sábado, 1 de marzo de 2025

JESÚS, MAESTRO PACIENTE.

SU VIDA REFERIDA AL PADRE

Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS

Fray Federico Allara O.F.M

PALABRA DE DIOS

5 minutos en nuestro "día a día"

(Clic en los textos para leer)

Eclesiástico 27,4-7

Lucas 6, 39-45

39 Jesús les puso esta comparación: “¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo? 40 El discípulo no es más que su maestro: solo cuando termine su aprendizaje llegará a ser como su maestro.
41 “¿Por qué miras la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? 42 Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu ojo y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
El árbol se conoce por su fruto
(Mt 7.17-20; 12.34-35)
43 “No hay árbol bueno que dé mal fruto ni árbol malo que dé fruto bueno. 44 Cada árbol se conoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos ni se vendimian uvas de las zarzas. 45 El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que rebosa su corazón, habla su boca.
VIII  DOMINGO T. ORDINARIO  
CICLO  -C

I Cor 15,54-58

Los seres humanos que veneramos, porque la Iglesia nos los propone como ejemplo de vida cristiana, tienen de común creer y agradecer el gran gesto de Misericordia, que ha supuesto que el Dios omnipotente se haya revelado como Dios, uno y trino, y que el Hijo se haya encarnado. Han creído que la vida no tiene como fin la muerte, sino que, “esto corruptible se viste de incorrupción, y esto mortal se viste de inmortalidad”.

Han creído y vivido desde la fe que, la muerte ha sido absorbida en la victoria” por la Vida del Hijo, que conocemos en Jesús de Nazaret.

La vida que no está, habitualmente, referida a la espera de una eternidad con Dios fácilmente estará y quedará entretenida en la complejidad, que supone vivir en el mundo sin llegar a dar el paso de una opción, que es la que toman “los que se entregan sin reservas a la obra del Señor; que no significa que todos hemos de ser religiosos consagrados, sino entender y creer que es el bautismo el que nos ha ungido con el crisma como seres consagrados.

¡No siempre se piensa en los dones que lleva puesta nuestra vida!

¡Cuántos gestos de Amor de Dios pasan por nuestra inconsciente desconsideración e indiferencia, por no prestar la debida atención a ser conocidos y agradecidos!


Ecle 27,4-7

¡Es un gran don llegar a adquirir el equilibrio íntegro personal! No es fácil, pero muy necesario para la propia vida y para convivir porque, en actitud de agitación salen los deshechos, como cuando se agita la criba.

Nuestros actos y nuestra forma de hablar revelan nuestro interior.

Digo actos porque son los que suceden, como reacción inmediata, ante una situación manifestando, de forma espontánea, el carácter personal.

Nuestros actos deben servir para conocernos. Revisar nuestros actos espontáneos y nuestras palabras es apreciar como “resiste nuestra vasija la prueba del horno”.

No hagamos juicio del prójimo por un acto espontáneo o una palabra, pero que nos ayuden a ser prudentes. Examinemos nuestros actos y nuestras palabras en situaciones de espontaneidad.


Lc 6,39-45

Quien no reconoce sus propias debilidades y sus defectos, y los guarda en su memoria, no se educa para comprender a los demás y poder acompañar pacientemente al prójimo.

Si Jesús podía ser Maestro paciente, de sus discípulos y de un pueblo de dura cerviz, es porque, siendo Hombre verdadero, su vida estaba referida a su Padre, de quien conocía su Amor.

No digamos rápidamente porque era Dios; porque Jesús “aprendió a ser Hombre” obedeciendo. Jesús es Maestro para nosotros desde su Humanidad.

De Él podemos y debemos aprender creyentes y no creyentes; por algo, en su vida se adentraba en lo que, en aquel tiempo, eran tierras paganas donde vemos que, muchas personas, sabiendo que pasaba, acudían a Él-.

¡Cuántas veces resaltaba la fe de estas personas consideradas paganas!

Que el ejemplo de estas vidas paganas, que nos narran los Evangelios, no nos sirva para justificar la nuestra pensando en nuestra bondad, pero indecisa ante Jesús.

No seamos demasiado creyentes como para pensar que, Jesús, como era Dios, lo tenía fácil o, tan poco creyentes que, pensemos que Jesús no es quien nos puede enseñar en nuestro tiempo.

“Practicar” no es ser habituales en ir a Misa o, “no practicar” entendido por no ir.

Es con Jesús con quien hemos de tener el hábito de practicar una relación de conocimiento y amistad para aprender, en este caso, a reconocer las propias imperfecciones para convivir con el prójimo y acompañarnos mutuamente sintiéndonos iguales o inferiores. 

Cuando termine su aprendizaje, 

será como su maestro”

¿A quién tenemos por maestro?; porque siempre somos imagen de alguien.

Lo bueno o lo malo que hacemos, de alguien lo hemos aprendido o en alguien nos hemos fijado.

Nadie es artista, en el gran teatro de la vida, desde su propia inventiva e interpretación; por suerte o por desgracia, de alguien aprendemos el papel que representamos. ¡Ojalá fuera Jesús!

Los que han aprendido de él, hasta ser maestros, han sido personas, que no se han conformado con tener títulos, sino que han escuchado a su Maestro. (Decía el pasado domingo que escuchar es ver, contemplar, meditar y hacer propia la vida de Jesús).

Son sabios los que saben escuchar.

¿Cuándo termina nuestro aprendizaje? Los buenos maestros no se cansan de aprender.

Jesús es Maestro por vivir de la escucha de los pensamientos de su Padre, que le permiten, también hoy, hablar de lo que le rebosa su corazón: el Amor aprendido del Padre.

¡Jesús nos ama como nos ama el Padre! Esta era la capacidad humana de Jesús, que hacia de su vida una comprensión del débil, del pecador, del enfermo, de los sin voz para que le siguieran todos los pobres en el espíritu y en su realidad humana.

El Papa Francisco en un Ángelus dijo esta frase:

“Si creo que no los tengo, (los defectos, o no los reconozco), no puedo condenar o corregir a los demás”

Para ser maestro hay que ser muy buen alumno, es decir, reconocer la viga del propio ojo para poder sacar con amor la mota del ojo ajeno. ¡Cuánto nos hemos de examinar los que la vida nos ha puesto de maestros!

Dios haga que no pensemos que lo somos por el simple hecho de ocupar un lugar, y más si es de poder: padres, legisladores, pastores, maestros, políticos, catequistas; por el peligro que corremos de perjudicar a las personas que, en cierta manera, dependen de nuestra palabra, de nuestras actitudes, de nuestro modo de legislar, de la interpretación subjetiva de sus vidas

“No hay árbol bueno que dé fruto malo, 

ni árbol malo que dé fruto bueno;

cada árbol se conoce por su fruto”

Esta es la realidad. No hay que ir al desierto para conocernos; es suficiente ponerse ante Jesús para reconocer cómo lo trato: es mi fruto en relación con Él.

Ponernos ante el prójimo, empezando por el más cercano, para reconocer la verdad de nuestro fruto, que no depende del modo de ser del otro.

Pensar que “los frutos del prójimo” no son buenos, ayuda a ser todos un poco, o un mucho, malos. Es muy importante educarnos a querer ver el “lado bueno de las personas”, por deficientes que sean.

No hay nadie sin corazón. Si late es que hay vida; y si la hay puede llegar a ser buena.

“De lo que rebosa el corazón habla la boca”

  F. Allara

SANTORAL DEL DÍA

QUE ME HABLE TU SILENCIO









No hay comentarios: