EL LENGUAJE DE JESÚS NO ESCANDALIZA
ES PALABRA DE VIDA ETERNA
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Josué 24,1-2.15-18 |
Juan 6,60-69
Palabras de vida eterna 60 Al oir todo esto, muchos de los que seguían a Jesús dijeron: –Su enseñanza es muy difícil de aceptar. ¿Quién puede hacerle caso? 61 Jesús, dándose cuenta de lo que estaban murmurando, les preguntó: –¿Esto os ofende? 62 ¿Qué pasaría si vierais al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? 63 El espíritu es el que da vida; el cuerpo de nada aprovecha. Las cosas que yo os he dicho son espíritu y vida. 64 Pero todavía hay algunos de vosotros que no creen. Es que Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién el que le iba a traicionar. 65 Y añadió: –Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no lo trae. 66 Desde entonces dejaron a Jesús muchos de los que le habían seguido, y ya no andaban con él. 67 Jesús preguntó a los doce discípulos: –¿También vosotros queréis iros? 68 Simón Pedro le contestó: –Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna. 69 Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios. |
XXI DOMINGO T. ORDINARIO CICLO -B
Josué,
en Siquém, reunió a todas las tribus y les planteó a qué Dios querían seguir, a
los dioses de los amorreos, país donde ahora vivían, o al Dios que los liberó
de la esclavitud del Faraón en Egipto.
“Nunca lo abandonaremos
para adorar a otros dioses. Estamos decididos a adorar al Señor, que es nuestro
Dios” (Recuerdan
lo que el Señor hizo con ellos)
La
fe es el reconocimiento de algún hecho que consideramos impropio de nuestra
condición.
Fe
es aceptar lo que se revela al espíritu,
algo que trasciende nuestra propia vida.
Fe
no es recitar el Credo sin plantearnos la primera frase: “Creo en Dios Padre
todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”, ni dar razones de lo que, de
algún modo y en algún momento, hemos aceptado como un hecho que ha asombrado nuestro espíritu.
Jn 6,60-69
Doy gracias por ser miembro
de la Iglesia católica, porque es la que interpreta los dichos
y hechos de Dios y de Cristo Jesús, siendo Ella la garantía de la fe que Dios
me regala.
Creer
en el Dios de Cristo Jesús significa que, inicialmente “creemos en
la Iglesia”, desde la que podemos leer el Evangelio porque es Cristo quien nos habla.
Francisco
de Asís
lo entendió bien. Para él “el Evangelio
era el mismo Cristo”.
“El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada”
Hay
que interpretarlo. No se refiere al
cuerpo, porque Dios lo creó bueno,
como lo es todo el ser humano.
La
carne no sirve para nada cuando nos quedamos con la sola razón
para interpretar a Dios, en sus dichos y hechos. Es entonces cuando el lenguaje es
duro e ininteligible.
Sin
embargo, desde el mismo razonar natural, nuestra
razón quiere lo que Dios nos da y lo
desea.
· La razón es capaz de llegar a los
límites de la puerta de la fe, que desea vivamente.
· La razón es buena y es capaz de llegar
muy lejos
y de aceptar la Luz que la ilumina, dando paso, a la pobre condición humana, a
aceptar la fe, que no la reprime, sino que amplía
su capacidad de conocimiento.
La
carne es buena, pero necesita del Espíritu Santo que dé luz al espíritu humano.
No
olvidemos que somos un ser “uno”, de
cuerpo, alma y espíritu.
Muchos de los discípulos, “llamados” a
seguir a Jesús, optaron por dejarle llevados
de su razón, que no entendía el “lenguaje duro”
de comer su Cuerpo.
¡Cuántos
hoy siguen diciendo que son “cristianos” habiendo abandonado su “seguimiento”
llevados por su razón, que piensa igual: “no entender la necesidad de comer el Cuerpo
de Cristo”!
No
conocen el significado del Amor
más grande que se nos ha dado.
Además
de ser inhabitados por Dios, Él
quiere que comamos el Amor participando del Don más grande y objetivo de toda su Vida en la Eucaristía, donde Dios se hace
carne en cada uno de nosotros, y
nosotros divinizamos nuestra vida en la
medida que lo creemos y amamos.
Todo
es espiritual y real, como fue la
comprobación de su resurrección por los Apóstoles.
Ante la Vida de Jesús
sólo cabe el silencio humilde;
después el deber de razonar la fe. Es
entonces cuando el lenguaje de Jesús no
escandaliza, sino que el alma goza de
creerlo y amarlo.
Hay
que creer en Jesús no sólo cuando su
lenguaje es duro, sino cuando nos dice que sus
palabras son espíritu y vida, es
decir, siempre son luz para nuestro
espíritu.
Luz
que llena de sentido todo nuestro ser de cuerpo y alma.
Siempre
ha sido difícil interpretar la frase: “Si el Padre no
os lo concede…”. Pienso que tiene relación con la verdadera llamada
y la respuesta de la vida al don de la fe en Cristo, y por tanto en Dios. Sin Cristo “no hay Dios”, dice S. Pablo.
Pienso
que la verdadera “llamada”, como concesión del Padre para ir a Jesús, está en relación con el verdadero encuentro-conversión. Lo cual nos dice
que, de la fe es Dios el verdadero y único dueño.
La
vida y las palabras de Pedro nos lo confirman.
¿También vosotros queréis
iros?. Simón Pedro le contestó:
Señor, ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras de vida eterna”
Sus
palabras de fe eran relámpagos que el Padre le concedía y que, el Evangelio nos
las expone más por ser la “Roca” elegida que por la conversión de Pedro.
El
Padre dispuso que su encuentro verdadero con Jesús fuera después de su traición, aceptando la mirada de amor y perdón de
Jesús, que encauzó su verdadera conversión.
Mientras
en nosotros no haya una determinada determinación de ser de Jesús, a nuestra medida, podemos decir que
somos buenos y creyentes, pero no es aún el tiempo de nuestra verdadera conversión-encuentro con Jesús.
La vida de la fe nos
plantea la verdad de nuestra humildad ante Dios y ante la vida.
Es condición
indispensable para entender las cosas de Dios y recibir el don de la sabiduría,
que es aceptar la Verdad del contenido
de nuestra fe que recitamos en el Credo, como he dicho al comienzo. Sólo
Dios sabe cuándo es el tiempo del verdadero
encuentro con Jesús.
Ef. 5,21-32
Pablo
habla desde lo que sabe sobre qué es la Iglesia de Cristo y lo que Cristo
hace como esposo de la esposa, que es la Iglesia. Desde este
razonamiento hay que interpretar las palabras de Pablo.
Las
esposas son signo y figura de la
Iglesia y el marido, signo y figura de
Cristo.
Cambia
todo el sentido interpretativo viendo la responsabilidad
de cada uno, y de su vida en conjunto. El
marido y la mujer son signo desde el
Sacramento del matrimonio.
En
amor no hay sumisión ni obediencia, sino una libertad que opta por “ser uno”
con quien se ama. Por
esto, en esta carta, habla de la
responsabilidad de los esposos y de los hijos.
Nunca,
ni del mismo Pablo, debemos interpretar,
desde el Evangelio, una superioridad del
marido y una sumisión de la esposa.
Desde
el principio declaró Dios la igualdad de ser humano, en
dignidad, derechos y responsabilidades del hombre y de la mujer, siendo un solo
ser, en el que ambos son complemento de sus propias vidas.
La mujer nunca es el complemento del hombre, sino que ambos están llamados a vivir en la unidad de una sola carne, como expresión de una vida en total integridad de entrega y aceptación, a imagen de la Vida trinitaria.
F. Allara
SANTORAL DEL DÍA
s. Ludovico (Luis IX), rey de Francia
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