LA RECOMPENSA DE DARSE ES
LA PAZ DE VIVIR EN COMUNIÓN
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Proverbios 2,1-9
Salmos 33 |
Mateo 19, 27-29
DÍA 11 JULIO CICLO - B
Hoy
es habitual valorar el precio de lo que se da y, esperar la recompensa material; actitud que
hace difícil entender bien la frase del título.
Pensar
en recompensas hace casi incomprensible la palabra darse
porque, no es dar, sino entregar lo que uno es.
Esto
nos habla de la espiritualidad del ser humano por encima de la materialidad
y del materialismo reinante.
Una
palabra une a la otra en su entendimiento.
Todo lo contrario de dar de sí mismo .
La
paz no es la
consecuencia de tener asegurada la vida materialmente,
ni es la tranquilidad de saberse propietario
de bienes, ni es vivir sintiéndonos triunfadores de las guerras de una mala convivencia.
La
paz es el fundamento de la vida. No hay vida si la paz no
inunda el alma.
La
paz es experiencia de comunión, que significa mucho más
que unión.
No
hay comunión de vida y de amor donde se espera recompensa de todo.
No
hay comunión cuando no se da de la propia vida; es limosna y distancia.
Dar
sólo de lo que se tiene es
vivir la satisfacción sutil de la vanidad y del poder, esperando agradecimiento aun del más pobre. ¡El error del poder! Todo
lo contrario de dar y vivir la paz en
comunión con el prójimo.
Lo
digo en la fiesta de S. Benito que habla de:
“Avanzarse
a honrarse los unos a los otros, a soportar con paciencia las debilidades
ajenas, tanto físicas como morales, y que nada se anteponga absolutamente a
Cristo”,
Y
por el texto de hoy que nos habla de Pedro diciéndole a Jesús:
“Ya ves, nosotros lo
hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos va a tocar?”
Cuando
se mira y se espera la recompensa, de cuanto se dice y se
hace, lo que se revela es el error de la propia estima, y la
inconsciencia de no valorar lo que los
demás nos dan.
Un
egoísmo escondido o manifiesto es el vestido de
quien mira el futuro apoyado en la seguridad
de la recompensa.
Pedro
no valora
que Jesús haya ido hasta el Mar de Galilea a pronunciar su nombre y a llamarle
a su seguimiento.
¿Cómo
podemos vivir agradeciendo la gratuidad de la fe si no valoramos lo que Dios,
en Cristo, ha hecho por todos y cada uno de nosotros, por ti y por mí?
La
inmortalidad real y personalizada sólo nos la puede dar Dios. Desearla es
aceptar a QUIEN nos la puede dar.
“Todo el que por mí deja casa, hermanos o
hermanas, padre o madre, hijos y tierras, recibirá cien veces más y heredará la
vida eterna”
El entendimiento de esta palabra de Jesús es
la recompensa, incluso material, que
comprende el espíritu humano, cuando
entra por el libre camino de darse a Él
viviendo la experiencia de la paz en comunión con Dios,
con el prójimo y con las criaturas.
¡Qué
gran recompensa!
F.
Allara
SANTORAL DEL DÍA
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