lunes, 15 de septiembre de 2025

DIOS HA VISITADO 

A SU PUEBLO 

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M 

Animación a la lectura 

PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

1 Timoteo 3, 1-13

Jesús resucita al hijo de una viuda
11 Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente. 12 Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. 13 Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:
–No llores.
14 En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto:
–Muchacho, a ti te digo, ¡levántate!
15 Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. 16 Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo:
–Un gran profeta ha aparecido entre nosotros.
También decían:
–Dios ha venido a ayudari a su pueblo.
17 Y por toda Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho Jesús.

DÍA 16 SEPTIEMBRE CICLO -C

·      Sí, Dios nos ha visitado; su pueblo es toda la humanidad. Lo que ocurre es que, llegado como un hombre cualquiera, fue en un tiempo concreto y en una tierra conocida; hasta en un Pueblo elegido en su Historia, lo cual ha dificultado entender su trascendencia, como Dios, a todo tiempo” y “lugar”

También nosotros existimos en un tiempo y en un espacio concreto; no pensamos que, cualquier vida trasciende todo tiempo y lugar; nadie existe por sí mismo y, por más pobre que sea una vida humana “forma parte del todo”; no desde el mundo, donde sólo unos pocos piensan que son importantes y su vida trascendente. Pensemos que sí somos importantes para Dios.

“Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín.

-        Siempre caminaban con Él sus discípulos y mucha gente.

-         El Señor se compadeció al ver enterrar al hijo de una viuda y le dijo:

“No llores, y al hijo muerto “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”

-     Jesús se compadecía de todos los que sufrían en su cuerpo o en su espíritu, pero no era su misión soló sanar, sino dar a conocer, con palabras y gestos, que era el enviado del Padre y para que, su misión trascendiera a todos los tiempos. Sus milagros eran pequeños gestos que mostraban su poder.

Hoy Cristo vive; lo creemos y celebramos los creyentes; además de pasearse por nuestras calles en cualquier rostro de hombre que vemos.

Si ayer no fue reconocido por quien no quiso, hoy muchos esperan de Dios otra manera de presentarse; sobre todo, precisamente los poderosos en riqueza y razón, porque no suelen contemplar al prójimo y, menos, al pobre.

Quien no reconoce al ser humano de hoy que, en medio del progreso anda en sufrimiento, hambre y martirio en este siglo, como nunca los ha habido y, muy hipócritamente callado, es muy fácil el equívoco de pensar a Dios deseando que “actuara más” que, en su criterio, guardando silencio. El hombre moderno no ve los signos de Dios.

Imposible reconocerle caminando, desde su Amor, acercándose a los féretros ambulantes, enfermos física y espiritualmente que, podemos ser los que menos lo pensamos, incapaces de escuchar la voz que nos impulsaría a levantarnos y ser devueltos al amor.

Ayer fue su mismo Pueblo elegido y creyente el que no reconoció a Dios en Jesús, “uno de tantos”, que hizo prodigios de Amor, hasta después de haber sido condenado, con gestos de perdón y de justificación ante los mismos autores de su condena a muerte de Cruz.

Hoy también, dentro de su Cuerpo de bautizados, miembros de la Iglesia, somos los que, deseando un bien, como ayer lo pretendían con error Pedro, escribas y fariseos, desfiguramos el rostro de Cristo.

·    Es tiempo de unidad por la que Cristo oró, que no es jamás uniformidad.

Nuestra falta de unidad hace que, no demos testimonio de nuestra fe; aunque a nadie le es motivo de justificar su duda o rechazo de Cristo. Cada uno somos responsable ante Él.

“El muerto se incorporó, empezó a hablar, y se lo entregó a su madre”

Aceptemos, desde la fe, ser devueltos a la vida y entregados a la Iglesia.

 Federico Allara


SANTORAL DEL DÍA

Ss. Cornelio, Papa y Cipriano, 

obispo, mártires



ALELUYA 






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