VENID…, Y ENCONTRARÉIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS
Meditación-Oración de la PALABRA DE DIOS
5 minutos en nuestro "día a día"
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Éxodo 3,13-20
Mateo 11,28-30
|
DÍA 17 JULIO CICLO -C
Sólo
los que viven satisfechos de sus riquezas materiales o espirituales, con
orgullo de poseerlas, pueden ser indiferentes a la realidad del mundo.
De
hecho, “somos muchos los indiferentes”,
si vivimos al margen de lo que pasa cerca y lejos de nosotros, hasta el punto de que, puedan
molestarnos las noticias que nos alertan de la realidad, o de quienes nos interpelan con
responsabilidades exigiendo compromisos que alteran nuestro espíritu.
Esta
paz,
unida a veces a una vida piadosa, es la
que no es fruto del Espíritu.
· Hoy Jesús nos invita a acercarnos a Él
pero, ¿a quién invita?
“Venid a Mí todos los que
estáis cansados y agobiados”
Por poco que tomemos conciencia de la propia vida, no hay quien viva ausente del agobio de
la situación universal y próxima; vivir sólo de nuestro agobio y cansancio
es egoísmo ante millones de seres humanos que, en su cansancio deben seguir adelante con su vida. Acudir a Jesús preocupados sólo por
nuestra vida, sin llevar al prójimo ante Jesús, es mayor egoísmo.
· Jesús nos interpela; algunos
podemos manifestar “estar cansados”
no haciendo nada por los demás; dice la Escritura: “Quien no
trabaje que no coma”.
Nos
quiere decir que, cuando nos acercamos a
alimentarnos del Cuerpo real espiritual de Cristo en la Eucaristía,
si estamos cansados sea por nuestro proceder y “trabajar en la viña”;
también dice la Escritura: “El trabajador merece su salario”.
El
texto de hoy nos invita a dos cosas:
1.
A
sentir los valores y medios que Dios nos ha dado para trabajar en ayuda de
los que están cansados y agobiados.
2.
Y
ser cauce y mano que coja a muchos de los cansados y agobiados,
que no conocen a Jesús, o no saben ir a Él y acompañarlos hasta Él.
“Aprended de Mí,
que soy
manso y humilde de corazón”
·
Jesús, no sólo nos indica que vayamos a Él, sino que quiere que aprendamos de su manera de ser; saber descansar y poder ser, también
nosotros, instrumentos de descanso en
la vida del prójimo.
¡Qué difícil llegar a tener la virtud de la humildad!
¡Cuesta tanto desprenderse del yo!
No advertimos que, mucha parte del agobio propio y la causa
del agobio ajeno, es por falta de
humildad. ¡Cuánto agobio causa la vanidad y el orgullo!
·
El humilde es el más fuerte; ha llegado a ser
dueño de su vida.
No es indiferente a la realidad que le rodea, pero no le causa agobio ni cansancio;
lo ve y lo sufre, pero no deja que
la realidad asalte su espíritu.
La fortaleza del humilde es capaz de encontrar descanso en la
tribulación.
Ha aprendido de Jesús a ser manso y humilde, venciendo el acoso del mundo, habiendo entendido que: “Su yugo es suave y su carga ligera.
Federico
Allara
SANTORAL DEL DÍA
sANTA. Marcelina, virgen,
hermana de s. Ambrosio, obispo
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