¡DIOS NOS CONOCE Y NOS LLAMA
POR NUESTRO NOMBRE!
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
Juan 20, 11-18
“En
aquel tiempo, María se quedó en el sepulcro, fuera, llorando”
Es
impresionante esta frase, porque nos indica la fidelidad del amor de María Magdalena, una fidelidad que revela el grado de agradecimiento al bien recibido
de Jesús.
El
amor humano no muere nunca ni pasa; es imagen del Amor eterno vivido en el tiempo, a ejemplo del Amor
con que nos ha amado Jesús.
“Mientras
lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro”
Hay
que situarse en su tiempo.
El
sepulcro estaba abierto. Es lógico el temor y el temblor, desde el amor, inclinándose para mirar qué hay dentro.
El
amor sueña con el amado, aunque esté muerto.
El
llanto de María
tiene un sentido muy profundo, conformado
con saber dónde está el amado, llora
porque se lo han llevado y, de manera personal dice, no sé dónde lo han puesto.
Se
gira y ve a Jesús, pero no lo reconoce.
Jesús
resucitado se manifiesta y es reconocido por los que Él quiere
pero, además, la experiencia del amor perdido deja el alma humana tan aturdida en un estado de “muero porque no muero”, que no
ve lo que sus ojos miran, porque su espíritu vive más con el amado muerto que
con su propia vida.
“Si
te lo has llevado tú, pensando
que era el hortelano,
dime
dónde lo has dejado, y me lo llevaré”
Sólo
cuando el amor es la verdad de la vida, llevarse el muerto es tener
vivo al amado. Entendemos que el amor, aun dejando el alma muerta por la
muerte del amado, vive resucitado el espíritu.
Jesús
le dice: ¡María!
Jesús,
que es quien nos ha puesto el nombre, por él nos conoce y nos llama.
Al
asombro de verle resucitado le sigue el de escuchar su propio nombre pronunciado por Jesús.
Lógico
es que, más que abrazo, María se le echara encima como quien ve el Amor a su alcance contemplado, como
jamás lo podía pensar.
Dos
palabras importantes dichas por Jesús:
“Corre”
Quien
ha vivido esta experiencia es un testigo
que entiende esta palabra.
“Déjame”
Porque
no es tiempo de vivir reteniendo el Amor para sí.
Ver
a Jesús resucitado es tenerlo para siempre; no hace falta
abrazarlo, sino correr para decir:
“También
yo he resucitado; y el llanto que era de dolor es ahora de alegría, porque sé
que está para siempre en mí, conmigo”
¡María, testigo de la Resurrección!
Ni
sabios ni entendidos, sólo lo son los
que aman y creen.
María se fue “al encuentro de los discípulos y anunciarlo”.
F. Allara
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