domingo, 29 de octubre de 2023

 


XXX Tiempo Ordinario. Ciclo. A  2023




REFLEXIÓN, MEDITACIÓN-ORACIÓN DE Fray Federico Allara O.F.M


Ojalá nos moviéramos siempre entre la Ley y el Amor, es decir, entre el cauce que Dios había puesto para convivir los humanos, la Ley, cumpliendo lo que es de orden natural y sobrenatural, porque nos enseña Dios a crecer como humanos, y el Amor, que es la virtud que Dios ha puesto en el corazón humano, como lo más natural y sobrenatural.

Pero aun llevando la huella de la verdad del bien natural y la del amor, nos es difícil vivir desde estas dos referencias, porque ambas tocan el ser de cada uno de nosotros, desde donde nos sentimos libres y capaces de una inteligencia que no siempre razona con lógica.

Por esto, Dios le dio la Ley a Moisés para que, con la ley natural impresa en el corazón humano, fueran referencias objetivas que la razón podía entender como cauce para convivir en paz.

Pero ha hecho falta que el mismo Dios viniera en Persona, para enseñarnos qué es el Amor con su Vida, no con enseñanzas magistrales, ni con preceptos, ni leyes, y cómo se puede y se debe vivir para una convivencia humana universal en paz.

El Amor no es una utopía, si lo es querer convivir desde la competencia de las Ideologías y de las misma religiones o filosofías humanistas, cuando en ellas está confusa la Realidad de Dios, o es interpretada subjetivamente o negada.

No sólo se interpreta mal o se niega a Dios, sino que lo que se confunde o se niega es la virtud del Amor; porque la fe en Dios y el amor a Él y al prójimo forman una unidad; cuando se separan son incomprensibles para la razón la Ley y el Amor.

 

EVANGELIO DEL DÍA

Mt. 22, 34-40


Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos se reunieron con Él, u uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, cuál es el mandamiento más grande de la Ley?"

Jesús le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas"


 Tanto la Ley como el Amor exigen la respuesta de la libertad desde una voluntad que los desea cumplir.

Es tan difícil el cumplimiento de la Ley como el mandamiento del Amor en su simplicidad. Los Maestros empezaron a crear prescripciones y normas añadidas, que sólo ellos conocían y entendían, llegando a ser más de 613.

De ahí que, un Maestro de la Ley se acercara a Jesús para comprometerlo como tantas otras veces.

La pregunta parece inocente, pero está hecha desde el orgullo de haber promulgado los Maestros de la Ley tanta letra pequeña añadida, que deseaban saber de este hombre de Galilea, que se llevaba las masas por delante, de cuáles prescindía o cuáles eran las importantes; y a Jesús, como la semana pasada le comprometieron con la pregunta si se debía pagar o no tributo al César, hoy se le pide “cuál es el primer mandamiento de la Ley”.

Jesús responde citando dos textos de la Escritura, que bien conocía el Doctor de la Ley, del Deuteronomio: “Amarás al Señor tu Dios…”, (6,4-9) y del Levítico, el segundo es semejante, “amarás al prójimo como a ti mismo”.

 

LA NOVEDAD DE JESÚS

Es unir los dos mandamientos, revelando como dice el Papa Francisco, que los dos son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma moneda.

La demostración al mundo que creemos en Dios no se manifiesta sólo con ser personas practicantes y de oración, sino que, la demostración para uno mismo que es verdad la fe en Dios y el amor al prójimo, es que los demás vean cómo les amamos.

       De tal manera están unidos los dos mandamientos que Cristo Jesús unió como respuesta al Maestro de la Ley que, la medida de la fe es la medida de la amplitud con que amamos al prójimo.

Cuando nos limitamos a amar al círculo de la familia o del medio en que vivimos, siendo sumamente importante porque, de no ser verdad éste, puede que no lo sea todo lo demás, la medida es cierta cuando se llega a amar de verdad, a perdonar al amigo, a quien no piensa como nosotros y al enemigo.

DICE JESÚS: ”Si amáis a los que os aman, ¿qué hacéis de nuevo?

El Papa llega a decir que “el amor es la medida de la fe y la fe el alma del amor”. Y sigue diciendo: “No podemos separar la vida religiosa, la vida de piedad, del servicio a los hermanos. No podemos dividir la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente a sus heridas”.

“¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo, dice el Papa.

No se trata sólo de hacer limosna al prójimo, sino de dos cosas importantes y difíciles:

-          Acercarse al prójimo

-          Especialmente a sus heridas.

Esto nos plantea la contemplación de la realidad del mundo.

No sólo no nos acercamos al prójimo, sino que, casi lo habitual, desde no ser conscientes del mal, somos causantes de las heridas del prójimo. Si no lo hacemos  directamente, a veces también sobre todo con los más cercanos, sí indirectamente conformándonos en comentar las noticias, como si lo que ocurre en el mundo estuviera fuera del nuestro.

 

LA HUMANIDAD ESTÁ SUFRIENDO 

por las heridas que nos causamos mutuamente.

Somos los que “bajando de Jerusalén a Jericó, maltratamos a uno y a otro, y los dejamos con sus heridas”.

¿Cómo vamos a entender la Ley y sobre todo el mandamiento del Amor, si somos inconscientes de las heridas que causamos, por la inconciencia o hábito de hacerlo, o callarlo?

Cuando es así, desde la proximidad del prójimo, ¿cómo podemos unir y vivir la eficacia de la Gracia de nuestra fe, de nuestra oración y de nuestra práctica sacramental?

No vivir con dolor la situación real de la Humanidad, o vivirla desde la preocupación egoísta de la inseguridad, es no vivir la realidad exigente de la fe y del amor en su unidad, como nos ha dicho Jesús, y como nos lo recuerda el Papa con su frase: el amor es la medida de la fe, y la fe el alma del amor.

Pero lo que personalmente me preocupa, porque pienso que es la referencia que, o está clara o todo queda confuso, es la frase de Jesús: “Amaos como Yo os he amado”, cuando añade “ama al prójimo como a ti mismo”.

Amarse a sí mismo implica

-saber del sentido propio e integral de la vida

-del futuro de la misma, incluido el más allá de la muerte

-la idea clara de la salvación

-el deseo de la salvación eterna, desde el Amor de Dios.

Todo lo que va en contra de la salud propia, en contra de lo que acabo de decir sobre el sentido y la integridad de la vida, es no amarse a sí mismo.

 

LA PRIMERA CUESTIÓN A PLANTEARNOS:

Es la del discernimiento desde el no al egoísmo.

Saber cómo es en verdad que nos amamos a nosotros mismos, desde la Fe y el Amor de Dios y a Dios, para conocer si somos capaces de poder:

-          Acercarnos al prójimo

-          Curar sus heridas

-          Y no causarlas.

En el mejor de los casos educamos a una verticalidad de la fe, cuando la Cruz tiene un palo vertical y uno horizontal, y Cristo está con los pies clavados en la verticalidad del palo, pero los brazos abiertos en la horizontalidad.

Así es la fe cristiana, la cabeza y los pies en la verticalidad, para pensar en Dios y andar por su Camino, mientras las manos abiertas trocean el pan para el prójimo amigo o enemigo.

¡Qué difícil es conocer el amor y vivirlo!, porque amar, significa ser más que justo, y además lleva consigo la necesidad de perdonar.

Vivir la fe no es contemplar sólo las leyes y la moral, para un cumplimiento legal y moral, sino que implica el compromiso de la persona en el amor tanto a Dios como al prójimo -del cual nos hemos de examinar; porque no es fácil responder a la pregunta sobre cómo amamos a Dios-.

Amar y perdonar cuando las heridas son fuertes, no es fácil.

También entra aquí el tema de la memoria.

Perdonar y olvidar es muy difícil.

Hay que tener en cuenta que, una cosa es que venga a la memoria la herida, y otra, removerla, aunque se perdone.

El camino del amor y del perdón nunca es camino fácil, y menos o imposible, si no se contempla muy a menudo la realidad de Cristo, Dios y Hombre verdadero, clavado en la Cruz, como signo de la omnipotencia del Amor, del Perdón y de la Justificación del enemigo para ser perdonado por Dios.

 

DIOS SE HA REVELADO SIEMPRE COMO EL AMOR

Parece que el Dios que conocemos del A.T. no es el Dios del N.T., cuando, Dios se ha revelado siempre como el Amor que se preocupa del pobre y del marginado; como hoy se preocupa de todos y cada uno de nosotros, aun en medio de la tribulación generalizada en que vivimos todos los que formamos la Humanidad actual.

Quien no ha sido siempre el mismo es el ser humano. Todos somos fruto de nuestro tiempo y de nuestra realidad social, política y religiosa.

En cada momento de la Historia del ser humano, éste ha recibido la revelación de Dios, que no es más que la interpretación que el Magisterio de todos los tiempos ha hecho de la única Historia humana, en la que acontece el Misterio de Amor de Dios con nosotros en medio de ella.

Dios ha educado al hombre como se educa a un niño…, enseñándole a caminar y abrazándole en su buen obrar y en sus travesuras, que llamamos errores, que coinciden con lo que denominamos desde el concepto religioso, pecados.

Siendo este hombre niño y en su historia de cada tiempo, el que nos ha narrado su experiencia de Dios a su manera, para que nosotros, apoyados en esta Escritura, en la Tradición y en el Magisterio, vayamos conociendo, desde esta pobreza humana, el tesoro del acontecer divino en nuestra Historia.

 

TODO UN PROCESO EDUCATIVO

Para que su Pueblo pudiera llegar a entender lo que sucedió en la plenitud de los tiempos, que no son estos, en los que pensamos que lo tenemos todo desde un progreso en el que lo que se manifiesta es una falta de humanismo y una violencia de los poderes políticos, económicos y religiosos, que han creado la inseguridad y la ansiedad generalizada de todo la Humanidad, sino la llegada del mismo Dios, en la Persona del Hijo, anonadado en la Humanidad, del Hombre verdadero, que es Dios, por este Hijo y por la voluntad del Padre, en quien se complace, ungido por el Espíritu Santo.

Los creyentes conocemos a Dios-Amor, porque así lo han experimentado quienes han convivido con Cristo Jesús.

Hoy, que se nos habla del Mandamiento único del Amor, deberíamos pensar cómo han llegado cada uno de los que nos hablan de Dios como Apóstoles, incluido Pablo, a cambiar sus vidas, desde una religiosidad mosaica, legal y muy fundamentalista, sobre todo en sus Maestros, hasta llegar, no sólo a convertirse en el conocimiento del Dios-Amor, sino a transformar sus vidas en testigos de la Verdad del Amor con sus propias vidas, dadas por amor a Dios y al prójimo.    

F. Allara                                                                                                   

                                                                                                           

 

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