jueves, 28 de diciembre de 2023

LOS SANTOS INOCENTES 

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M 

Animación a la lectura PALABRA DE DIOS

5 minutos de nuestro "día a día"


Los seguidores de Cristo no somos idealistas, ni soñamos, cuando decimos lo que pensamos  desde el Amor de Dios. Sabemos que estamos llamados, desde una permanente conversión, a querer llegar donde el alma sueña porque sabe que es Verdad.

Aunque no hay constancia extrabíblica de estas muertes, si que la tenemos de todas las persona que Herodes hizo matar: A su yerno, a Salomé, a su mujer y a sus hermanos, a sus tres hijos, a sumos sacerdotes y a todos los que tenían esperanzas mesiánicas los encerró en el anfiteatro de Jericó para que fueran muertos a flechazos el día de su muerte. Sentencia que no se cumplió. Por esto no es de extrañar cualquier otra barbaridad ante la burla de los Magos.

En Escritura leemos el llanto de Raquel, la muerte de los varones hebreos en tiempos de Moisés.

S. Agustín dice que estos Inocentes deben considerarse primicias de los mártires, porque, no solo mueren por Cristo, sino en lugar de Cristo.

¿Qué es la inocencia?

“Es ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia. Es apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas”.

Es la condición esencial para “ver”. Para ver la Luz de Dios y ser “luz” en las tinieblas del mundo.

Sólo la inocencia, como expresión de una madurez, fruto de haberse convertido de la vanidad y del orgullo, puede pasearse por el “paraíso” y sentir los pasos de Dios visitándola cada tarde, como puede adentrarse en las aguas torrenciales y “oscurecidas”, sin mancharse.

Todo en Dios reclama conversión. Y ser en Dios permite la paz conociendo los engaños; permite el amor desde la experiencia del dolor; permite el gozo de la fe en medio de las tinieblas… Esto es ser inocente por la Gracia de Dios.

No es fácil creer en la inocencia porque no es fácil creer en el Amor.


    1 Jn 1, 5. 2,2

"Este es el mensaje que hemos oído de Jesucristo y que os anunciamos: Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él y vivimos en las tinieblas, mentimos y no obramos la verdad. Pero, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, entonces estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. 
    Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros. Pero, si confesamos nuestros pecados, él, que es fiel y justo, nos perdonará los pecados y nos limpiará de toda injusticia.
    Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos mentiroso y su palabra no está en nosotros.
Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos a uno que abogue ante el Padre: a Jesucristo, el Justo. Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero"

Juan, que ha conocido a Dios en Cristo Jesús, va sacando de Dios aquello que ayuda a nuestro entendimiento a saber de Dios.

Ayer, para darnos a conocer a Jesús, nos lo presentaba como Palabra de Dios.

La Palabra era identificada en el Hijo que tiene como Padre a Dios. Ambos Son y Existen desde “el principio” con la misma naturaleza divina.

Hoy nos dice que Dios es Luz, y en Él no hay sombra alguna. Tenemos el peligro de definir a Dios con palabras. Amor, Verdad, Luz.

Nuestro espíritu no puede quedarse con las palabras. Hemos de “ver” en Dios la explicación, el por qué de estas palabras.

Dios es plena comunión de Amor. Las tres Personas divinas llenan con su mutua donación y aceptación su Vida.

Decir: Vida, Amor, Verdad, Luz, no es decir nada de lo que nosotros entendemos; como no hay palabras para  expresar los más hondos, delicados y verdaderos sentimientos del alma. Por ello entendemos que, escuchar cualquier palabra que nos diga algo de Dios, exige el don de la fe y el amor; la conversión a lo que estas palabras nos revelan

Juan nos dice cual es el fundamento de la Verdad de Dios y lo distingue como el Otro: la comunión.

Dios realiza lo que Es en las tres Personas; y todo se consuma en una realidad: comunión. Esta palabra debe ser creída; la comunión de Dios es una realidad revelada. Nosotros, aún dándonos la vida, no podemos llegar a una plenitud de donación y de luz. Esta es la diferencia. Dios es plenitud.

En Él todo es comunión que destruye toda sombra, toda posible soledad.

Lo nuestro es la soledad. Es decir, la experiencia profunda e íntima de que, aún amando a semejanza de Dios, queda “algo” en el alma que es precisamente lo que sólo dios puede llenar.

Los matrimonios decís en vuestros textos de meditación y de trabajo que, “estar enamorado es sospechar que, para siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida”.

La sombra de la soledad es, para nosotros los creyentes, esta experiencia íntima de que, aún “viendo, contemplando y tocando”, nos hace falta una medida de plenitud, que sólo la llenará Dios cuando vuelva. Es el “muero porque no muero”, como sentimiento normal y habitual, ante todas las cosas de la vida; porque, aun siendo buenas para el alma, y llenándola de una medida de bien, no son “todo lo bueno” que el alma espera, porque se sabe llamada a una plenitud total. (Mt. 11,25-30. Has ocultado a los sabios)

El mundo no lo puede entender. Le sobran las palabras que lo explican porque no son las que su alma puede escuchar.

Desde la Fe sabemos que Dios, el Amor, está enamorado de la criatura. Por esto, enamorarnos es la respuesta a la experiencia del amor con el que somos amados. Este Amor, el de Dios, es el que vence toda sombra y sacia la soledad.

El alma que se ha encontrado con Dios se reviste de una medida de plenitud, que le permite acercarse con amor al prójimo, sin mayores necesidades. La medida de su verdad la halla en quien de ella está enamorado y, sacia su soledad con la Luz que disipa sus sombras.

Esta es la cualidad de los santos. Ellos son los que pueden acercarse a todos dejando huella de un amor a semejanza del que experimentan de Dios. Y los demás pueden “ver” cercano un amor distinto del que el mundo ofrece como tal; “ven” en ellos cómo recuperan la paz en condiciones que el mundo no sabe ni puede.

Estas personas, llenas de Dios, siendo criaturas, vencen las sombras y la soledad del prójimo, que los ve y los ama, como verdaderos testigos del Amor de Dios.

En este sentido Dios es para nosotros Palabra, Verdad, Amor, Luz.

La luz para entenderlo no es la de la razón, sino la de la vida, que procura la comunión.

La comunión consigo mismo y la comunión con los demás. Esto es lo que han entendido los Santos. En la medida en que lo han vivido, han sido testigos de Dios; testigos de su Verdad y de su Amor, y Luz para los hombres.

Reconocer nuestros pecados es simplemente reconocer con qué, con quién o con quiénes no vivimos en comunión.

Por esto, a quien ama, se le perdonan los pecados, mientras que, si alguien pensara no tener pecado, pero fuera pobre en comunión, la experiencia del amor y del perdón de Dios, también serían pobres.

Es el fundamento para poder decir que:

     “En nuestra relación con Jesús, estamos llamadas a realizar un proceso afectivo integrador”

Documento extraído de la hemeroteca de F. Allara

                                              


Un acontecimiento de la vida de la Sagrada Familia 

dentro del Plan de Salvación de Dios






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