-35
“¿Quién dice
la gente que soy yo?
¿Nos
lo preguntas, Jesús?
Bien sabes tú los que hoy son santos
según tu voluntad, porque han escuchado tu grito de Amor y salvación, no han
resistido ni se han echado atrás ante tu Palabra única.
Pero dentro de tu Cuerpo resucitado,
que somos todos los bautizados siendo Iglesia, también sabes tú cómo estamos y
lo que somos ante tu Presencia.
Sabemos qué pensamos y qué decimos de
tu Vida; conoces nuestras obras de bien por el prójimo y las que hacemos
exclusivamente respondiéndote a Ti por tu Amor gratuito.
En tu tiempo tu Pueblo sabía lo que
decía esperando al Mesías.
Eran conscientes de que su llegada era
su salvación.
El hecho de no entenderte, cuando Tú
les hablabas de Muerte y Resurrección, revelaba lo que su corazón y su mente
esperaban del Mesías salvador.
En
Egipto les sorprendió Dios enviando a Moisés, un hombre que no sabía hablar
para liberarles de su esclavitud.
Es lógico que, ante tu Presencia, en la
medida en que les decías que eras el Mesías, como pasó entre tus coetáneos en
Nazaret, que ni tus discípulos te creyeran y tampoco los sabios y entendidos.
“Tú eres el Mesías”, te
respondió Pedro.
Tu mismo le dices que esto no ha salido
de él, sino de tu Padre, pero aun así, ¡qué lejos estaba Pedro de entender lo
que te dijo!
Lo demuestra lo sucedido inmediatamente
cuando Tú les afirmas:
“El Hijo del Hombre tiene
que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas,
ser ejecutado y resucitar a los tres días”
Incomprensible para la fe de tu Pueblo.
Ser
el Mesías y terminar siendo condenado por sus
mismas autoridades. Además de no saber qué significaba resucitar.
Por
eso Pedro se lo lleva aparte para increparlo
A
ti, Jesús, te recuerda el Monte de las
tentaciones, por esto le respondes:
“¡Ponte
detrás de Mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!”
A
Dios le creemos o también nosotros pensamos
como seres humanos que somos.
“Y
tú, ¿Quién dices que Soy Yo?”
A
mí me suscita tres preguntas:
1.
¿Me
lo creo de verdad?
¿Acepto que me abra el oído, o me resisto y no sigo adelante?
2. ¿Eres mi salvador?
3.
¿En
qué te dejo que me salves y en qué te privo que seas mi
salvador?
Sin
Ti no hay capacidad de seguirte.
Tus
pasos por nuestra Tierra no van directamente hacia el Padre, sino que, para
volver a tu Gloria, la que tenías desde
el principio, tus pasos van subiendo
hacia el Calvario.
No
eres Tú, ni el Padre ni vuestro Espíritu Santo, siendo Dios, quien nos hace sufrir.
Jamás la cruz y el sufrimiento descienden de Dios; somos nosotros quienes hemos causado y seguimos causando los sufrimientos a Dios y al prójimo.
Nos
gustan las palabras poéticas de los Santos, de Juan de la Cruz y de Teresa de
Jesús, como nos admira la estigmatización de muchos Santos, (Francisco, Gemma
Galgani, el P. Pio…)
pero descender de la belleza a lo que
fue la realidad de amor en seguirte estos premiados con tu Gracia, no está al alcance de los que seguimos siendo algo sordos a tu Palabra y a
los hechos que desean abrir nuestros oídos.
Señor, ayúdanos con tu Gracia para
poder creerte y vivir de tu Vida y de tu Amor.
Ayúdanos a reconocer que solo Tú eres
el Amor que ha dado la vida por cada uno y por todos, para liberar nuestra
esclavitud y nuestra dependencia del mundo y de la muerte.
Ayúdanos a querer ver de dónde proceden
nuestros sufrimientos y los de nuestros prójimos.
Sé nuestra Luz para aceptar nuestras
adversidades y amar a nuestros perseguidores y a los que nos ayudan a subir
hasta el Calvario, para contemplarte en la Realidad de tu Amor, entendiéndolo
desde verte crucificado.
¡Sólo los humildes de corazón, por tu
Gracia, son capaces de asombrarse de lo que entienden de tu Misterio! Tú abres
la puerta de par en par a los que te aman.
F. Allara
FIESTA DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES
LA ÚLTIMA VEZAl pie de la cruz la madre resiste.
Su hágase de hoy no admite tibieza.
No cabe, en su entrega, farsa o apariencia.
No observa al verdugo que maltrata al débil.
No insulta la ausencia de quienes huyeron.
No busca, para ella, sosiego o respuesta.
No reprocha a un ángel lejanas promesas.
Solo mira al Hijo, en muda palabra
de amor invencible. Hágase, dicen sus ojos,
una vez más. Hágase, asiente el Hijo.
Hasta que todo se cumple, y entonces la muerte,
en su última victoria, lo pierde todo.
(José María Rodríguez Olaizola, SJ)
Su hágase de hoy no admite tibieza.
No cabe, en su entrega, farsa o apariencia.
No observa al verdugo que maltrata al débil.
No insulta la ausencia de quienes huyeron.
No busca, para ella, sosiego o respuesta.
No reprocha a un ángel lejanas promesas.
Solo mira al Hijo, en muda palabra
de amor invencible. Hágase, dicen sus ojos,
una vez más. Hágase, asiente el Hijo.
Hasta que todo se cumple, y entonces la muerte,
en su última victoria, lo pierde todo.
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