JESÚS, MAESTRO PACIENTE.
SU VIDA REFERIDA AL PADRE
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
(Clic en los textos para leer)
Eclesiástico 27,4-7
Lucas 6, 39-45
39 Jesús les puso esta comparación: “¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo? 40 El discípulo no es más que su maestro: solo cuando termine su aprendizaje llegará a ser como su maestro. 41 “¿Por qué miras la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? 42 Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu ojo y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. El árbol se conoce por su fruto (Mt 7.17-20; 12.34-35) 43 “No hay árbol bueno que dé mal fruto ni árbol malo que dé fruto bueno. 44 Cada árbol se conoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos ni se vendimian uvas de las zarzas. 45 El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que rebosa su corazón, habla su boca. |
I Cor 15,54-58
Los
seres humanos que veneramos, porque la Iglesia nos los propone
como ejemplo de vida cristiana, tienen
de común creer y agradecer el
gran gesto de Misericordia, que ha supuesto que el Dios omnipotente se
haya revelado como Dios,
uno y trino, y que el Hijo se haya
encarnado. Han creído que la
vida no tiene como fin la muerte, sino que, “esto corruptible se viste
de incorrupción, y esto mortal se
viste de inmortalidad”.
Han
creído y vivido desde la fe que, “la muerte ha sido absorbida en la victoria”
por la Vida del Hijo, que conocemos en Jesús de Nazaret.
La
vida que no está,
habitualmente, referida a la espera de
una eternidad con Dios fácilmente estará y quedará entretenida en la
complejidad, que supone vivir en el mundo sin llegar a dar el paso de una opción, que es la que toman “los que se entregan sin reservas a la obra del
Señor”; que no significa que todos hemos de ser religiosos consagrados,
sino entender y creer que es
el bautismo el que nos ha ungido con el
crisma como seres consagrados.
¡No
siempre se piensa en los dones que lleva puesta nuestra vida!
¡Cuántos
gestos de Amor de Dios pasan por nuestra inconsciente
desconsideración e indiferencia, por no prestar la debida atención a ser conocidos
y agradecidos!
Ecle 27,4-7
¡Es
un gran don llegar a adquirir el equilibrio íntegro personal! No
es fácil, pero muy necesario para la
propia vida y para convivir porque, en actitud de agitación salen los
deshechos, como cuando se agita la criba.
Nuestros
actos y nuestra forma de hablar revelan nuestro interior.
Digo
actos porque son los
que suceden, como reacción
inmediata, ante una situación
manifestando, de forma espontánea, el
carácter personal.
Nuestros
actos deben servir para conocernos. Revisar
nuestros actos espontáneos y nuestras palabras es apreciar como “resiste nuestra vasija la prueba del horno”.
No
hagamos juicio del prójimo por un acto espontáneo o una
palabra, pero que nos ayuden a ser prudentes. Examinemos nuestros
actos y nuestras palabras en situaciones de espontaneidad.
Lc 6,39-45
Quien
no reconoce sus propias debilidades y sus defectos, y los guarda en su
memoria, no se educa para comprender
a los demás y poder acompañar pacientemente al prójimo.
Si
Jesús podía ser
Maestro paciente, de
sus discípulos y de un pueblo de dura cerviz, es porque, siendo Hombre verdadero, su vida estaba referida a su Padre, de quien conocía
su Amor.
No
digamos rápidamente porque era Dios; porque Jesús “aprendió a ser Hombre” obedeciendo. Jesús es Maestro para nosotros desde su
Humanidad.
De
Él podemos y debemos aprender creyentes y no creyentes;
por algo, en su vida se adentraba en lo que, en aquel tiempo, eran tierras
paganas donde vemos que, muchas
personas, sabiendo que pasaba, acudían a Él-.
¡Cuántas
veces resaltaba la fe de estas personas consideradas paganas!
Que
el ejemplo de estas vidas paganas, que nos narran los Evangelios,
no nos sirva para justificar la
nuestra pensando en nuestra bondad, pero indecisa ante Jesús.
No
seamos demasiado creyentes como para pensar que, Jesús, como era Dios, lo
tenía fácil o, tan poco creyentes que, pensemos que Jesús no es quien nos puede enseñar en nuestro tiempo.
“Practicar” no
es ser habituales en ir a Misa o, “no practicar” entendido por no ir.
Es
con Jesús con quien hemos de tener el hábito de practicar una relación
de conocimiento y amistad para aprender, en este caso, a reconocer
las propias imperfecciones para convivir con el prójimo y
acompañarnos mutuamente sintiéndonos iguales o inferiores.
“Cuando termine su aprendizaje,
será como su maestro”
¿A quién tenemos por maestro?; porque siempre somos imagen de alguien.
Lo bueno o lo malo que hacemos, de alguien
lo hemos aprendido o en alguien nos hemos fijado.
Nadie
es artista, en el gran teatro de la vida, desde su propia inventiva e
interpretación; por suerte o por desgracia, de alguien aprendemos el
papel que representamos. ¡Ojalá
fuera Jesús!
Los
que han aprendido de él, hasta ser maestros, han sido personas, que no se han
conformado con tener títulos, sino que han
escuchado a su Maestro. (Decía el pasado domingo que escuchar es ver, contemplar, meditar y hacer
propia la vida de Jesús).
Son sabios los que saben
escuchar.
¿Cuándo
termina nuestro aprendizaje? Los buenos maestros no se cansan de aprender.
Jesús
es Maestro por vivir
de la escucha de los pensamientos de su Padre, que le permiten, también hoy, hablar
de lo que le rebosa su corazón: el Amor aprendido del Padre.
¡Jesús nos ama como nos ama el Padre!
Esta era la capacidad humana de
Jesús, que hacia de su vida una comprensión del débil, del pecador, del
enfermo, de los sin voz para que le siguieran todos los pobres en
el espíritu y en su realidad humana.
El
Papa Francisco
en un Ángelus dijo esta frase:
“Si
creo que no los tengo, (los
defectos, o no los reconozco), no puedo condenar o corregir a los demás”
Para ser maestro hay que ser muy
buen alumno, es decir, reconocer la
viga del propio ojo para poder
sacar con amor la mota del
ojo ajeno. ¡Cuánto nos hemos de examinar los que la vida nos ha
puesto de maestros!
Dios haga que no pensemos que lo somos por el simple hecho de ocupar un lugar, y
más si es de poder: padres, legisladores, pastores, maestros, políticos,
catequistas…; por el peligro que corremos de perjudicar
a las personas que, en cierta manera, dependen de nuestra palabra, de nuestras
actitudes, de nuestro modo de legislar, de la interpretación subjetiva de sus
vidas…
“No hay árbol bueno que dé fruto malo,
ni árbol malo que dé fruto bueno;
cada árbol se conoce por su fruto”
Esta es la realidad. No hay que ir al
desierto para conocernos; es
suficiente ponerse ante Jesús para reconocer cómo lo trato: es mi fruto en relación con Él.
Ponernos ante el prójimo, empezando por el más cercano, para reconocer la verdad de nuestro
fruto, que no depende del modo de ser del otro.
Pensar que “los frutos del prójimo” no son
buenos, ayuda a ser todos un poco, o un mucho, malos. Es muy importante educarnos a querer ver el
“lado bueno de las personas”, por deficientes que sean.
No hay nadie sin corazón. Si late
es que hay vida; y si la hay puede llegar a ser buena.
“De lo que rebosa el
corazón habla la boca”
F. Allara
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