LOS SANTOS INOCENTES
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura PALABRA DE DIOS
5 minutos de nuestro "día a día"
Los seguidores de
Cristo
no somos idealistas, ni soñamos, cuando decimos lo que pensamos desde el Amor de Dios. Sabemos que estamos
llamados, desde una permanente conversión, a querer llegar donde el alma sueña
porque sabe que es Verdad.
Aunque
no hay constancia extrabíblica de estas
muertes, si que la tenemos de todas las persona que Herodes hizo matar: A
su yerno, a Salomé, a su mujer y a sus hermanos, a sus tres hijos, a sumos
sacerdotes y a todos los que tenían esperanzas mesiánicas los encerró en el
anfiteatro de Jericó para que fueran muertos a flechazos el día de su muerte.
Sentencia que no se cumplió. Por esto no es de extrañar cualquier otra
barbaridad ante la burla de los Magos.
En
Escritura leemos el llanto de Raquel, la muerte de los varones hebreos en
tiempos de Moisés.
S. Agustín dice que
estos Inocentes
deben considerarse primicias de los mártires, porque, no solo mueren por
Cristo, sino en lugar de Cristo.
¿Qué es la
inocencia?
“Es
ver el mar desde la torre donde ha quedado prisionera nuestra infancia. Es
apoyar los ojos tristes en un paisaje de cigüeñas y campanas”.
Es la condición
esencial para “ver”.
Para ver la Luz de Dios y ser “luz” en
las tinieblas del mundo.
Sólo
la inocencia, como expresión de una
madurez, fruto de haberse convertido de la vanidad y del orgullo, puede
pasearse por el “paraíso” y sentir los
pasos de Dios visitándola cada tarde, como puede adentrarse en las aguas
torrenciales y “oscurecidas”, sin mancharse.
Todo en Dios reclama
conversión.
Y ser en Dios permite la paz
conociendo los engaños; permite el amor desde la experiencia del dolor; permite
el gozo de la fe en medio de las tinieblas… Esto es ser
inocente por la Gracia de Dios.
No es fácil creer en la inocencia porque no es fácil creer en el Amor.
Juan, que ha conocido a Dios en Cristo Jesús, va sacando de Dios aquello que ayuda a nuestro entendimiento a saber de Dios.
Ayer, para darnos a
conocer a Jesús, nos lo presentaba como Palabra
de Dios.
La Palabra era
identificada en el Hijo que tiene como Padre a Dios. Ambos Son y Existen desde
“el principio” con la misma naturaleza divina.
Hoy nos dice que Dios es Luz, y en Él no hay sombra alguna.
Tenemos el peligro de definir a Dios con palabras. Amor, Verdad, Luz.
Nuestro
espíritu no puede quedarse con las palabras. Hemos de “ver” en Dios la
explicación, el por qué de estas palabras.
Dios es plena
comunión de Amor.
Las tres Personas divinas llenan con su mutua donación y aceptación su Vida.
Decir:
Vida, Amor, Verdad, Luz, no es decir nada de lo que nosotros entendemos; como
no hay palabras para expresar los más
hondos, delicados y verdaderos sentimientos del alma. Por ello entendemos que,
escuchar cualquier palabra que nos diga
algo de Dios, exige el don de la fe y el amor; la conversión a lo que estas palabras nos revelan
Juan
nos dice cual es el fundamento de la
Verdad de Dios y lo distingue como el
Otro: la comunión.
Dios realiza lo que
Es en las tres Personas; y todo se consuma en una realidad: comunión. Esta palabra debe
ser creída; la comunión de Dios es una
realidad revelada. Nosotros, aún dándonos la vida, no podemos llegar a una
plenitud de donación y de luz. Esta es la diferencia. Dios es plenitud.
En Él todo es
comunión que
destruye toda sombra, toda posible soledad.
Lo nuestro es la
soledad.
Es decir, la experiencia profunda e íntima de que, aún amando a semejanza de
Dios, queda “algo” en el alma que es
precisamente lo que sólo dios puede llenar.
Los matrimonios decís en vuestros textos
de meditación y de trabajo que, “estar enamorado es sospechar que, para
siempre, la soledad de nuestra sombra está vencida”.
La sombra de la
soledad es,
para nosotros los creyentes, esta
experiencia íntima de que, aún “viendo, contemplando y tocando”, nos hace
falta una medida de plenitud, que sólo la llenará Dios cuando vuelva. Es el
“muero porque no muero”, como sentimiento normal y habitual, ante todas las
cosas de la vida; porque, aun siendo buenas para el alma, y llenándola de una
medida de bien, no son “todo lo bueno” que el
alma espera, porque se sabe llamada
a una plenitud total. (Mt. 11,25-30. Has ocultado a los sabios…)
El
mundo no lo puede entender. Le sobran las palabras que lo explican porque no
son las que su alma puede escuchar.
Desde la Fe sabemos
que Dios, el Amor, está enamorado de la criatura. Por esto, enamorarnos es la respuesta a la
experiencia del amor con el que somos amados. Este Amor, el de Dios, es el que vence toda sombra y sacia la soledad.
El alma que se ha
encontrado con Dios se reviste de una medida de plenitud, que le permite
acercarse con amor al prójimo,
sin mayores necesidades. La medida de su
verdad la halla en quien de ella está enamorado y, sacia su soledad con la Luz
que disipa sus sombras.
Esta es la cualidad
de los santos.
Ellos son los que pueden acercarse a todos dejando
huella de un amor a semejanza del que experimentan de Dios. Y los demás
pueden “ver” cercano un amor distinto del que el mundo ofrece como tal; “ven”
en ellos cómo recuperan la paz en condiciones que el mundo no sabe ni puede.
Estas
personas, llenas de Dios, siendo criaturas, vencen las sombras y la soledad del prójimo, que los ve y los ama, como verdaderos testigos del Amor de
Dios.
En este sentido Dios
es para nosotros Palabra, Verdad, Amor, Luz.
La luz para
entenderlo no es la de la razón, sino la de la vida, que procura la comunión.
La comunión consigo
mismo y la comunión con los demás.
Esto es lo que han entendido los Santos. En la medida en que lo han vivido, han sido testigos de Dios; testigos de su
Verdad y de su Amor, y Luz para los hombres.
Reconocer nuestros
pecados es
simplemente reconocer con qué, con quién o con quiénes no vivimos en comunión.
Por
esto, a quien ama, se le perdonan los
pecados, mientras que, si alguien pensara no tener pecado, pero fuera pobre
en comunión, la experiencia del amor y del perdón de Dios, también serían
pobres.
Es
el fundamento para poder decir que:
“En nuestra relación con Jesús, estamos llamadas a realizar un proceso afectivo integrador”
Documento extraído de la hemeroteca de F. Allara
Un acontecimiento de la vida de la Sagrada Familia
dentro del Plan de Salvación de Dios
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