ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
Animación a la lectura
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Apocalipsis 12,1-6.10
1 Corintios 15,20-27 |
Lucas 1,39-56
|
DIA 15 AGOSTO CICLO - B
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Una
alegría inmensa y natural recorre mi alma al pensar que, María, la Madre de Dios, está en cuerpo y alma en los cielos
¡Qué
otro lugar podía ser el mejor, para la Corredentora por ser la “llena de Gracia”,
la llena de Dios y de Amor divino, que
la Gloria de la Trinidad!
No
podemos presumir de nuestra vida para alcanzar Misericordia y Salvación.
Dios
fue quien hizo a María merecedora de tal
Gracia por la vocación única a la que fue llamada.
La
fe nos da la visión de la totalidad de la Realidad de Dios. Nosotros somos
quienes hemos de encuadrar cada
fiesta de Jesús y de María, dentro de esta visión de conjunto.
Cada
fiesta
no es un acontecimiento aislado, sino la
celebración en presente de un hecho extraordinario
del Amor divino.
No
podemos celebrar a María si no creemos en Dios Uno y Trino.
Como
también es imposible no celebrarla si reconocemos su vida, su amor y sus sufrimientos de Madre
del Redentor.
De
Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo conocemos
su Amor por su revelación, y entendemos, desde este
Amor que, para reconciliarnos quiso visitarnos en Persona enviando el Padre al
Hijo, nacido de Mujer.
Por
nuestra fe católica, que vive este
acontecer histórico de Dios con el hombre, hoy
podemos celebrar la Fiesta del final de esta Mujer que, como Madre Dios y Madre
de la Iglesia y de la Humanidad asumida por Cristo, llega en cuerpo y alma a la Gloria
del Dios.
De
este modo creemos
y celebramos lo que significa para la
Iglesia el hecho de la Asunción de María.
En
el Monte Sión, en Jerusalén, lugar de
privilegio en la Historia de la Salvación, tuvo lugar la muerte como dormición del alma de la
“llena de Gracia”.
S.
Juan Damasceno dice:
“No llamaremos muerte a tu partida santa, sino una dormición, o un viajar
fuera, un volver a casa”.
Los
Apóstoles dejaron su cuerpo dormido muy cerca del Huesto de Getsemaní desde
donde fue llevada, en cuerpo y alma, a la casa del Padre.
Ap. 11,19a; 12,1-6
En
este texto vemos: El arca de la Alianza,
una mujer y un dragón.
· La
mujer encinta personificaba
a Israel
en los sufrimientos y las pruebas que debía vivir, como Pueblo elegido, mientras
esperaba la era mesiánica.
· La mujer encinta es signo del Pueblo
fiel a Dios aceptando
los dolores de parto, que supone toda vida confiada
a las manos de Dios.
El
culto a María Asunta fue a partir del s. IV.
· La
mujer en cinta se
le atribuye a María desde la Encarnación del Verbo.
· El dragón es signo de
todo lo que pretende apartar al ser humano del amor de Dios. El dragón,
deseando devorar al niño, es visto por
los Profetas como la pretensión de matar
al Mesías desde su nacimiento.
· La salvación de la mujer y del niño
son un preludio de la Fiesta que celebramos,
porque Dios ha vencido al mundo.
La fidelidad de Cristo ha derrotado al
dragón; y las Fiestas que celebramos son consecuencia y
signo de la Pascua, del paso
de Dios por nuestro mundo inaugurando el Reino de los cielos en medio de
nosotros.
Así
es como queda establecida la Fiesta de la Asunción de María
dentro del contexto de la obra de
Salvación que la Trinidad ha realizado por voluntad del Padre, por medio
del Hijo y que, el Espíritu Santo lleva
a su término.
El
Amor de Dios es de eterna Misericordia y, su deseo es que todos los seres humanos lleguen a la Gloria
que promete a los que le creen, le aman,
y también al prójimo como hermano semejante.
Lc. 1,39-56
El
Evangelio nos habla del amor de María que, habiendo concebido al
Hijo de Dios, no duda en levantarse e ir
deprisa a ayudar a su prima Isabel, que también espera a un hijo, el
precursor del Mesías.
Una
vez más vemos que Dios no tiene los criterios del mundo, ni los que tenía su Pueblo en
los tiempos de Jesús y María.
Una
niña,
una Mujer, fue elegida por Dios para
ser Madre de su Hijo; y una anciana estéril para ser madre de Juan Bautista, “el
hombre más grande nacido de mujer”
De
María no hace falta resaltar la fe, la humildad y el sentido de obediencia y fidelidad
a la voluntad de Dios.
Meditemos la trascendencia que tiene, “para el
sentido de la libertad”, su respuesta a la vocación pedida: “He aquí la esclava del Señor”.
El Magníficat es el canto de
agradecimiento de María.
“¡Dichosa tú
que has creído!”
Oremos
a María Asunta al Cielo:
María Madre, María Reina, María refugio
de pecadores.
¡María, míranos con tu corazón de
Madre; guíanos por el CAMINO, que es JESÚS, hasta llegar como tú a la Gloria
del Padre. Tú que eres signo y figura de lo que ha de llegar a ser la Iglesia, por
ser parte de Ella, como miembro único y singular por voluntad divina!
F. Allara
SANTORAL DEL DÍA
s. Estanislao Kostka, jesuita
ACORDAOS...
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